En un apartamento clásico en Nueva York, va a llegar la secretaria del jefe llamada Marta (Gaby González) y va tener una aventura con el mismo, Eduardo Sotomayor, (Alejandro Gil). En el lugar, vive una pareja de lesbianas Sue (Julie de Grandy) y Christie (Verónica Abruza) que trabajan, a la vez, en la misma empresa que la secretaria. Sue teme que sea despedida al iniciarse la visita y Christie “le pone” que venga Marta a su apartamento. Tomada la decisión llega el día y la hora indicada y se encuentran los amantes. Consumado el acto… consumido el deceso del varón en la cama. “¡Tienen que sacar el muerto de esta casa!” dice Sue. Entonces viene la pregunta del millón…
¿Y dónde lo metemos?
A partir de aquí, empieza una comedia negra de enredos inteligente, loca, muy acertada en lo cómico y sin demasiados tópicos. Pero quizás un poco rápida, al punto que, da rienda suelta, en algunas ocasiones, a atropellos en los diálogos mientras avanza la acción. Con gags donde sí o sí te ríes sin parar. Y, además, con algo de suspense en la trama que le da un detalle especial. A mi parecer, bien escrita y con dinamismo. Pero con un final de la obra que, sin negar que el mismo debe de ser plácido y divertido, a mi humilde entender se recrea un poco en lo obvio: la felicidad de ambas por haber conseguido el objetivo final… hacerlo desaparecer con éxito.
Fue un error no haber ido antes a verla: lo confieso. Los que estáis en este mundo, y ya me empezáis a conocer, sabéis que soy un poco reacio a la comedia-fácil que tan en boga se ha puesto en algunos de los teatros de Miami.
Julie de Grandy me había advertido que me reiría. Perdóname Julie. Quién no lo hizo, y por tanto no me perdonó, fue Verónica Abruza que, debido a una incontrolable carcajada mía en una escena donde ellas juegan a cartas después que han solucionado lo del muerto, le empasté mi reír vicioso. Semiescondida, Verónica también se puso a reír en el escenario junto a Gabie González. Menos mal que fue la sesión de clausura, donde las actrices dan más rienda suelta a sus personajes y, a la vez, se enamoran en aumento de ellos porque los van a abandonar. Constato la entrega de todas/os en escena.
Juan Roca, el director, ya es un clásico en esta santa casa de Havanafama la cual regenta, donde la gente, bajo sus órdenes y en colaboración de equipo, se deja la piel en el escenario. “A veces Eduard tengo ganas de tirar la toalla en esta ciudad… nadie colabora en pos del teatro”. No lo hagas Juan…no…no lo hagas. El trío de mujeres actúa con dignidad y el muerto (Alejandro Gil) rinde homenaje a su hombría una vez el deceso ya es un hecho. Sólo tienen que ver qué le pasa a su “miembro viril” una vez descansa en paz.
Esta obra tiene el éxito asegurado allá donde se adapte en el mundo latino y, además, tiene el compromiso social de regularizar, aunque solo sea bajo la comicidad, los aspectos que conlleva las relaciones homosexuales de convivencia en una sociedad bastante conservadora en este aspecto, como la que se da en el ámbito hispano de Miami. “Papá… Mamá: Christie y yo somos lesbianas…” le dice Sue a los supuestos padres que no están. Y ellos les contestan “Tranquila hija, mientras no sean Testigos de Jehová… todo está bien”. ¿Conclusión? ¡Qué Viva España¡ que es la canción de Manolo Escobar, con la cual finaliza la obra y nos pone a todos contentos con el aplauso en la mano, mientras nos levantamos de la sillas. ER