MUNDOS PARALELOS
Eran cerca de las once de la mañana cuando la bella Sra. Olivia Arqueta, esposa del archiconocido actor Bruno Lapecher, se presentó en mi despacho. El humo de su cigarrillo me despertó las ganas de fumar.
—Usted es Pablo Ferrara, presumo —dijo insinuante una vez cerró la puerta tras de sí.
—Detective privado con más de veinticinco años de experiencia para servirle —contesté encendiendo un cigarrillo. Entonces le di mi tarjeta.
—Quiero que investigue a mi marido —dijo sentándose en la silla decrépita frente a mi desvencijado escritorio.
—¿Qué le hace sospechar?
—Viene tarde en la noche.
La Sra. Arqueta apagó su cigarrillo en el cenicero y pagó parte por adelantado.
Seguí a Lapecher. El tipo sin duda tenía una vida agitada. En ella había muchas mujeres hermosas, tanto como o más que la Sra. Arqueta. Pero de infidelidad nada.
A las tres semanas me personé en su mansión de la playa. Le presenté fotografías y vídeos que demostraban que su marido no le mentía. No era lo que mi clienta necesitaba.
—No me refiero a este universo —dijo. Tomó un sorbo de güisqui. Vestía una bata blanca de encaje que se deslizaba abierta por sus piernas largas y cruzadas.
Me serví un güisqui y bebí un trago. Dije:
—Entiendo.
Aquí es donde el asunto se puso interesante. Normalmente no hago este tipo de trabajos interdimensionales. Para pillar a un fulano en una infidelidad me bastan uno o dos días en este universo. Afortunadamente conozco todos los agujeros negros de la ciudad.
Me metí en el coche, lo arranqué, encendí la música a todo gas —la sinfonía de cuerdas en el hiperespacio no es lo mío— y pisé el acelerador rumbo al universo que llaman amarillo, el favorito de los paparazzi.
No me fue difícil encontrar a Lepecher en la suite presidencial de uno de los hoteles de lujo de la ciudad. La puerta del dormitorio estaba abierta. Lapecher yacía atado con cinco jóvenes que daba gusto contemplar.
Grabé lo necesario. Al dejar el hotel vi a la Sra. Arqueta tomando una copa en el bar. Llevaba un vestido negro mate ajustado.
Esa noche dormí con ella.
A la mañana siguiente cogí el coche y regresé a mi universo. En la mansión de la playa me preguntó:
— ¿Y bien?
Le di el vídeo.
SÁLVATE A TI MISMO, NO AL MUNDO
Estaban tres cuervos tristes apostados en una rama mirando la carretera. Una tortuga empezó a cruzarla parsimoniosa.
—¿No es ese el hermano de Edgar? —preguntó uno.
—Era —dijo el otro.
En esto que pasó un coche y atropelló al hermano de Edgar.
—Ha muerto en el mismo sitio que su hermano, su padre, sus tíos y sus primos.
—Deberíamos avisar a la madre que no deje cruzar a sus hijos por ahí.
Los cuervos estuvieron callados hasta que cruzó corriendo un cervatillo tierno y curioso.
—¿No es ese el crío de Kata?
Pasó otro coche y atropelló al pequeño cérvido.
—Era. ¿A quién se le ocurre dejar al niño suelto? Me hierve la sangre con tanta estupidez.
—Ya podría haberlo cuidado el padre.
Los cuervos volvieron a cerrar el pico. Luego vieron arrastrarse a una serpiente por la carretera.
—¿Quién es?
—Se parece a Amy, pero… no…no es.
—¿Qué hacéis aquí parados? —preguntó un tercer cuervo aterrizando en la misma rama.
—Aquí, arreglando el mundo.
—¿Y esa?
—Ni idea.
En cuanto el coche arrolló al reptil los tres cuervos volaron hacia el cadáver, le picaron los ojos y le comieron las entrañas.
© All rights reserved Nieves Pascual Soler
Nieves Pascual Soler es docente y reside en los Estados Unidos. Sus cuentos han aparecido en Baquiana, Brevilla, Primera Página, Letralia, Microscopías, Relatos sin contrato, Revista SinFín, Palabrerías y Canibaal, entre otros.