En 1995 en México dio comienzo el programa radiofónico La mano peluda que se transmitía de 10 a 12 de la noche, de lunes a viernes, por el 104.1 de FM y 970 de AM. En un principio el conductor fue Rubén Castillo García para luego dejarle la estafeta a Juan Ramón Sáenz, quien falleció en 2011 luego de entrevistar a un hombre que había pactado con el demonio (muajajajaja). La emisión la retomó Castillo hasta el 2018.
El formato, el carácter y la seducción de las historias convirtieron casi de inmediato a La mano peluda en un referente de la cultura popular mexicana. Con gran sensibilidad el equipo de Sáenz logró construir un programa a partir de la tradición oral que, de inmediato, cautivó al radioescucha, haciéndolo de alguna u otra manera protagonista del mismo.
La dinámica era simple y, por tanto, poderosa. Desde diversas partes de México y Estados Unidos, el auditorio llamaba para contar sus historias. Había posesiones demoniacas, muñecos diabólicos, persecuciones en pueblos malditos, pactos con el demonio, brujerías de todo tipo, aparecidos en la carretera, encuentros con La Llorona y un largo etcétera con el que el programa logró cumplir 20 años de vida.
Para los muchachones que empezamos la preparatoria en la segunda mitad de los noventa La mano peluda se volvió un inhibidor de las primeras borracheras. Quienes no teníamos automóvil, regresábamos a casa en taxis que inevitablemente sintonizaban el programa. Viajando en auto en medio de la oscura ciudad, las narraciones construían una realidad tan mágica como desesperante. Te asustaban de a madre.
Piensen que estoy hablando de un país donde no existían retenes militares, descabezados, ni sicarios alimentando el terror. Lo más cabrón de esos años en México eran las historias relatadas por la radio. Entonces hacía su parte la imaginación y el viaje se iba convirtiendo en una verdadera congoja.
Yo odiaba a los chingados taxistas que no sólo ponían La mano peluda, sino que además interactuaban con el programa. El del radio hablaba de un aparecido en un carro y de inmediato el taxista comenzaba a relatar: a mí, una vez, me pasó algo parecido, joven. Justo aquí, en esta calle donde usted me hizo la parada, y que se llama El Callejón del Diablo, se subió una señora. Me pidió que la llevara al panteón de La Leona. Se me hizo raro porque era muy noche, cerca de las 12. Mire qué casualidad, joven, justo como ahora.
Ella me empezó a contar que todos los días 13 iba al cementerio a ver a sus hijos. Eran tres y habían muerto en un accidente de auto ahí mismo en el Callejón del Diablo. Les prendía veladoras porque les faltaba mucha luz. Penaban. No querían irse. Cada día 13, día del fallecimiento, la señora tenía que ir al panteón a convencerlos que descansaran, que ya estaban muertos, pero sus hijos no la querían escuchar. Se aparecían una y otra vez de madrugada en el panteón o en el lugar del accidente.
Sufría mucho la señora porque decía que no eran malos muchos. Los tres eran trabajadores, pero les gustaba la bebida. Uno estudiaba para abogado, otro trabajaba en una tienda de abarrotes y, el tercero, el que menos se resignaba a estar muerto y andaba vagando estando muerto, era taxista.
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XALBADOR GARCÍA (Cuernavaca, México, 1982) es Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y Maestro y Doctor en Literatura Hispanoamericana por El Colegio de San Luis (Colsan).
Es autor de Paredón Nocturno (UAEM, 2004) y La isla de Ulises (Porrúa, 2014), y coautor de El complot anticanónico. Ensayos sobre Rafael Bernal (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Ha publicado las ediciones críticas de El campeón, de Antonio M. Abad (Instituto Cervantes, 2013); Los raros. 1896, de Rubén Darío (Colsan, 2013) y La bohemia de la muerte, de Julio Sesto (Colsan, 2015).
Realizó estancias de investigación en la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos, y en la Universidad del Ateneo, en Manila, Filipinas, en la que también se desempeñó como catedrático. En 2009 fue becado por el Fondo Estatal pJara la CulturPoesía, ensayo y narrativa suya han aparecido en diversas revistas del mundo, como Letras Libres (México), La estafeta del viento (España), Cuaderno Rojo Estelar (Estados Unidos), Conseup (Ecuador) y Perro Berde (Filipinas). Fue editor de la revista generacional Los perros del alba y su columna cultural “Vientre de Cabra”, apareció en el diario La Jornada Morelos por diez años.
Actualmente es colaborador del Instituto Cervantes de España, en su filial de Manila y mantiene el blog: vientre de cabra.