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EFÍMERO DE LO ETERNO: sobre La caricia de lo inútil, de Noel Luna. Elidio LaTorre Lagares

No existe un género literario que se asemeje más a la búsqueda de libertades expresivas, evocadoras y sugerentes que destacan en la poesía que el ensayo literario. Un ensayo siempre va en búsqueda de alguna verdad, cualquiera que sea, y en La caricia de lo inútil: ensayos 2002-2021 (Laberinto 2022), de Noel Luna, no solo encontramos a un poeta ensayando saberes de su oficio, sino que va tras el trazo rizomático de las lecturas que, de un modo u otro, le forman. La inquietud es sigilosa, sinuosa. Estos ensayos se comportan como organismos que viven más allá del sentido que tienen, o del que le damos.

 

 

El libro, en su conjunto, planteas figuraciones que en algún momento validan aquel axioma que T.S. Eliot articulara en “La tradición y el talento individual”, y en donde el autor de The Wasteland plantea que el verdadero poeta siempre se debe a una conciencia de la literatura que le precede, hecho que se refrenda por gradaciones del trabajo literario. Eliot no hablaba exactamente de actos miméticos de la creación ni del servilismo ante la tradición, sino que se refería a la legítima apropiación profunda, donde la tradición igual se continúa como que se altera. En el caso de Luna, el poeta viene con una urgencia, una necesidad: honrar las partes y las partículas de lo que al final pudiese leerse como una obra de la estética, una estética autobiográfica, precisada en la intersección entre el arte -la poesía, la literatura- y la vida personal, capturando, en esencia, los matices de aquellas experiencias vividas por su creador. Leer este libro es más que encontrar a los autores sobre los que Luna diserta; leer este libro es encontrar a Noel Luna.

 

 

La caricia de lo inútil: ensayos 2002-2021 se articula en unos 27 ensayos rigurosamente curados por su autor con la misma afición horológica con que atiende su poesía. Sus poemarios, he de acotar, son una suma de versos que en su movimiento peregrinan como fragmentos de un mismo poema continuo, un viaje que inicia con Teoría del conocimiento (2001), y continúa con la trilogía de Hilo de voz (2005), Selene (2008) y Música de cámara (2009). Luego de La escuela pagana (2014), da a prensas el magistral Luz negra (2018), Premio Nacional de Poesía en el Certamen de Instituto de Cultura Puertorriqueña, y más recientemente Breves peroratas en campo enemigo (2023), bajo el sello de Gacela del ático.

 

 

La obra de Luna es un universo poético que debe ser leído de la misma manera que se destilan estos poemas: con pausas y sin prisas. De lo que no queda duda es de que en Luna prevalece un pulso exacto de relojero. Alerta al funcionamiento del mecanismo interior del poema, el poeta siempre conoce la precisión necesaria que exige la forma. Maridaje de artesanía e ingeniería mecánica, Luna es un escritor que se exige una dedicación máxima a sí mismo. Su vocación queda expuesta a prueba de todo y su entrega absoluta al trabajo lo colocan como uno de los mejores poetas de su generación en Puerto Rico.

 

 

Un poeta es lo que lee. Por aquí desfilan sus maestros, Palés Matos, Piglia, Rubén Ríos Ávila, Virgilio Piñera, Julia de Burgos y Arcadio Díaz Quiñones mientras rinde sus respetos a varios de sus contemporáneos, como Néstor Rodríguez, Juan Carlos Quintero Herencia, Eugenio Ballou y Eduardo Lalo. Las palabras del poeta abren el camino al lector para entrar en las poéticas de Vanessa Dross, Aurea María Sotomayor, Anjelamaría Dávila y Manuel Ramos Otero, y entender la inmensidad de lo posible. Si no se titulara La caricia de lo inútil, se titularía Homenaje al cordón umbilical, porque el ombligo podrá la cicatriz, pero el cordón umbilical es la vida.

 

 

«A lo largo del pasado he ido perdiendo mi posesión del pasado», admite Luna en el ensayo inicial, «El lugar de la memoria». Y añade: «No me refiero a un conocimiento cabal de la historia de mi país, que nunca tuve, sino a un saber más minúsculo: el de mi historia personal”.

 

 

Mas, ¿qué otra cosa hace un poeta, sino trabajar con la memoria del lenguaje? «¿Cuánto hace falta vivir para tener derecho a recordar?» se pregunta al comienzo del libro, y la interrogante es tan solo una de las muchas que surgen y dan urgencia al libro.

 

 

Queda pactado con el lector lo que prosigue en el libro: aproximaciones, miradas, valoraciones manifiestas en un estilo narrativo, adosado a su vez por recursos descriptivos detalladas, metáforas personales y otras estratégicas piezas de retórica. La caricia de lo inútil nos serena con su propia sensibilidad y experiencia vital. Como estética, Luna, más que representar eventos o memorias, busca dejar que la escritura sea espejo del tiempo, por hacer prestación de la conocida frase de Borges. La literatura tatuada como identidad del escribiente.

 

 

El ensayo «El lugar de la memoria» finaliza con la proclama de que «nuestro tiempo no tolera disidencias: quien no pueda asumir la noción de que todo es simulacro —de que el pasado y el presente son tan inciertos, improbables y evanescentes como el futuro—, que se dedique a la impostura del recuerdo».

 

 

El título del libro emana de unos versos de Julia de Burgos, sustraídos del poema «Canción amarga»: «Debe ser la caricia de lo inútil, /la tristeza sin fin de ser poeta».

 

 

¿Es ser poeta algo triste? ¿Es la literatura una futilidad? ¿Por qué nos regodeamos en lo fútil?

 

 

A Borges una vez le preguntaron para qué servía la poesía y él contestó: «Bueno, ¿para qué sirve la muerte? ¿Para qué sirve el sabor del café? ¿Para qué sirve el universo? ¿Para qué sirvo yo? ¿Para qué servimos?»

 

 

Esa es la pregunta. ¿Para qué servimos?

 

 

La respuesta vino primero en boca de Huidobro: «Non serviam», dijo. No te serviré. Ya tenemos edad para andar solos por estos mundos. Y que vengan las caricias, por más inútiles que parezcan y no lo sean.

 

 

 

© All rights reserved Elidio La Torre Lagares

 

 

Elidio La Torre Lagares es poeta, ensayista y narrador. Ha publicado un libro de cuentos, Septiembre (Editorial Cultural, 2000), premiada por el Pen Club de Puerto Rico como uno de los mejores libros de ese año, y dos novelas también premiadas por la misma organización: Historia de un dios pequeño (Plaza Mayor, 2001) y Gracia (Oveja Negra, 2004). Además, ha publicado los siguientes poemarios: Embudo: poemas de fin de siglo (1994), Cuerpos sin sombras (Isla Negra Editores, 1998), Cáliz (2004). El éxito de su poesía se consolida con la publicación de Vicios de construcción (2008), libro que ha gozado del favor crítico y comercial.

En el 2007 recibió el galardón Gran Premio Nuevas Letras, otorgado por la Feria Internacional del Libro de Puerto Rico, y en marzo de 2008 recibió el Primer Premio de Poesía Julia de Burgos, auspiciado por la Fundación Nilita Vientós Gastón, por el libro Ensayo del vuelo.

En la actualidad es profesor de Literatura y Creación Literaria en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Ha colaborado con el periódico El Nuevo Día, La Jornada de México y es columnista de la revista de cultura hispanoamericana Otro Lunes.

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