Mientras esperamos la reedición de la “Biblioteca Personal” –colección que Borges organizó con las obras imprescindibles de la literatura universal –, podemos disfrutar de la antología “Cuentos Memorables”. El libro está inspirado en la declaración que hizo el autor el 26 de julio de 1935, en la sección titulada “Un cuento, joya de la literatura”, de la revista El Hogar, donde trabajaba como periodista. En ese comentario elegía el relato de May Sinclair “Donde su fuego nunca se apaga” a la vez que mencionaba otros nueve, que son los que ahora se incluyen en el libro.
Aun cuando haya cierta astucia comercial en el asunto, por qué negarlo, la idea es seductora. Como lo descubrimos en su obra, las lecturas de Borges siempre fueron originales, raras, algo desconcertantes –qué podemos decir de León Bloy– y maravillosas. Entre la selección encontramos “El jardinero” y “El cuento más hermoso del mundo” (Rudyard Kipling), “El escarabajo de oro” (Edgar Allan Poe), “La pata de mono” (William Wymark Jacobs), “Los regalos perfectos” (O’Henry), “El dios de los gongs”, (Gilbert Keith Chesterton), “Bola de sebo” (Guy de Maupassant) y “El corazón de las tinieblas” (Joseph Conrad) En cuanto a este último, sólo se reproduce un fragmento, dada la extensión de la obra.
Para los asiduos lectores del escritor argentino –esos seres graciosamente llamados borgeanos– muchos de los autores de “Cuentos Memorables” son favorablemente predecibles, ya que Borges fue un hombre agradecido, en el sentido de señalar sus placeres, acaso sus influencias, repitiendo fielmente autores e iluminando nombres injustamente olvidados por sus contemporáneos. De ese rescate figuran May Sinclair y Francis Bret Harte (“Los expulsados de Poker-Flat”).
Salvo “Historia de Abdula, el mendigo ciego” (de “Las mil y una noches”) y “De lo que aconteció a un deán de Santiago con don Illán, el gran mago que vivía en Toledo” (Infante don Juan Manuel) los cuentos de la antología han sido escritos en inglés y francés. Por ese motivo es importante el cuidado que se tuvo sobre las traducciones, muchas a cargo del propio Borges junto a Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo.
En el prólogo de aquella Biblioteca Personal el escritor argentino comentaba lo que puede servir para ésta y todas las obras: “Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica. La rosa es sin por qué, dijo Angelus Silesius; siglos después, Whistler declararía el arte sucede.”
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Vera –Hernán Vera Alvarez– (Buenos Aires, 1977) es escritor y dibujante. Ha publicado el libro de cuentos Una extraña felicidad (llamada América) y el de comics ¡La gente no puede vivir sin problemas!. Muchos de sus trabajos han aparecido en revistas y diarios de Estados Unidos y América Latina, entre ellos, El Nuevo Herald, Meansheets, Loft Magazine, El Sentinel, Nagari, Sea Latino, TintaFrescaUS, La Nación y Clarín.
Vivió ocho años como un ilegal en los Estados Unidos donde trabajó en un astillero, en la cocina de un cabaret, en algunas discotecas, en la construcción. Desde el 2012 también es ciudadano americano. Blog: www.Matematicasencopacabana.blogspot.com