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Septiembre 2018

EL CIELO GIRA UN FILM DE MERCEDES ÁLVAREZ

Título. El cielo gira. Año. 2005. País. España. Dirección. Mercedes Álvarez. Guion

Mercedes Álvarez, Arturo Redín. Fotografía. Alberto Rodríguez. Reparto: la naturaleza,

los habitantes de Aldealseñor y el pintor Pello Azketa. Productora José María Lara P.C. / Alokatu S.L.

 

Crónica particular

 

Unos días antes de decidir si iba de vacaciones al Pirineo, Lucía, mi compañera, me propuso visionar juntos un documental. Después de ver El cielo gira, y pedir a gritos huir de la Barcelona turística: nos fuimos. Nos fuimos a Soria. A recorrer esta pequeña nación singular y única de los campos de Castilla la Vieja. Visitamos sus comarcas y especialmente el territorio de las Tierras Altas.

 

En la plaza mayor de una aldea… una sorpresa: “Está ahí. Acaba de entrar en casa acompañando a su madre” Me dice un veraneante. “¿Es usted Mercedes Álvarez?“ Le pregunto.” Dígame…”. Ante mi rostro: su autora, su compañero Arturo Redín, una de las protagonistas -su mamá- y el set del rodaje: el pueblo de Aldealseñor.

 

En este momento, mis pupilas están como la lluvia tras una ventana. Desempaño mis gafas y le doy un beso amical a ella, a su madre y estrecho la mano al guionista, su marido Arturo.

 

Sinopsis

 

En Aldealseñor, una pequeña villa de los páramos altos de Soria, quedan hoy 14 habitantes. Son la última generación, después de mil años de historia ininterrumpida. Hoy, la vida continúa. Dentro de poco, se extinguirá sin estrépito y sin más testigos. Los vecinos de Aldealseñor y el trabajo del pintor Pello Azketa comparten algo en común: las cosas han comenzado a desaparecer delante de ellos. (FILMAFFINITY)

 

La película

 

El documental empieza con estas palabras autobiográficas de su narradora: “Una vez fui a la casa del pintor Pello Azketa…en cuyas aguas dos niños se asoman a un pantano. Algo se había perdido o estaba a punto de desaparecer. En aquel entonces yo planeaba ir a mi pueblo…”

 

El cielo gira es un documental sobre lo detenido.

 

La despoblación, los atributos del paisaje, la sociología de lo que fue y los que quedan hoy hablando de la historia del lugar… hacen una simbiosis única.  Una narrativa de huellas.

 

Unas cuantas pisadas de dinosaurios que ascienden a un cerro y mueren en el Paleolítico, sirven a una vecina para recordar sus juegos en la infancia con sus amigas. Otras son cicatrices que traen a la memoria sus protagonistas a través del diálogo. Una pareja de amigos, Antonio y Silvano, de los pocos habitantes que quedan, hablan de los contados pelos que le quedaban a su difunto tío una vez lo desenterraron para ubicar al siguiente cadáver. Desde un tono más calmo y humano, recuerdan los espacios hoy derruidos mientras cavan la tierra en el cementerio.

 

Fotografías… fusionando planos del hoy y el pretérito. Imágenes del falangismo de posguerra y figuras de la iglesia con el manto de la Semana Santa. Hermosos olmos, hoy, desaparecidos. Sólo les restan sus troncos; una plaga acabó con ellos en los ochenta. Escenas supuestamente aristocráticas de antaño que evocan la vida cotidiana en una almena palaciega. Anécdotas desde el humor negro más sutil, entre una conversación de varios ancianos para dilucidar qué va a suceder en las próximas elecciones: “Vinieron a ver si los votaba… y me ofrecieron caramelos, globos y condones”. Construcciones para poblar el lugar de molinos eólicos en las colinas. Relata también, un encuentro entre dos nuevos vecinos de origen marroquí que dialogan sobre el pasado árabe de la zona y la situación política de su país común. Uno es pastor de ovejas y el otro se entrena como atleta para la próxima maratón olímpica.

 

El cielo gira, aparte de los contenidos citados, es, ante todo, un gran retablo sobre la naturaleza local: parajes, carrascos, nieve, neblina, campos de trigo, bosques de pino rojo… Un homenaje sincero y prístino concebido bajo el género impresionista que permite a Alberto Rodríguez, el director de fotografía, hacer una lectura curada y humanista de lo que ocurre. Sucesos bien tramados desde un guion -Arturo Redín – para nada didáctico, divulgativo o académico. Y en cambio, con el don de conseguir los mismos resultados sin este “trío de calificativos” una vez visto. Es decir, uno amerita lo que ve, entiende pausadamente qué sucede allí, y profundiza en su mensaje implícito con datos, una vez ha finalizado su proyección.

 

Uno entiende el oficio de la luna o un eclipse sobre la siembra. El rosario de estrellas durante una noche de julio o el que se reza en el banco de la iglesia. El canto del rebaño sobre una música leve de cencerros. La intromisión de la niebla en invierno mientras dulcemente asciende hacia la sierra. O el suceder del agua dormida en una fuente de piedra.

 

Uno deduce porque pone al pintor Pello Azketa con dos niños en un cuadro mirando el agua de un lago al inicio. Y después cierra el documental con la ausencia de personajes humanos en una tela.

 

Uno es uno… en este veneno hermoso que, sin pretenderlo, Mercedes Álvarez nos inyecta débilmente mientras nos sentamos en el sofá de casa. A nuestro lado: la quietud y la soledad. La narrativa de una Castilla, hoy abandonada a su destino y agraciada con los habitantes que aún la estiman e intentan conservar su patrimonio.

 

Este film ha sido premiado en

  • 2005: Festival de Rotterdam: Tiger Award a la Mejor película
  • 2005: Festival de París: Mejor película
  • 2005: Festival de Málaga: Mejor documental
  • 2005: BAFICI: Mejor película

 

Sólo me queda un vocablo para finalizar, posiblemente manido, pero sin duda honesto:

Gracias.

ER

 

 

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