Tuve el privilegio de ver esta obra en el recoleto teatro Poliorama de la ciudad de Barcelona dirigida por Sergi Bellbel, en 2003, en pleno apogeo económico y de transformación y a cargo de un plantel bien valorado en su época. Actores hoy consagrados como Jordi Díaz, Jordi Boixaderas, Roser Batalla, o LLuís Soler. A partir de aquél éxito de su autor, Jordi Galcerán, siempre me hice una pregunta reiterativa y enfática en este momento ¿Por qué aquel éxito? Y hoy, extiendo la pregunta ¿Por qué este éxito internacional de esta obra? ¿Por qué unos ríen y otros se quedan en silencio? ¿Qué hay desde el punto de vista dramatúrgico donde, más que estar atento a la trama o el final, uno se queda como pensativo y se pregunta si está reflejado allí con el diálogo de estos cuatro personajes entre sí? Por partes.
Sinopsis. Un grupo de personas han sido convocadas para que una de ellas sea escogida para ocupar un cargo ejecutivo en una empresa importante. Se presentarán cuatro candidatos: Fernando (Carlos Mata) Enrique (Francisco Porras) Mercedes (Gabriella Vergara) y Carlos (Omar Germenos). La metodología se basará en una serie de pruebas, el método Grönholm. Objetivos que pretenden demostrar la habilidad que ellos tienen con su inteligencia emocional, los sistemas de empatía hacia los otros y la capacidad de decisión en situaciones límite. Hasta aquí todo muy correcto. Pero ¿son ciertas estas metas que propone el Departamento de Recursos Humanos para tal fin?
El método Grönholm es una crítica feroz hacia el egoísmo humano. Una actitud que queda patentizada en uno de sus personajes a través de sus opiniones sobre el mundo privado. Una denuncia soterrada hacia la competitividad y sus secuelas en el mercado laboral. Un desnudo feroz de los que consideran que el poder es lo único que cuenta en este mundo. O una trampa jocosa para reflexionar en el día a día de cualquier habitante de este planeta –…nunca mejor dicho llamado global- que todos compartimos. En el fondo, una fotografía posible de nosotros antes una situación común en nuestra área de trabajo.
Partiendo de la idea que la telenovela reina en el mundo del teatro en esta ciudad. Es decir, a menudo la confusión entre plató y espacio escénico aparece, quiero decir que aceptadas estas circunstancias que reconozco ya no me molestan como al principio de venir aquí, yo encontré razonablemente bien interpretado a los cuatro actores. No voy a negar que me reí mucho (pocos lo hacíamos; no en cambio, la sonrisa fue la emoción más extensa). Y lo hice sobre todo con el personaje que presenta Carlos Matas. Sin embargo, no puede apartar la vista de cómo funge Francisco Porras en un “sin-parar” lleno de movimientos desesperados y llenos de intriga y “mentiras” impuestas por el guión.
Carlos Salazar ha vuelto a poner de relieve su buen hacer y coloca la guinda en una producción bien construida que distingue al Paseo de las Artes, y apuesta por una complementación con el microteatro en esta área de El Doral. ER