El mundo en que vivimos está inmerso en códigos únicos e irrepetibles. Códigos de etiqueta, conducta, de clasificación, de barra, de lenguaje, binarios, etc. La naturaleza está siendo codificada, el mundo animal, los productos medicinales. Absolutamente todo es clasificado y marcado de una u otra forma por el hombre.
Entonces, sentada en mi lugar favorito de casa y rodeada de la vegetación de mi jardín, también clasificado, y donde siento que me abstraigo completamente de todo lo demás, me he puesto a observar la interesante obra de un artista a quien pude contactar un tiempo atrás quien realiza una serie de creaciones pictóricas y las clasifica con lo que aparecen como códigos de barra: Jason Galarraga.
No son los códigos una novedad, tampoco lo son las piezas en sí. Lo interesante —a mi entender— ha sido la selección que el creador ha decido incluir en esta serie pictórica y que, valiéndose de diversas técnicas, como el collage, el dibujo o la acuarela, nos permite descifrar ciertos mensajes.
El artista ha sido específico al imprimir un código a ciertas obras o detalles de pinturas de gran importancia. Él incluye entre otras de esta serie, una pieza que hace referencia al conocido arquitecto Frank Gehry, quien con su trabajo dejó constancia de la inmediatez de una creación y la deconstrucción en la arquitectura. Con líneas sencillas, al igual que Gehry vemos el reflejo de lo que Galarraga desea expresar: el arte no necesita de la abundancia para ser valorado.
Observamos otra de las piezas de esta serie, un collage realizado en colores brillantes y trazos geométricos que igualmente incluye un código de barra; en este caso la pieza llamada Código Meninanos transporta inmediatamente al Museo del Prado, donde se encuentra la obra magistral de Diego Velázquez en el Siglo de Oro, y es en la que Galarraga se inspira para esta pieza. Advertimos en ésta, la importancia del estudio y conocimiento que debe tener un artista. Se ha dicho que el ABC de un gran creador sería el estudio, el talento y la proyección que haga de su arte, así como lo logró Henry Matisse, otro artista que marcó un hito en la revolución de la pintura del siglo pasado, con su técnica modernista y de quien el artista se ha fijado como referencia para codificar otra obra. Y es que, para lograr un cambio, un creador debe atreverse a romper esquemas y crear su propia historia.
Miranda en la Carraca de Arturo Michelena, obra emblemática del arte venezolano por su trascendencia en diversos ámbitos del sobrevenir del país, y porque trasladó al creador de este óleo monumental hasta el Arco de Triunfo de París, donde ha quedado su nombre. Esta obra, incluso hoy en día es considerada como un excelente trabajo y objeto de estudio sobre la historia del país ya que siendo del siglo XIX, se continúa su estudio como pieza clave en el arte y la historia de Venezuela. La penitencia en el lugar, mágicamente cargado de luz y sobriedad es lo que ha destacado el creador de la serie actual, ha enfatizado, además del código que ilustra la obra, otros elementos como el triángulo de luz solar y la figura humana que comprime a Miranda en este collage. Dos componentes que influyen en el comportamiento del ser humano, sea o no un artista: el tiempo y la situación social que esté viviendo en su momento.
El creador, también añade en esta serie un trabajo titulado Código Tangente. Los elementos destacados en esta pieza están bien delineados. Dos representaciones humanas y un cuerpo geométrico conformado por triángulos, rectángulos y cuadrados, que unidos fluctúan sobre un fondo de acuarela azul cielo y reposan sobre el código de barra que ha distinguido toda la serie, en este caso con tono verde hierba. Una combinación de tonalidades seleccionadas por el artista que sugieren el tema de la naturaleza, del hombre, su entorno y las actitudes de este frente a sí y los demás; el título expresa las posiciones de las figuras humanas que visualmente ofrecen cierto movimiento y comparten en un ambiente natural. La pieza le hace una oferta al espectador para que decida si en esta ecuación habrá o no una invitación de convivencia.
Y es que las relaciones humanas no siempre son como uno desea puesto que el entorno y el momento junto a todas las variables que nos rodean influye en el momento de querer o no, tener algún acercamiento o punto tangencial.
Todo lo que nos rodea ha sido o será clasificado de acuerdo con los parámetros que correspondan. En otras aristas de la vida, nos encontramos con personas de quienes nos formamos cierta opinión y dentro de nosotros va quedando un concepto especifico, por aquello que decidimos entender como “primera impresión” e inmediatamente le adjuntamos algo parecido a un código de clasificación. Así como Galarraga ha logrado codificar esta serie, resulta que ahondamos en nuestra percepción y nos damos cuenta de que nuestra forma de ser, o estilo tiene un código totalmente diferente.
¿Qué influye en ti, estimado lector, para decidir el código que le imprimes a las personas con quienes deseas compartir momentos de tu vida? ¿Qué código asumes en tu interior, en tu ego, para catalogar lo que es bueno o aceptable y lo que no? Dejo estas preguntas que también me haré toda la vida, hasta que logre descifrarme a mí misma, esperando ser cada vez mejor persona o mejor codificada, aunque cada uno de nosotros ya posee su propio ADN.
Gloria MiládelaRoca
Contacto con el artista:
Jason Galarraga
https://www.instagram.com/jasongalarraga/
https://www.facebook.com/jason.galarraga
