Observas el tiempo, tangible, el que pasó, te sumerges en él y las cosas que se dan en ese espacio, recuerdas cuando son hechos que impactan en tu vida. En ese espacio de la vida que el tiempo te ha ofrecido, no te gusta memorizar fechas, te agrada atraer elementos, idealizarlos a tal grado que los sientas de tocar, no solo de pensar. Con toda seguridad este tiempo en que vives o mueres te hizo coincidir con ella y hoy saben que el tiempo, la vida que te corresponde no transcurre linealmente; o más bien puede ser lineal que permite a personas en un plano horizontal cruzarse, como de iguales; o el tiempo de vida puede ser ondulatorio, donde en unas ocasiones alguien esté en la cresta y el tomarse de la mano sea hasta un tema de salvación, estás arriba y luego abajo y así de manera intermitente, tocándose, viviendo. amando; o el tiempo de vida puede ser algo en movimiento y otro quieto, como cuando se ve pasar a una persona y pesa tanto la lengua que ni tan siquiera le puedas llamar aún cuando ahí se te vaya la vida de vivir: “…cerrando los ojos la dejé pasar”.[1] ¿Qué te hizo coincidir con ella? En todos los casos del estado del tiempo siempre se busca encontrar a alguien que llene ese vacío normal con el que nacemos o vivimos: hasta Cristo, creo, nació con un vacío que necesito del amor para vivir y luego morir por ese mismo sentimiento para salvar a todos. El tiempo te acercó a ella: lineal, en curvas o estático, y siendo el tiempo el responsable de todas las muertes en el espacio de la vida, a él, a ese tiempo maravilloso, no puede menos que enviársele flores y agradecerle por haberte permitido conocerla, tocarla y robarle un beso.
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Rodrigo González Barrios, de Nayarit, tierra de Nervo. Amante de la lectura, del café y de escribir -cuando la idea llega- cuentos cortos y breves poemas.
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[1] “… cerrando los ojos la dejé pasar”, fragmento del poema “Cobardía” de Amado Nervo.