El otro cuarto
(De Cuentos de viaje para siete cuerdas y otras metafísicas)
A veces invento el insomnio; otras me lo provocan imágenes como la de mi pareja haciendo el amor con Santiago, mi hermano gemelo, a pesar de habérselo perdonado por jurarme su fidelidad total, argumentando que esa noche estaba borracha y en la oscuridad no se había percatado. Se lo perdoné. Hoy me desvelaron los sonidos de un sollozo sin descanso, sin día ni noche, interrumpido constantemente por esa tos áspera que producen las amarguras, cuando bajan de la mente, de los ojos, a la garganta y oprimen el corazón. Una tos ronca con la que escupía el sedimento de sus demonios. Su nombre tenía que ser Sandra porque lo gritaba gimiendo en “crescendo” como un estribillo, “no es justo”.
Parecía llorar la depresión de una serie de desengaños con un enamorado ruso, Boris, a quien impulsiva había venido a visitar a Caracas desde Portugal porque le había jurado amor eterno y le hablaba de negocios en los intercambios pasionales que habían tenido por internet. Lo había dejado todo, casi regalando sus bienes, al ilusionarse con esta nueva oportunidad. Al partir de Lisboa, una semana atrás, se había peleado con sus padres, ya casi hartos de su testarudez y rebeldía que incluía amoríos pasajeros mientras estaba de novia con un muchacho trabajador, excelente según sus padres. Tendría, por el tono de la voz, unos veinticinco años, aunque al hablar sola, entre sollozos, sonaba algo ronca como avejentada. Y al repetir “no es justo” largaba una letanía en este cuarto del Hotel “Alba Caracas” (antes llamado “Caracas Hilton”), del que no quería salir, ni siquiera de su cama, consumiendo impotente el poco dinero que le quedaba y apoderándose de ella la depresión como un violador inapelable (creo que se llamaba Sandra). Lloraba y tosía, hundida en su acuartelamiento, mientras decía: “no tengo nada”, “todo me ha ido mal”, “lo he perdido todo”, “me muero, me duele hasta levantarme”, “ya no puedo más”… Lloraba y tosía.
Supongo que ser huésped de un hotel, no autoriza a nadie como vecino o extraño, a ofrecerle ayuda, a intervenir, ni incluso a llamar a Seguridad o a la Recepción, para que tome cartas en el asunto. Podría ser contraproducente o quizás corra el riesgo el buen samaritano de que se le acuse de metiche. Además uno está de paso y el tema de la depresión es algo tan privado y personal. Repitió a lo largo de un día y una noche hasta media mañana ese ruido de la nariz con el que se recogen las lágrimas o con el que se aspira el polvo blanco del olvido. Lloraba y tosía. Tomarse una pastilla para dormir tranquilo es una solución para el insomnio.
Se escuchó el inodoro y luego un silencio más fuerte que las palabras. Silencio que configura el insomnio de muchas noches en una serie de puntos suspensivos…
Los siguientes microrrelatos pertenecen a
Cuentos de viaje para siete cuerdas y otras metafísicas
Examen oral
De un capítulo de geografía:
Conozco cada peca de tu espalda
y hoy las repaso pecaminosamente.
Coincidencias
Me preguntas para que te responda lo obvio.
El síndrome de Down
Juan y Emma admiraban el crecimiento de su nieto que se sentía diferente. Era normal.
Teorema del contrario
En el ascensor del Hotel “Las pirámides” de la Ciudad de Miraflores, en el corazón del llano meridional de la República Democrática del Sueño se produjo este intercambio:
-¿Bajan?
-No, subimos.
Fisiología alternativa
Me miras con tus labios. Me besas con tus ojos.
Decreto
Desarrolle el mar el inagotable programa de la memoria en el porvenir inapelable, decretó el dios Huazpatilt en la página 2 del Código de la Creación.
© All rights reserved Luis Alberto Ambroggio
Luis Alberto Ambroggio, nació en Córdoba, Argentina. Miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Desde 1967 reside en los Estados Unidos. Estudió Filosofia y Letras, Ciencias Sociales y Económicas.
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