Por fortuna, varias sensaciones he tenido mientras leía El Observatorio Editorial, del editor y escritor español Jorge Herralde (obra que, por otra parte, finalicé con cierta tristeza el mismo día de recibirla).
La primera es familiar: en mi biblioteca tengo muchos libros de la editorial que fundó a finales de los ’60, Anagrama. Pero claro, no soy muy original: cualquiera que se precio de buen lector – o al menos, curioso – ha tenido o tiene entre sus manos uno de los hermosos libros que publica, por lo general de tapa amarilla. La segunda es más complicada: Herralde es una especie en extinción: un editor que apuesta por el mero placer, en detrimento, muchas veces, de buenas ventas; alguien que tiene una relación personal con los autores; con una cultura amplísima y un espíritu crítico y no menos mordaz; y lo más importante: Herralde ama su trabajo.
Recuerdos, artículos, homenajes, entrevistas, todo se vuelve material precioso en sus manos mientras los lectores se ven envueltos en odiseas y placeres literarios donde, por supuesto, el más grande se convierte en esa aventura épica que es la confección de los títulos que integran la editorial. De este modo el capítulo “Panorama de Narrativas”: los inicios de una colección” es revelador. Herralde nos cuenta como un buen día recibe el acostumbrado catálogo semestral de Louisiana University Press, y donde espera encontrar las regulares obras de jazz y abundante color local, le llama la atención el anuncio de la publicación de una novela con un extraño título de un ignoto escritor y el prólogo a cargo del novelista Walker Percy que allí se reproducía. La novela era “A Confederacy of Dunces” (su autor John Kennedy Toole) y resultó ser el primer longseller de Anagrama, lo que permitió que la editorial pudiera hacer más exquisitas adquisiciones: Grace Paley, Eudora Welty, Joseph Roth, Ian McEwan.
Si traducir significa poner en circulación, transportar, diseminar, explicar, como señala Susan Sontag, es fundamental el rol que ha tenido Anagrama en dar a conocer en castellano a los principales escritores de las últimas décadas. Al menos dos generaciones de iberoamericanos le debemos las tempranas y estimulantes lecturas de Raymond Carver, Copi, Tom Wolfe o Bukowski. (Acerca de éste último, el capítulo dedicado al encuentro entre el escritor y su editor es una pieza antológica).
Pero no todo el oro proviene de la literatura en traducción. A través de la colección “Narrativas Hispánicas” o del premio que impulsa, Anagrama ha publicado obras fundamentales post boom. La presentación del escritor chileno Pedro Lemebel, el texto leído en el funeral de Roberto Bolaño, el homenaje al mítico Paco Porrúa – editor de “Cien años de Soledad” y “Rayuela”– o la bienvenida a la última adquisición de la editorial, Ricardo Piglia, hablan de esa obra colectiva que es el sello a la vez que nos invitan a la reflexión, a una geografía en la que leemos buena parte de la mejor literatura de aquí, allá y todas partes de la mano del último mohicano de las letras, el cazador del buen gusto y la lengua picante.
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Vera –Hernán Vera Alvarez– (Buenos Aires, 1977) es escritor y dibujante. Ha publicado el libro de cuentos Una extraña felicidad (llamada América) y el de comics ¡La gente no puede vivir sin problemas!. Muchos de sus trabajos han aparecido en revistas y diarios de Estados Unidos y América Latina, entre ellos, El Nuevo Herald, Meansheets, Loft Magazine, El Sentinel, Nagari, Sea Latino, TintaFrescaUS, La Nación y Clarín.
Vivió ocho años como un ilegal en los Estados Unidos donde trabajó en un astillero, en la cocina de un cabaret, en algunas discotecas, en la construcción. Desde el 2012 también es ciudadano americano. Blog: www.Matematicasencopacabana.blogspot.com