Estoy sentado en el container número 4 en un ambiente donde virtualmente un combate de boxeo parece que vaya a empezar. La luz cenital, un poco de bruma en el ambiente y una mujer, Elia, (Noris Joffre) con guantes de color rojo delatan lo posible. Pero estamos en el vestidor donde los boxeadores se cambian e intercambian estrategias y tácticas pugilísticas con sus entrenadores. Golpeando con sus puños a los fantasmas del aire, Elia suelta una pregunta a su coach Marcelo, (Pedro Telémaco, José Brocco), “¿…Vas a seguir sin hablarme?”mientras se prepara para salir al ring.
Marcelo va a hablar y le va a expresar sus sentimientos y sus dudas antes de que salga a la palestra. “¿Me puedes explicar cómo harás para protegerte el rostro y el costado?” Ella tiene el hígado en malas condiciones aunque su cara está impoluta. Elia lo ama con locura pero un secreto queda en sus labios antes de enfrentarse a su contrincante Rosi, Torberllino, López. Elia sale a pelear mientas Marcelo no puede y escucha el combate por la radio. Cuando Elia entra cabizbaja al vestuario de nuevo, Marcelo le aclama emocionado: “¡Has ganado¡”. Lo que no sabe es, que el que ha perdido es él.
Un guión que, desde la anécdota aparente, asciende hacia el conflicto al mismo nivel que lo hace la furia y la fuerza interpretativa de Noris Joffre. Peldaño a peldaño esta escalera emotiva de la obra que dura 15 minutos en total, la actriz pone todo de sí misma en cada línea del diálogo. Su magnifico sparring verbal, José Brocco, permite con su humildad y su actitud bien medida como secundario, un merecido protagonismo a Elia para conseguir la altura dramática que merece el texto.
¿Qué puedo añadir? Pues puedo hablar de como percibí el sudor por el esfuerzo de la protagonista en primera línea, o la solidaridad por la rabia que genera el ahogo que sufre por lo que pierde. Quizás por la proximidad que da el género de microteatro -y sin duda por la dirección y puesta en escena de Otto Rodríguez- hice algo que muy pocas veces acostumbro a hacer: sin permiso previo me fui a abrazar a la actriz y empaparme de su piel para brindarle mis cumplidos y “consolarla” con la misma emoción que requiere el final propuesto.
Los bravos del público no cesaron; la pelea seguía su camino. En diez minutos empezaba otro combate de Elia, con la misma dialéctica que ofrecía Hillary Swank en Million Dollar Baby… así hasta la una de la madrugada: seis combates en un sábado.