Marcela Serrano nació en Santiago de Chile y ha publicado hasta la fecha 10 novelas y un libro de cuentos. Le fue concedido el premio Sor Juana Inés de la Cruz en 1994 por la novela, “Nosotras que nos queremos tanto” y el premio Municipal de Literatura en Santiago de Chile por el libro, “Para que no me olvides”. En el año 2001 fue finalista del Premio Planeta con la novela “Lo que está en mi corazón”.
No había leído nada de esta autora y el título me recordó una obra de Agatha Christie, “Diez negritos” . No sé porque mi cerebro estableció una conexión disparatada entre ambas novelas. Gracias a este pensamiento irracional, decidí leer esta novela.
Una semana más tarde descubrí –con cierto estupor- que existía una relación paranormal entre Agatha Christie y Marcela Serrano; las dos practican el funanbulismo al narrar la vida cotidiana como si estuviesen suspendidas en una cuerda floja. La primera impresión fue visceral: nueve mujeres son de carne y hueso.
La mujer número diez, Natasha, terapeuta de todas ellas, es el único personaje de ficción y la excusa para reunir a estas mujeres un fin de semana. Francisca, Mané, Juana, Simona, Layla, Luisa, Guadalupe, Andrea, Ana Rosa y Natasha, componen un collage femenino inquietante que provoca la necesidad de identificarse con ellas. Marcela Serrano utiliza las “armas de mujer” para seducir a las lectoras y conducirlas a un gineceo libre de prejuicios. La estructura de la novela permite una lectura anárquica: cada capítulo corresponde a una mujer que se presenta a sí misma.
A continuación les muestro a las cinco mujeres que me arrebataron el corazón con sus historias. Y acentúo las citas del libro que mejor definen su psicología.
Francisca:
“Odio a mi madre. O me odio a mí misma, no sé. Supongo que esa es la razón por la que estoy aquí. El odio cansa. Acostumbrarse a él, no resuelve nada”.
Mané:
“Soy la Mané y así como ustedes me ven, fui siempre la más linda”.
Juana:
“Un año atrás habría comenzado diciendo: ¡qué buena es la vida! Y lo era, ¡claro que lo era! Tantas cosas buenas, desde un orgasmo largo hasta un vaso de mote con huesillo heladito en el verano. Pero hace un año, por la Susy, todo cambió. Ya no soy la Juani de antes -porque Juana es mi nombre- y yo quiero traerla de vuelta”.
Simona:
“Cada una con sus obsesiones. La mía es la siguiente: estoy hasta las huevas de ser testigo de cómo las mujeres lo ceden todo por mantener un hombre a su lado”.
Luisa:
“Mi nombre es Luisa. Vengo del sur. De un pueblo atravesado por el río Itata en la provincia de Nuble. Yo quiero hablar de Carlos”.
Francisca descubre que su madre es una “homeless” en New York. Mané se enfrenta a la vejez terminado su historia con una frase que me impactó, “A veces, creo que sólo pido eso: una mano en el pelo antes de quedarme dormida”. Juana tiene una hija con transtorno bipolar y también es la amante de El Flaco uno de los personajes que aparecen en la novela. Simona decide vivir sola con sesenta y un años. Luisa tiene el marido “desaparecido” y siempre piensa que volverá.
Todas y cada una de ellas narran su historia con una sinceridad desnuda, sin artificio.
Marcela Serrano me engañó: pensé que las mujeres me iban a explicar su vida y olvidé que ella les puso la voz.
Ángels Martínez