Escenario de cámara negra con tres espacios bajo focos de luz cenital. El primer espacio, casi en el proscenio, a la derecha del espectador, iluminado con luz púrpura, representa el Departamento de Logística de INFIERNO, Producciones universales. Hay una mesita baja con un tablero de ajedrez en posición inicial con las piezas perfectamente alineadas, delante de una otomana o diván. El segundo espacio representa un cabaré de moda, en donde suena como fondo la canción “Sympathy for the Devil”, de los Rolling Stones. Dos taburetes altos y una mesa típica de cafetería o bar. El tercer espacio, a la izquierda del espectador tiene dos sillas con respaldo tapizado, una en rojo y otra en azul oscuro o negro.
DRAMATIS PERSONAE
BELFEGOR, Archidiablo, encargado de Logística de INFIERNO, Producciones Universales. Chaqueta gris oscura con tonos rojizos y corbata granate o púrpura. Lleva una máscara de Diablo de carnaval de Guanajuato o de Santiago de Cuba, con estupendos cuernos en colores negro y rojo. Cojea levemente y es zurdo. Una edad indeterminada en torno a los cuarenta años, diez más o diez menos.
IMPERIA, Secretaria del Departamento de Logística. También una edad difusa entre treinta y cinco y cuarenta y cinco. Lleva una peluca de color fucsia y una bata satinada con rebordes rojos. Cuando abandona su espacio escénico, ya sin peluca ni bata, pasa a ser ANGÉLICA RONSARDI, mezzosoprano especializada en Mozart. Vestida de blanco. Elegante, discreta y sobre todo, chic.
DON JUAN DE KEMPELEN, dueño de una empresa de videojuegos. Aparenta en torno a treinta años y va vestido con una capa negra, camisa blanca, pajarita y zapatos con alzas, de modo que se le oye taconear.
YAMILÉ BAYAMO, mulata cubana de 27 años. Lleva pantalones vaqueros a la moda, camisa ceñida y un cinturón ancho con hebilla dorada. En escena está siempre como ausente.
Al comenzar, los dos focos cenitales del fondo y de la derecha, están iluminados. El diálogo entre DON JUAN y YAMILÉ está continuamente desviado, porque sus verdaderos interlocutores son BELFEGOR e IMPERIA. Cada vez que estos dos tengan una réplica, sus personajes homólogos beberán un sorbo de la bebida que tienen delante en un reservado del cabaré: YAMILÉ, un cuba libre y DON JUAN, un Tequila sunrise.
BELFEGOR, mientras mueve el peón del rey blanco a la casilla d4. Juega con piezas negras, de modo que las blancas están hacia el lado del espectador. Él mismo se contesta con la jugada d5 para las piezas negras.– La vida es un teatro y los teatros… sueños son.
YAMILÉ.- Hoy he tenido ensayo en el teatro. Mi papel es un sueño.
IMPERIA.- ¿En qué piensas?
DON JUAN.- No me gusta dormir solo. No me gusta nada.
BELFEGOR.- Tú nunca has dormido solo.
YAMILÉ.- Tengo muchas réplicas en escena. Y réplicas muy picantes. Y me muevo mucho, tú sabes, me muevo como si mi cuerpo bailara un son.
IMPERIA, tarareando o entonando.- Estás perdiendo el tiempo, pensando, pensando… ¿Hasta cuándo, hasta cuándo?
DON JUAN.- Sólo por una noche y te daría mi alma.
BELFEGOR.- Contestación de inversor en bolsa. Vamos a ver: índice Nasdaq: azúcar o reservas de agua en Senegal, ésa es la cuestión.
YAMILÉ.- No me escuchas. (Pausa) No me estás escuchando. (Pausa) No me escuchas nunca.
IMPERIA.- Claro que te estoy escuchando. Te escucho siempre. No me pierdo ni una de tus frases.
DON JUAN, repite maquinalmente, en estado de semi-inconsciencia.- Claro que te estoy escuchando. Te escucho siempre. No me pierdo ni una de tus frases.
IMPERIA.- Aquí no hay quien se entienda. Y ¿sabes lo que te digo? Que aquí hace demasiado calor. Me subo.
BELFEGOR, displicente. Contempla la posición del tablero.- En fin, si quieres irte, vete, pero ten mucho cuidado ahí arriba: los hombres son muy poco de fiar. (Pausa) Y las mujeres, menos aún. ¿Qué te vas a poner? Por ahí suele hacer frío.
IMPERIA.- Hoy voy de mezzosoprano. (Se aclara la voz y tararea, con aire pícaro, el aria de Zerlina en la escena con Masetto).
Sale por el espacio derecho mientras se encienden las luces del espacio de la izquierda. La luz cenital de la derecha ilumina, potente, a BELFEGOR.
BELFEGOR, reflexivo, desconfiado, cáustico.- ¿Qué va a hacer mi Don Juan de Kempelen ahora? Se le echan encima dos Damas… de armas tomar. Y el hombre cada vez está más aburrido. Ha perdido interés, pasión, emoción. Y este juego, sin pasión, ya no tiene encanto. No acaba de entrar en la naturaleza de mi juego.
Iluminación a negro y ahora el foco de luz ilumina al trío recién formado en el cabaret: DON JUAN, YAMILÉ y ANGÉLICA RONSARDI. ANGÉLICA, como si YAMILÉ no existiera, se dirige a DON JUAN. En el momento en que ANGÉLICA toca el vaso de DON JUAN, YAMILÉ se queda inmóvil y permanece así el resto de la escena, iluminada por la luz cenital de su área.
ANGÉLICA.- ¿Quiere que le cante algo? Lo veo demasiado ausente. Enlaza a DON JUAN por la cintura y le obliga a seguir el baile, mientras musita la letra del bolero clásico: Estás perdiendo el tiempo, pensando, pensando…
Se lo lleva, bailando, hasta el espacio de la izquierda y sienta a DON JUAN en la silla tapizada en rojo. Una vez sentado, ella se sienta en la otra silla, azul oscuro o negra. DON JUAN se reanima al empezar el diálogo entre ambos.
ANGÉLICA, entre curiosa y divertida.- Sólo nos vemos en sueños, en tus sueños, Don Juan. Eso está muy bien, pero habría arreglarlo de otro modo. ¿Qué haces aquí, en un pueblo perdido como Dolores Hidalgo?
DON JUAN, reconociéndola, sorprendido.- ¿Otra vez tú? ¿Por qué desapareces siempre cada vez que nos vemos?
ANGÉLICA.- Está en la naturaleza del juego, parece que no te has enterado. La última vez nos vimos en Iguazú, ahora en Dolores Hidalgo. Cada vez que vuelves a soñar conmigo, vengo. No te puedes quejar.
DON JUAN.-Y ahora ¿cómo te llamas? ¿Quién diablos eres?
ANGÉLICA.- Angélica. No es ninguna broma. Angélica Ronsardi. De Bérgamo, Italia. Mezzosoprano. ¿Sabes? Bérgamo es el pueblo donde nació Donizetti.
DON JUAN.- ¿Don Izetti? ¿Cómo Don Corleone, pero en bergamasco?
ANGÉLICA, sarcástica.- ¡Cuánto ingenio! Sin duda es culpa de ese cóctel que acabas de tomarte.
DON JUAN.- Un Tequila Sunrise, para eso estamos en México.
ANGÉLICA.- No estamos en México ya, Don Juan. Estás en mi sueño. Esto no es ningún sitio concreto. Es como un Edén, hasta que venga la realidad a expulsarnos.
DON JUAN.- ¿No hay forma de que quedemos de una vez para siempre?
ANGÉLICA.- Ese apellido que te has puesto, Kempelen…
DON JUAN.- Bueno, ahora trabajo en videojuegos. Pero sigo conservando el apellido del fabricante de autómatas. Es lo mismo de siempre, pero en el mundo virtual…
ANGÉLICA.- ¿En cuál de los mundos virtuales? ¿En el de los sueños, el que controlamos nosotros, o en el material, que controla el Poderoso Caballero?
Se apaga el foco de la izquierda y BELFEGOR, que ha estado ensimismado en el tablero de ajedrez, mientras ANGÉLICA y DON JUAN hablaban, interviene, comentando el diálogo de ambos como si fuera una posición de una partida de ajedrez.
BELFEGOR.- La iniciativa es de ella, como siempre. Y el eterno (perdón por el adjetivo) problema de Don Juan es que no entiende la naturaleza de este juego. ¿Sabéis la historia del que inventó el ajedrez? El rey de Persia, o de la India, no recuerdo muy bien, se aburría infinitamente y convocó un certamen de ingenios para que le inventaran un juego que de verdad la tuviese entretenido. Tanto se maravilló con el invento que le ofreció al creador cualquier regalo a cambio, lo que él dijera, cualquier cosa… El rey, esto que quede entre nosotros, no tenía la menor idea de matemáticas… El creador, al que podemos llamar Ismael, le pidió un grano de trigo en la primera casilla, dos en la segunda y así duplicando hasta la última, la sesenta y cuatro. ¡Qué infeliz, el rey, que le dijo que sí, sin pensar en más! En la última casilla la cifra a la que hubiera tenido que llegar en granos de trigo era dos elevado a la potencia sesenta y tres. Trillones de trillones de granos de trigo. (Pausa y sarcasmo) Pues nuestro Don Juan es igual de necio. Según él lleva seiscientas cuarenta mujeres en Italia, doscientas y pico en Alemania, noventa y una en Turquía y en España son ya mil y tres. Ingenuo. Si es que es un bendito. Todo eso es en sueños. En realidad siempre es la misma, Imperia, que se le aparece cada vez con un nombre distinto y en una geografía distinta: hoy Dolores Hidalgo, ayer Iguazú, mañana Valladolid… o Madrid… o Sevilla. Ella siempre se escapa y siempre vuelve. Y él, el pobre, sueña y sueña y sueña sin alcanzarla nunca. Con un problema adicional: allí un mojito, acá una caipirinha, o una cuba libre o un Tequila Sunrise. Va a acabar alcoholizado, qué pena.
Se apagan las dos zonas de luz del fondo y de la derecha y quedan iluminados tan sólo DON JUAN y ANGÉLICA.
ANGÉLICA.- Me estabas diciendo…
DON JUAN.- Bueno, te hablaba del libre albedrío. Un poco filosófico, verdad, pero que cada uno debería poder hacer lo que quiere, sin todas esas historias de contratos de compraventa, quiero decir, de matrimonio, en fin, lo que uno quiere es enamorarse y seguir así toda la vida…
ANGÉLICA.- No me lo puedo creer. Mi Don Juan entregado a la filosofía vital. Tú y tu circunstancia, vamos. A ver ¿dónde has dejado el cóctel? Te lo has vuelto a olvidar… Si es que no das pie con bola. Cada vez que me ves. Lo único que quieres es que no me vaya por esta vez. Y no puede ser. Yo no puedo quedarme quieta en un sitio. Cuando me llamas, vuelvo, pero sólo en tus sueños.
DON JUAN.- Quédate, Angélica.
ANGÉLICA.- Qué pesado. Que no puedo, ya me gustaría, pero no puedo. Estamos viviendo un sueño, no te das cuenta. No entiendes la naturaleza de este juego. Vivo en tus sueños, soy tu sueño y precisamente por eso soy lo único real que tú vives.
DON JUAN.- ¿Esto de ahora es un sueño? Se levanta de la silla, se acerca a ella, ella también se levanta y se besan largamente.
Foco sobre BELFEGOR, que se despoja de su máscara de diablo carnavalesco y se quita la chaqueta rojiza, dejándola en el respaldo de la otomana o el diván. Echa un vistazo al tablero de ajedrez y mueve con blancas el peón de alfil dama a c4. Se sorprende ligeramente al ver la jugada y contesta, cautelosamente, tomando el peón con su peón de dama. Chasquea los dedos de la mano izquierda y DON JUAN y ANGÉLICA dejan de besarse y bailan en el proscenio el bolero “Quizás, quizás, quizás”, que suena como música de fondo y que antes había musitado ANGÉLICA. Mientras tanto, BELFEGOR se enfunda la bata que llevaba antes IMPERIA, se pone ceremonialmente la peluca fucsia, saca un pintalabios del bolsillo de la bata y se pinta los labios de rojo. Luego se sienta, indolente, es una esquina del diván, a la espera de que lleguen DON JUAN y ANGÉLICA. Ambos han estado bailando lentamente en el proscenio y ahora llegan al otro lado del diván, sorteando cuidadosamente el tablero de ajedrez. Cesa la música del bolero y ANGÉLICA le quita la capa negra a DON JUAN y la deposita en el diván, mientras coge la chaqueta rojiza de BELFEGOR y se la va poniendo a DON JUAN. Le mira con gesto aprobador. Luego le pone el dedo índice, extendido, en la espalda y lo encamina hacia el nuevo BELFEGOR travestido. DON JUAN, maquinalmente como un autómata, se acerca hacia él, se inclina y espera un gesto. BELFEGOR extiende su brazo izquierdo y le acerca la mano para que DON JUAN se la bese. DON JUAN le besa la mano, BELFEGOR se levanta lentamente, se acerca a la máscara de diablo carnavalesco y se la pone a DON JUAN mientras suenan los últimos compases de “Sympathy” con el texto obsesivo: Guess my name. En la escena final, acompañados por esta música, ANGÉLICA enlaza con una mano la cintura de BELFEGOR y con la otra la de DON JUAN. [FIN]
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Alfredo R. López-Vázquez (Valladolid, 1950)
Ha dirigido el grupo de Teatro Universitario ESTRAGÓN (1997-2004), y ha traducido autores teatrales modernos como Tristan Tzara, Jules Laforgue, Ionesco o Fernando Pessoa y ha adaptado obras clásicas de Calderón, Moreto o Quiñones. Ha dirigido en la Universidad de La Coruña la carrera de Pedagogía Teatral y ha publicado Farsa total (Tetralogía cubana) en 2014.