Pedro Medina León (Lima, 1977) lleva años investigando el sonido de Miami, las voces y las historias que pueblan la ciudad y que no aparecen en los medios convencionales ni en las series de televisión al uso. Empezó con Streets de Miami (2012), continuó con Mañana no te veré en Miami (2013), siguió con Lado B (2016) y ahora nos brinda la cuarta entrega de su proyecto literario: Varsovia (2017)
La suya es una arqueología de las voces silenciadas por la imagen festiva y fashion (si se me permite imitar su estilo por un momento), como se demuestra en el arranque del drama: el descubrimiento de un cadáver coincidiendo con el Urban Music Festival. Su territorio es Miami Beach, el otro Miami Beach. El Miami Beach que habitaran Hemingway y Capone pero degenerado, infestado de negocios de prostitución y tráfico de drogas.
En esta última entrega, Medina da un salto de calidad, con unos personajes más rotundos, que siempre se mencionan a partir de sus sobrenombres excepto el jefe de policía Pérez. De entre todos, sobresale el Comanche, un policía retirado metido a investigador privado, que debe averiguar la muerte de la Kina, una muchacha dedicada a la prostitución y la pornografía, en donde utiliza el nombre artístico de Varsovia, que aparece abierta en canal en las calles de Miami Beach. El Comanche es un tipo duro, experto jugador de billar y buen bebedor que, sin embargo, se deshace de deseo cuando está frente a mujeres hermosas. Su otro punto débil son las finanzas. Tiene contraída una deuda con su compadre: el Consorte, que regenta el bar en el que suele parar, y nunca logra la plata para liquidarla. En especial, si se embarca en investigaciones que no se pagan por puro sentimentalismo.
Y es que nadie se interesa por la suerte de la Kina en una ciudad donde los cadáveres de prostitutas no tienen ningún valor, como le hace saber Pérez al Comanche. Pero este sigue en su investigación empujado por Karina, amiga de la Kina con la que tiene relaciones, y por el impulso erótico que le supone la Polaca, otra prostituta que conoce en su investigación y que le provoca tremendas erecciones. El motor de la libido es el que le lleva tras los pasos de Pacuso, un oscuro personaje metido a productor de cine porno y otros turbios asuntos, que le acabará dando la pista de un asesinato que aquí no se revelan por razones obvias.
Se trata de una novela negra de ágiles diálogos que contiene todos los elementos del género: perdedores, tramas sórdidas, la descripción de los vicios más bajos de nuestra sociedad, y un mensaje social crítico. La versión en castellano del género que mejor ha retratado la ciudad del sur de la Florida en inglés, y del que Medina es un ferviente defensor.
Pero se trata de un castellano muy especial. Varsovia supone para el autor el perfeccionamiento de sus estrategias narrativas. En especial, el autor sublima el lenguaje de las calles de Miami. Esa mezcla entre el español de distintos rincones del cono sur y el inglés, y que lleva a la persona lectora a encontrarse frases como: “Yeah, man, estas clases de summer son candela.” (p. 16) O: “Lo que ganaba el Consorte en su part time vendiendo huevos fritos y café en Los Latinos no alcanzaba ni para pagar la luz de su efficiency.” (p. 27) Medina no se conforma en esta ocasión con el lenguaje de la calle, sino que, mediante ingeniosas estrategias literarias, introduce el español de Miami que se puede leer en la Red, y que contiene algunas de las expresiones más memorables, de las muchas que se pueden escuchar de boca de sus habitantes: “Este es un tratamiento 100% garantizado, señor García. Si después de dos semanas usted ve que no le ha servido, nos llama para atrás y desde nuestros laboratorios del sur de la Florida le enviaremos un tratamiento reforzado for free.” (p. 105)
En definitiva, una excelente arqueología lingüística de la ciudad de Miami y el drama que los hispanos viven allí. No parece que Medina se vaya a detener aquí en su afán por mapear una ciudad a través del lenguaje. Esperamos sus próximas entregas.
© All rights reserved Carlos Gámez Pérez
Carlos Gámez Pérez nació en 1969, en Barcelona, España. Estudió Ciencias Físicas, Historia de la Ciencia y Creación Literaria. Colabora con revistas como Sub-Urbano, La bolsa de pipas y Nagari. Es autor de un diario sobre sus vivencias en las cárceles de Nicaragua titulado Managua seis (2002). Ganó el IX Premio Cafè Món con la novela Artefactos (2012) y ha sido seleccionado para las antologías Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos (2013) y Llegamos en avión (en prensa), así como para el primer número de la revista Presencia Humana (2013), dedicada a nueva literatura española extraña. En la actualidad trabaja en la University of Miami. En su bitácora personal, El blog de Carlos Gámez, estudia las relaciones entre ciencia y literatura.
twitter: @cgamezzz