Una noche en Books & Books tuve el privilegio de conocer al poeta Ernesto Olivera Castro, coincidíamos en el taller literario que organizaba Proyecto SETRA, era una noche mágica poblada por la Literatura.
La tertulia concluyó y en mis manos quedó un ejemplar de su poemario Isla de Memoria. Mi destino trashumante me hizo Habanecer con la poesía de Ernesto Olivera, descubrir, acaso rememorar una Habana que a ratos vencía las cuartillas, se hundía y volvía a emerger.
Señalo al poeta Olivera Castro, porque su oficio es el semen del novelista que nos entrega DONDE CRECE EL VACÍO.
Si de la poesía de Olivera Castro, Elena Tamargo escribió:
“… ninguna palabra está aislada, ninguna es la primera: todas se han escuchado antes. Siempre se ha dicho algo más de ellas, y siempre de ellas falta algo por decir, porque en estos versos, este aliento, los signos y las señales apuntan hacia lo lejos. Son poemas que hablan de todos nosotros, ese plural tan indefinido que no encuentra cotejo en el diálogo narrativo, y que solamente en versos se asoma o presiente algo que pudiera establecerse como una unidad dialogante.”
En su novela por el contrario, Ernesto Olivera busca la palabra primigenia, la que con el lirismo propio de la poesía engendra mundos nuevos, usada para romper con la estructura de la voz narrativa, como matriz generadora del lenguaje.
En este sentido logra con felicidad contradecir el juicio de Milán Kundera que en su ensayo La Cortina compara la juventud con la “edad lírica” donde el individuo se introyecta y es incapaz de ver, comprender o juzgar claramente el mundo a su alrededor. Kundera considera que se alcanza la madurez al superar la actitud lírica y va aún más lejos al comparar este paso con la conversión de Saulo a Pablo cuando el novelista nace de entre las ruinas de su mundo lírico.
Al invertir la fórmula de Kundera Olivera Castro nos entrega un texto que se desdobla en una belleza con ecos de James Joyce, de Charles Bukowski, o entendiendo por ésta no como una cualidad sino como el efecto que resulta de la contemplación, la elevación pura e intensa del alma tal como la define Edgar Allan Poe en sus ensayos The Philosophy of Composition y The Poetic principle.
Si la poesía ha sido germen de DONDE CRECE EL VACÍO el destino del protagonista es paralelo al de Ulises. No hay Helenas que justifiquen la partida ni Penélopes que deshilvanen el tiempo esperando el regreso.
Angola es la Troya que sirve como pretexto para abandonar Isla Tabú donde nuestro Odiseo tuvo que inscribirse
“con otro nombre, amar el Internacionalismo Solidario, y al hermano país de Angola. Era la única salida para ver a tía Marcelina en Orense y entregarle el legado familiar, y así entrar a la historia del árbol genealógico de Los Folgosos, y sobre todo que mi padre pudiera descansar en paz.”
Angola es el delirio de la guerra, la huida a toda costa, el sinsentido de la existencia,
“Aún sigo buscando un lienzo sobre un soldado abandonado. Tal vez por Julio al morir en una trinchera al sur de Angola. Él con ganas de vivir. Yo con ganas de morirme, porque comenzó a crecer en mí la idea de la inutilidad mientras Julio se aferraba a la vida.”
El retorno a Isla Tabú es el eterno retorno a Ítaca pero como confiesa:
“Regresar no me devolvió los veinte años de ausencia. Ni para amansar esta memoria. Y escribí sobre los rumores del barrio.”
El disfraz de este Ulises moderno, no es el de un pordiosero, es un container (contenedor), que hace las veces de ventana/prisión en un mundo donde el mercantilismo tiende a dominar:
“… la Nueva Clase de la diáspora engendra su neo-división y su paradoja: por una parte el gasto social es inevitable en cualquier forma de gobierno, y la obsesión por acaparar las cosas y más cosas atrae la desigualdad del gasto, y entonces, ¡Pinche excedente! insisto, también en los neoburgueses y/o Nueva Clase prolifera la corrupción en bandeja de plata, así defecamos en La Habana, Miami, Madrid, Paris, Caracas o el D.F. marcados por la neurosis de la post modernidad: El dinero para todo.”
DONDE CRECE EL VACÍO es un libro que se mulitplica, deslumbra y se desborda, un juego rayuelesco.
Para el lector que esgrime la pregunta eterna es también una ficción biográfica.
Es provocación y destellos de cubanía:
“Si no fuera por las cosas arrebatadas que arrebataron a otro (herencia de expropiar) ¿Qué coño hacemos en factorías de Hialeah o bailando salsa en Suecia? ¿Eso da pena penumbras piensa? Lejos de la Reystonia regia. Si no fuera por esta lejanía en los ojos. Si no fuera por estar locos, muertos, presos, levitando por Paris, La Habana, Madrid, DF o New York. Si no fuera por la amargura de no entendernos y los ánimos como un palo. Nadie con más empuje. Y no estaría escrita esta novela.”
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