Mi vida carece de aventura y quizás por ello les envió una reseña de una lectura inacabada. Transgresión ínfima que espero me perdonen.Nunca consumo libros de auto-ayuda con la pretensión de mejorar mi anodina vida, pero a veces los leo como recurso paliativo.
Adquirí, El buen amor en la pareja, tras escuchar una conferencia que, Joan Garriga, pronunció en el Instituto Gestalt de Barcelona. Joan Garriga, licenciado en Psicología, fue uno de los fundadores del Instituto Gestalt de Barcelona y trabaja en él como terapeuta y formador en los ámbitos de las constelaciones familiares, el coaching sistémico, la terapia gestalt y la programación neurolingüística.
Galimatías psicoterapéutico del que destaco las constelaciones familiares porque mi psique analfabeta lo relacionó con el surrealismo astral de mi familia. No voy desencaminada. En la página Web del Instituto Gestalt de Barcelona desvelan qué son las constelaciones familiares con esta definición:“Es la metodología fenomenológica y sistémica creada por Bert Hellinger, psicoterapeuta alemán, que ha enriquecido el panorama terapéutico a partir de las comprensiones de los Órdenes del Amor y los Movimientos del Alma. En el trabajo de Constelaciones se logra, en un tiempo breve, comprensiones muy claras acerca de las dinámicas e implicaciones familiares que mantienen los problemas y, a menudo, se desarrollan importantes movimientos de solución.
El trabajo de Constelaciones mira esta red de vínculos en la que todas las personas estamos insertadas y clarifica la dirección del amor de manera que se oriente al desarrollo y al crecimiento; y pueda renunciar a manifestarse en síntomas, limitaciones y desdichas. La principal aportación de Bert Hellinger es la explicitación de los Órdenes del Amor, sostenida en la idea de que el amor crece y florece dentro de un Orden que da a cada miembro de la familia o del sistema, un lugar de dignidad y respeto. Todos somos miembros de una familia y estamos ligados por profundos lazos de amor y lealtad. En muchos casos, este amor que nos puede llevar a la felicidad, nos puede traer desdicha e incluso enfermedad.
Bert Hellinger observó, a lo largo de su trabajo con sistemas familiares, las dinámicas que conllevan identificaciones e implicaciones trágicas de una generación a la siguiente: la muerte temprana de un miembro de la familia; cuando alguien fue expulsado u olvidado, o se le negó la pertenencia; cuando hay injusticias y desequilibrios en el balance entre el dar y el tomar; la dinámica de seguir a la muerte a otras personas; querer morir y llevar cargas en lugar de otros; expiaciones de culpas de anteriores; movimientos amorosos interrumpidos hacia los padres; etc. Estos son hechos, entre otros, que pueden tener efectos en las generaciones posteriores de manera totalmente inconsciente, como también ser la base de muchas neurosis.
En el trabajo de Constelaciones Familiares las dinámicas e implicaciones que generan desdicha salen a la luz y, al restablecer los Ordenes del Amor, aparecen soluciones que hacen fluir el amor para el bienestar y alivio de todos los miembros de una familia. “
Seguramente habrá algún lector que superé mi intelecto y comprenda la definición; yo no la entendí.
Decidí leer el libro por el consejo esotérico de Joan Garriga en la contraportada:
“Porque este libro no habla de lo que hay que hacer ni de lo que no hay que hacer. No habla de modelos ideales ni de cómo deberían ser las cosas, sino de las diferentes formas que existen de ser pareja y de encontrar la propia fórmula, la que a cada uno le haga feliz, la que en palabras de Garriga, hará que disfrutemos de un buen amor, aquel que se reconoce”
Porque en él somos exactamente como somos
y dejamos que el otro sea exactamente como es.
Pueden imprimir la última frase escrita en letra Book Antiqua y engancharla en la nevera como un imán-antídoto para superar los amargos momentos en los que los celos, un calcetín sucio sobre una mesa o la falta de tacto de su pareja motiven la estampida del lecho conyugal.
Los capítulos leídos hasta ahora han tenido un efecto Prozac en mi existencia. Entre ellos destacaría dos:“La buena noticia: nadie puede hacerte infeliz” y “La mala noticia: nadie puede hacerte feliz.”.
Los leí en el metro -suburbano para los que viven en América- en mi viaje matinal hacia el trabajo; necesitaba un input emocional que reconfortará mi desilusión romántica en los albores del mes de abril. Fueron útiles mientras el metro discurría por los raíles, pero perdieron credibilidad en las escaleras mecánicas que conectan el inframundo subterráneo con el asfalto urbano.
La mezquindad femenina no me permitió creer que la “pareja no tiene la capacidad de hacernos infelices ni tampoco que “nadie tiene el poder de hacernos felices “.Sin embargo a pesar de no ser una lectora abducida supe leer entre líneas y fue útil comprobar que todavía conservo la lucidez para comprender que la FELICIDAD o la INFELICIDAD no es un objetivo razonable ni practico, en la vida de una pareja, ni en cualquier sistema de emparejamiento.Ni ellos ni nosotras estamos predestinados a fundirnos en una piedra preciosa y la soledad es connatural al ejercicio individual de vivir.
Otros capítulos leídos sobre: el enamoramiento, la sexualidad, la pareja de tres, un espacio para el crecimiento…me han servido para analizar mis vivencias sin la visceralidad de los sentimientos a flor de piel. Los catalanes celebramos el pasado 23 de abril, la diada de “Sant Jordi”, en catalán, y nos regalamos libros y rosas, expuestas a la intemperie de unas calles que exhalan el perfume de las tradiciones ancestrales.Imaginé que el día 23 de abril le regalaría, “El buen amor en la pareja” al hombre objeto de mi deseo y él me daba una rosa blanca envuelta en celofán rosa. Nadie me regalará una rosa blanca el día 23 de abril y él no leerá el libro. La realidad supera a la ficción y mi extraña relación de pareja suma en exceso la ratio “más de dos”.
Ángels Martínez