En el colegio Nuestra Señora de la Salud, las niñas uniformadas cantábamos alegres, “Venid y vamos todas con flores a María “portando flores al altar. Cada año se celebraba en mayo el mes de María y las monjas inocularon en mi cerebro infantil la imagen virginal de la Madre de Dios, que concibió por obra y gracia del Espíritu Santo. Colm Tóibín autor de El Testamento de María ha escrito una novela sobre la madre de Jesús prescindiendo absolutamente de la tradición religiosa católica.
La primera lectura de la obra provocó un conflicto íntimo entre la niña creyente que fuí y la mujer agnóstica que soy. La huella indeleble de mi educación religiosa no me permitía acercarme al personaje de María sin escandalizarme:
“Durante años me he consolado pensando en el tiempo que pasé allí, en lo mucho que sufrí entonces. Pero debo decirlo de una vez, debo dejar que salgan las palabras: a pesar del pánico, a pesar de la desesperación, de los gritos, a pesar de que su corazón y su carne habían nacido de mi carne y de mi corazón, a pesar del dolor que sentí, un dolor que no ha desaparecido y que me acompañará a la tumba, a pesar de todo esto, el sufrimiento era suyo y no mío. Y ante la imposibilidad de que me llevaran a rastras y me estrangularan, mi primer impulso fue huir, y fue también mi último impulso. “
“¡La Virgen huyendo¡” Dije esta frase exclamativa en voz alta al finalizar la lectura de este texto.
La habitación contuvo la frase, no la dejo escapar y retorno a mí.
Ignoré el libro durante unos días y retomé la lectura substituyendo el dogma católico por los preceptos morales de la igualdad de género y la defensa de la libertad de las mujeres.
La perspectiva feminista surtió efecto y el personaje de María, la protagonista de la novela de Tóibín, abandonó la santidad convirtiéndose en un ser de carne y hueso.La novela es un magnífico retrato de una mujer torturada que reivindica su derecho a decir lo que piensa.
Narrada en primera persona relata los sucesos que acontecieron antes de la muerte de Jesús y la huida de María a Efeso. Las bodas de Canaán, la resurrección de Lázaro, el Vía crucis y la crucifixión son descritos por una madre que no cree que su hijo fuese El Mesías; incluso considera que los discípulos que acompañaron a Jesús eran unos:
“He dicho que reunió a su alrededor a un grupo de inadaptados, que eran solo niños como él, u hombres sin padre, u hombres incapaces de mirar a una mujer a los ojos. “
Pensar que San Pedro era un inadaptado social asestó un golpe al santoral de mi infancia, pero el detalle más hermoso de esta magnifica novela es la adoración que María siente por la diosa Artemisa.
Ángels Martínez