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Septiembre 2014

EL COLOR DEL MAR. Joaquín Sorolla

EL BALANDRITO. JOAQUIN SOROLLA

Caixa Forum de Barcelona.

Vino Sorolla… y se hizo la Luz.

a Cristina Barrios

Nació en Valencia, cerca del mar. Y murió retratándolo de mil maneras en sus orillas. Con el óleo dio vida a otras vidas a lo largo de su trayectoria; tanto en el norte como en el este de España. Sus figuras se tambalean en los bordes, como lo hace la espuma con sus burbujas. Son siluetas oteando el mar bajo el síndrome del descanso. Cuando rompe en la orilla una ola hay el remanso de quienes lo reciben. La playa es una alfombra inmensa, donde cualquier protagonista ejerce su papel de una manera sencilla y espontánea.

Sus piezas, a veces, son como párrafos entrelazados: niños entre el ocre de la arena y flotando en el mar. Divirtiéndose con veleros de juguete o cogidos de la mano de su madre. Vestidos blancos de mujer contra el viento. Rocas azuladas ante los vestigios de la madera podrida. Pescadores izando al atardecer la vela mediterránea. Sombreros de paja a punto de volar. Nasas de mimbre. Bueyes arrastrando las barcas y trayendo el pescado a la lonja.

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Cuando le apetece vienen “los naranjas” con todos sus matices y los sitúa a lo lejos en la misma longitudinal que las embarcaciones. Hay momentos que no hay ni individuos ni objetos.  El paisaje está desnudo de siluetas. Son puramente olas rompiendo y rompiéndose a sí mismas, en una infinidad de modelos. Apuntes azules, verdes esmeralda, de color marfil, de violetas… del violáceo de las rocas donde se agazapan las algas, los rosados del alba en la superficie.

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Sorolla domina la luz como nadie. La luz y la piel desnuda de cualquier edad. Dos elementos que no sólo aparecen en sus figuras sino en toda la concepción del paisaje. La luz es temprana o tardía en la jornada. La luz es una suma de sombras; delicadas  y a menudo con el reflejo en el mar o la arena. Otras aparecen en un simple charco. La luz traslúcida, cuando un cuerpo de niño aletea su brazos para nadar mientras, superficie y fondo, se unen. La luz en la piel de los bueyes. Acentuando sus manchas  y su impulso. La luz que se levanta del Este protegiendo a los infantes en el agua. O la que da cientos de blancos sucios llenos vida en la indumentaria de sus personajes. A veces,pienso que ha sido el descubrimiento de la vibración de la sombras, lo que ha dado origen al trazo en su pintura.

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Pero hay algo más en el dominio de este artista. La belleza de los planos. La composición casi captada al milímetro de las emociones más perecederas en los rostros. En el vuelo de las telas ajadas que huyen o flotan en los lienzos. En el detalle constructivo de las turbas que crea el propio oleaje en una tarde de marejada. O las que se vislumbran al fondo en acantilados…bajo las isletas o peñascos de la costa Cantábrica.

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Si la exposición toma el título de “El color del mar”,no sólo lo es porque él mismo es su protagonista en esta curaduría -Consuelo Luca de Tena- sino también por el paisaje humano y geográfico que circunda esta inmensidad llamada Atlántico o la propia costa del Mare Nostrum. Sorolla estuvo sin duda junto al Creador, el primer día que éste configuró la composición del Universo. ER

Hacer clik aquí para ver el video introductorio a la exposición.

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