Una muerte anunciada
Entre el cúmulo de malas noticias internacionales y nacionales que llovió sobre nosotros en 2017, para la especificidad de nuestro universo literario cobró dimensiones de huracán caribeño la anunciada “postergación” del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos. Este, desde 1967 -coincidiendo con el auge del llamado boom latinoamericano- se convirtió en uno de los galardones de mayor renombre y cuantía de la narrativa en nuestra lengua. En su edición inaugural premió a La Casa Verde, de Mario Vargas Llosa.
Otras de las mayores voces de la novela en castellano se hicieron acreedoras al Rómulo Gallegos y entre ellas Gabriel García Márquez en 1972, por Cien Años de Soledad; Carlos Fuentes con Terra Nostra, en 1977; Arturo Uslar Pietri en 1991, con La Visita en el Tiempo; Roberto Bolaño en 1999, por Los Detectives Salvajes… El listado es extenso y se detuvo, cuando la edición de 2015, en el colombiano Pablo José Montoya Campuzano con su novela Tríptico de la Infamia.
El premio de narrativa más importante de Hispanoamérica, otorgado cada dos años por el gobierno de Venezuela a través del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), se había quedado sin los fondos necesarios para su concreción. Roberto Hernández Montoya, titular del citado organismo, declaró que el Ministerio de Cultura había reducido el presupuesto. De hecho, tras varios aplazos, Montoya Campuzano recibió los 100 mil dólares que dotaban al Gallegos recién en febrero de 2016. Desde luego, en medio del desastroso panorama que abruma a ese país latinoamericano, la suspensión de un premio literario -así se trate de uno de la importancia que revestía el que nos ocupa- se exhibe como un mal menor. Pero a la escala de nuestro ámbito, el literario, la novedad sonó a catástrofe, dado que el Rómulo Gallegos era de índole consagratoria.
En su momento, 2017, se habló de una mera “postergación” y hasta se aseguró que en el corriente año todo volvería a la normalidad… Escribo esto en mayo de 2018 y ni una pista hay de que así vaya a suceder. El llamado a presentación de obras se realizaba tradicionalmente… a partir de enero.
La otra calamidad, escandinava
Para la grey literaria parece que el mal sino no culminó con la falta de convocatoria -una defunción- al mayor premio de la narrativa hispanoamericana.
A otra escala, la internacional, el ya vapuleado Premio Nobel de Literatura también ha sufrido este año una “postergación”, junto con la promesa de que la premiación de la edición 2018 coincidirá con la del año próximo.
Las críticas que ha recibido en los últimos años el Nobel literario han sido muchas, muchísimas. Desde aquellas que resaltaban la dispar calidad de los galardonados, en comparación con los de años anteriores; pasando por los que se quejaron de que se entregara a periodistas, argumentando que se vulneraba así el fundamento mismo de este reconocimiento, dirigido a “lo mejor” de la literatura. Por no hablar del encendido alboroto que provocó, en fecha tan reciente como 2016, el otorgamiento del Nobel de Literatura al exitoso cantautor Robert Allen Zimmerman, mejor conocido como Bob Dylan. Ah, sí, ya recuerdo: en 1971 Macmillan Publishers Ltd. le publicó una novela.
El descalabro que llevó a la confirmada suspensión del Nobel de letras se originó en el escándalo detonado por la publicación en el diario Dagens Nyheter, de Estocolmo, en noviembre de 2017, de las declaraciones de 18 mujeres acerca de que habían sido víctimas de acosos o ataques sexuales por parte de Jean-Claude Arnault, todo un personaje del ámbito cultural local, así como marido de la poeta y miembro de la Academia Sueca Katarina Frostenson.
El asunto Arnault trajo aparejada una rabiosa discordia entre los 18 integrantes de la institución, cuyo lema es “Snille och Smak” (“talento y gusto”). La consecuencia fue que seis de ellos renunciaron a sus sillas, incluyendo a la secretaria permanente, la doctora en literatura y estética Sara Danius, y a la misma Frosterson, quien llevaba más de un cuarto de siglo ocupando su sillón académico. Si bien cuando el humo de la pólvora se disipó un poco, apenas un poco, la esperanza de los más optimistas se inclinaba por aguardar que los disidentes reconsideraran sus alejamientos por el bien de la entidad, fundada el 20 de marzo de 1786, la contienda que la envuelve dista mucho de haberse sosegado y aun parece que tiende a agravarse, particularmente a partir de que algunos de los académicos renunciantes solicitaron oficialmente a la Fundación Nobel, la patrocinante del premio homónimo, la conformación de una comisión investigadora de los hechos y sus derivaciones.
Por si fuera poco existe otro problema, de índole burocrático-administrativa: los estatutos de la venerable Svenska Akademien establecen concretamente que las designaciones de sus miembros son de carácter vitalicio, esto es, que solamente la muerte, que iguala a académicos y no académicos, es capaz de sacar del medio a uno de sus integrantes. Entre otras estrictas disposiciones, el documento fundacional explicita que como mínimo es imprescindible contar con una docena de miembros activos de los 18 totales para elegir a un nuevo integrante. Rigurosidad escandinava, que le dicen.
Su Majestad Carlos XVI Gustavo de Suecia, con toda la prisa que demandan las circunstancias y en el afán de devolverle a la institución algo de la credibilidad que la caracterizaba en años anteriores -para algunos, muy anteriores-, dio a conocer hace cosa de un mes una reforma de los añejos estatutos del siglo XVIII, que posibilitaría a sus miembros un egreso más o menos elegante en medio del embrollo y el no menos aceptable ingreso de otros en su reemplazo, procedimiento inédito desde que su predecesor, Gustavo III de Suecia (1746 – 1792), diera el lejano puntapié inicial para las actividades de la institución. Así, a comienzos de mayo recibieron los plácemes para su retirada definitiva Lotta Lotass, Klas Östergren, Sara Stridsberg y Kerstin Ekman. Se supone que en fecha próxima la anuencia para el retiro final alcanzará a los otros dos ex miembros dado que, por ahora, solamente a ellos les resta partir. De todas maneras, así se reformen antiquísimos estatutos, se reformulen políticas y procedimientos y hasta si se difuminan siquiera en parte los rayos y relámpagos de las denuncias y los cuestionamientos que se abatieron sobre la ya castigada entidad organizadora, su futuro -y el del premio literario por ella otorgado hasta 2018- no dejará por ello de estar envuelto en espesas nubes de dudas y sospechas.
Amenazadores fenómenos que solamente la efectiva realización del Premio Nobel prometido por partida doble para 2019 podrá comenzar a disipar, brindándole un paraguas -siquiera momentáneamente- al mayor galardón de las letras internacionales.
La posibilidad de que por distintas causas y bajo diferentes circunstancias, así como sucedió con el Rómulo Gallegos, también el Nobel de Literatura pase a ser solamente un artículo en Wikipedia, implica no solo que ya no lo gane nadie, sino que definitivamente lo perdamos todos.
© All rights reserved Luis Benítez
Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido numerosos reconocimientos tanto locales como internacionales, entre ellos, el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro fueron publicados en Argentina, Chile, España, EE.UU., Italia, México, Suecia, Venezuela y Uruguay