Era jueves y Alma había amanecido de buen humor. Esa mañana no hubo pleitos ni con su marido ni con sus hijos. Su esposo, como de costumbre, después de tomarse un café negro y peligrosamente caliente se fue al potrero. Sus hijos, en cambio, quienes eran todos varones y aún vivían con sus padres, partieron a sus trabajos y el más chico de los cuatro a la escuela.
Después de que Alma les sirvió café a todos, les preparó sus lonches y bebió una taza de café que ya se había enfriado, decidió que era un día especial para quitarse la bata y ponerse un vestido pero primero encendió el estéreo que se encontraba en la sala y puso un disco viejo de Juan Gabriel.
Se bañó y vistió, se puso color rojo en los labios y mejillas, perfume en el pecho, cepilló su corta y esponjada cabellera y se dirigió al mercado. En el trayecto saludó a un par de amigas quienes le hicieron cumplidos y al momento de abrazarla le decían que se veía incluso más delgada.
Llegó a casa de mejor humor todavía y le apeteció preparar mole y arroz para la hora de la comida. El arroz crecía a medida que se acercaba la hora en que sus hijos y su esposo llegarían a comer.
—Hoy vamos a comer todos juntos, voy a descombrar el comedor —le dijo a su única nuera que también vivía en su casa—. Voy a estrenar el mantel que me regalaron hace un año.
Preparó la mesa, colocó encima unas tablas para no manchar de tizne el mantel y sobre ellas la cazuela de mole todavía en ebullición, la cazuela de arroz esponjado y dos jarras de agua de mango con mucho hielo. Volvió a encender el estéreo, cambió de disco. Quería que ese día hubiera ruido y alegría en casa y que la voz de Rocío Durcal y las canciones de Juan Gabriel amenizaran la comida. Se sentó a esperar a su familia mientras cantaba tan quedito que apenas se podía escuchar:
Que encontré con esos ojos verdes claros
como los mares, como los lagos
y yo admiré su boca que no habló mentiras
la nueva historia, hoy se escribía
un bello idílio, recién nacía…
El calor en la sala era incluso más fuerte que en la cocina, pero aun así Alma no quiso despegar la vista de la cazuelas y prefirió seguir esperando sentada y con un abanico de madera en la mano, mientras el color rojo de sus labios se derretía al mismo ritmo que los hielos en el agua.
Por fin llegaron dos de sus hijos, Román y Abelardo, los cuates, quienes además trabajaban para el mismo patrón. Alma apenas se estaba levantando de la mesa cuando Román preguntó por su mujer.
—No sé qué tenga porque en todo el día apenas ha salido del cuarto.
El joven hombre recién casado se dirigió a su recamara y no pasaron ni cinco minutos antes de que su mujer y él comenzaran a discutir. Discutían tan fuertemente que sus gritos se escuchaban con perfecta claridad en el comedor. Alma se volvió a sentar para observar a Abelardo quitarse las botas con gran esfuerzo mientras dejaba en el piso del corredor terrones de lodo seco.
—¿No tienes hambre hijo?
—No amá, almorzamos tarde y bastante hoy. Me voy a bañar porque quedé de ir a ver a Luisa a las tres.
Aún le quedaban dos hijos. Dos hijos que esperaba no se fueran a ocupar también. El menor de ellos, Adán, se suponía que había estado estudiando toda la mañana y ya debía de haber llegado a la casa y el mayor, Antonio, quien trabajaba en el rancho familiar junto a su padre.
Alma se encontraba pensando que su vida sería diferente al llegar los nietos cuando entró por la puerta Antonio. Chapeado, con gruesas gotas de sudor bajándole por el cuello, colgó su sombrero en la entrada y sin quitarse las botas preguntó:
—¿Qué hay de comer, amá?
—Ya está todo listo hijo, pásale al comedor.
El hombre de complexión robusta, como su padre, dejó caer todo su peso sobre la silla de madera y tomando el plato con comida que su mamá le extendió preguntó dónde estaban las tortillas.
—Tengo que regresar ahorita al rancho, una vaca está empezando a parir. Allá se quedó mi papá, lo voy a relevar para que venga a comer.
Preguntó por Adán, quería que se fuera con él para que le ayudara, pero cuando su madre le dijo que aún no volvía de la escuela explotó en cólera.
—¡Con una chingada! Nunca hace nada ese huevón, ¿para qué lo tienes en la escuela?
Alma bajó su triste mirada y sin decir nada se dispuso finalmente a comer.
Cuando terminó quería recoger todo lo más pronto posible, lavar los trastes y ver la televisión. No podía hacerlo porque aún faltaba por comer su marido.
Por fin llegó. Alma calentó el mole, el arroz, las tortillas y cuando le sirvió a otro hombre sucio y sudado, ya no en el comedor sino en la cocina, él lo único que hizo fue reclamarle por el muchacho que aún no llegaba.
—¡Quita esa chingadera! —gritó mientras señalaba el estéreo.
Alma se levantó y no lo apagó pero bajó el volumen tanto que la música casi no se escuchaba.
Se encontraban discutiendo cuando apareció su nuera, con lágrimas en el rostro y una morraleta con ropa.
—Ya me voy para mi casa señora, gracias por todo.
Alma se sintió comprometida a interceder en el matrimonio de la casi adolescente pareja pero su marido no tenía tiempo para esas cosas. Se levantó, apagó el estéreo y con él las voces de Rocío Durcal y Juan Gabriel, les pidió a su hijo y nuera que se sentaran en la sala y comenzó a insistirles que no se separaran:
—El matrimonio nunca es fácil, tienen que saberlo y esforzarse todos los días. Ya están casados, ahora se tienen que aguantar.
Sus palabras hicieron que en menos de una hora la muchacha llevara su ropa de vuelta a la habitación.
Alma se ofreció a darles de comer. Estaba torteando cuando finalmente apareció Adán.
—Come rápido y vete al rancho porque tu hermano te está esperando allá.
Cuando terminó la oración volteó a verlo y se percató de que el adolescente se encontraba tan ebrio que apenas podía caminar.
Lo sentó, le preparó un té rogando que le hiciera efecto antes de que su esposo lo viera pero fue inútil. El padre arremetió no sólo contra el hijo sino también contra la madre solapadora.
Cuando comenzaron los gritos la pareja de esposos recién reconciliados optó por retirarse a su habitación.
El padre enfurecido se dirigió al patio, cortó una rama de guayabo larga y delgada, y la estrelló contra la espalda de su hijo. Alma se interpuso. Le levantó la mano también a ella. El hijo, ligeramente consciente dentro de su embriaguez, defendió a su madre propinándole un puñetazo a su padre en la cara.
…
Por fin había caído el sol, Adán había salido huyendo de la casa, el padre gritaba que tendría que regresar al rancho, ya que Antonio le había mandado razón diciendo que la vaca había malparido. La joven pareja veía televisión mientras se tomaban de la mano y Alma lavaba los últimos trastes de la comida.
Ya se había resignado a que ese día envuelto en conflictos no sería especial sino como cualquier otro cuando vio llegar a Abelardo, el otro cuate, y a su novia cargando un pastel de cumpleaños.
—Feliz cumpleaños, señora.
—Luisa te quiso traer un detalle, mamá. Dijo su hijo ruborizado.
Evitando que se le saliera una lágrima, Alma recibió el pastel y dijo:
Vamos a partirlo los que estemos, voy a hacer café pero antes déjenme poner mi disco de Juan Gabriel porque hoy, hoy es día de fiesta.
© All rights reserved Joamit Escudero Pozos
Joamit Escudero Pozos (Ciudad Valles, 1993): escritora y profesora de Literatura. Licenciada en Gastronomía por la UVM campus San Luis Potosí. Es autora de cuentos como «El zopilote» (ganador de la Muestra Cultural 2019 de Colegio de Bachilleres de San Luis Potosí en la categoría de docente) y profesora en el Centro de Educación Media Superior a Distancia número 18 en El Carrizal, Tampamolón, San Luis Potosí.
Ha publicado en la revista digital Cobachero trabajando en las ediciones 2019 y 2020 los cuentos «El zopilote» y «Los tecolotes», respectivamente, y en el libro Experiencias Educativas del Colegio de Bachilleres del Estado de San Luis Potosí durante la pandemia de COVID 19 el ensayo «Educación a Distancia en Tampamolón». Ha tenido participaciones en el programa radiofónico Dilo fuerte! presentado por el Instituto Potosino de la Juventud y transmitido por La Gran Compañía de Ciudad Valles, y ha sido invitada a realizar lectura de sus obras por Potosí Bistró, Multiforo Cultural a través de sus redes sociales.