Muchas veces los lectores nos proponemos leer cierta cantidad de libros. Queremos superarnos continuamente y leer más que el año anterior, más que el mes anterior. Es que las novedades son muchas y no dejan de llegar. Nuevos autores, nuevas historias que tienen “algo” que, irremediablemente, nos hacen mirarlas y apuntarlas en una libreta.
Desde hace cierto tiempo percibo una especie de acoso silencioso. No es un acoso negativo, sino más bien una abundancia casi exorbitante o exagerada de nuevas historias. Hoy todo se escribe, todo se publica, todo se vende. Y es allí, en la relación comercio-libro, donde algo empieza a hacer ruido.
Las redes sociales nos aportan infinidad de información sobre nuevos libros. Facebook, Instagram y Youtube han llegado a convertirse en verdaderos promotores de la lectura. Pero de pronto me pregunto: ¿realmente se promueve la lectura?, o ¿se promueve la venta de libros? Creo que es una mezcla de ambas cosas, pero me temo que más lo segundo que lo primero.
No se puede negar que la comercialización de la lectura es un hecho e incluso parece ser algo que se potencia cada vez más. El temor a que se pierda la recomendación por el boca a boca o a que el libro deje de ser eso que unía personas, para ser eso que genere competencias de mayor cantidad de libros leídos o “quién tiene las últimas novedades”, es algo que se ve, o al menos algo que yo, como lectora, veo.
Historias grandiosas que quizá nadie conoce permanecen en el fondo de un cajón, mientras que otras que, tal vez, repiten los mismos esquemas de siempre, se venden como pan caliente. Siento que cada vez vale más el “que venda” al “que conmueva o que conquiste”. Y entonces recordamos que tenemos cientos de historias aún sin leer o leídas que son como una especie de refugio seguro: libros que sabemos que no van a defraudar y a los que volvemos en busca de consuelo.
El libro es un objeto, pero para el lector es más que eso. Es una historia encerrada entre páginas, son personas, son historias de vida, son risas, lágrimas y miles de cosas más. No es solo un objeto. Pero así se lo vende y eso da un poco de pena. Por eso creo que los lectores tenemos que recordar el valor del libro por su interior y no por una cubierta o sinopsis prometedora.
El comercio del libro está llevando a un verdadero comercio de la lectura. La lectura: eso que resulta exclusivamente del ser humano cuando posa sus ojos en las palabras y les da vida con su lectura. No olvidemos eso, no olvidemos lo sencillo y genuino, dejando que el “boom” de la literatura nos lleve por delante.
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Celeste Cao. Lectora apasionada y entusiasta. Redactora en el blog literario Un viaje en papel, desde el año 2012. Participante en Convenciones Bloggers de La Feria del libro de Buenos Aires.
twitter: @celescao