A Frank Abel Dopico
Temor de hacer este poema
Fina García Marruz
La tristeza reventó tu hígado a salivazos ardientes.
Exprimiste todos los dados, todas tus naranjas,
Todas las cartas del mito, del escándalo.
Contigo cualquier muchacha era posible,
Cualquier blusa podía quedarse en tu sombrero
Para que hicieras el truco de los pájaros
Destinados a desaparecer con las palabras en sus picos.
Te quedaste con el aplauso de los 80.
Con una España manchándote los dientes.
Hiciste de tus manos dos raíles temblorosos aún
De los trenes que les han pasado por encima
Como tangos, como putas. Ofendiste con tu tristeza
A los últimos carteros de la noche, a los últimos
Carteros que fuimos trayéndote sobrevidas,
Dianas cazadoras, esmeros personales.
De todos, fui el que más negó tu puerta;
Porque revienta estar en el borde de un puente
Escuchándote silabear a mis espaldas,
Porque revienta estar en lo último de un puente
Agarrándome de tus palabras y no querer
Probarse tu camisa de cuadros rojos
Por temor a que otros confundan los remiendos.
Fuiste realmente un suicida. Cumpliste
Con el mito nacional, de que los mejores poetas de la patria
Mueren antes del hachazo de la gloria
Sobre provincias. Tú eras el mayor suicida.
Por eso te velaron con tu camisa de cuadros rojos, porque fue
Con la misma que volviste en la tarde primera de tu libro;
Cuando estuvimos allí todos los carteros
Con sílabas viejas en los ojos, sílabas memorizadas
De tanto quebrar nuestros nudillos contra tu puerta,
Doliéndonos de esos trenes que hacían tambalear tus manos,
Que hacen tambalear tu sombrero.
Necesitabas solo el aplauso nuestro para el mito.
La tristeza reventó tu hígado a salivazos ardientes.
Caíste como de un picotazo, como de un duelo,
Caíste para que el vecindario reconociera
El único olor de las naranjas, para que la vieja Alicia
Entrara a buscarte tus dados, tu empolvada eternidad.
Si acaso hay alguien en ti, aunque sea el fantasma
Siéntate conmigo en este puente donde llevo tu espalda,
Siéntate pronto, porque conoces que basta un aire sonámbulo
Para convencer al gatillo, porque sabes lo que es asomarte
Y mirar tu vida por el cañón de un revólver y buscarte
Por ese túnel a oscuras, del que de pronto puede salir una bala
Como si fuese un oso hambriento o una jauría de murciélagos
Contra la luna enhiesta en la pupila. Siéntate a gastar
Tu centavo de nombre por la mujer que te ha llorado en las naranjas.
Hoy un poeta muere y los periódicos no sirven de pañuelo.
Hoy un poeta muere y es como si muriese una rata,
Algo que se desprecia y asusta cuando aparece
Mordisqueando vestidos, perfumes o zapatos.
Estar en un puente. Ser la penumbra de un puente
Que la penumbra de la noche imanta y mirar,
Mirarnos diminutos, donde el aire no mostrará sus truenos.
En el borde en el que ayer estuviste
Ya se habían sentado Novás y Padilla y Escobar,
Mito tras mito. En el borde en el que ayer estuviste
Crece el olor de las naranjas, manchando este puente
Que es solo un balcón para que siempre haya alguien
Con los pies hacia el viento, escuchando como
A sus espaldas acontece como el mito nacional.
Morirse como una rata, lanzarse del balcón del país:
Y tu camisa tendida en el balcón, junto a los infartos
Y las sogas. Y tu camisa tendida mucho antes
De que yo llegara a comerme el hueso de la noche
Con los pies hacia el viento, simulando otra bandera.
Eres el suicida que nunca necesitó serlo.
El suicida de los bares que cambió palabras por dados.
No podré perdonarte que hayas escogido aquel lado del balcón.
No podremos perdonarte el hígado a la intemperie.
No sabría perdonar este libro tuyo que me apunta, como un asesino.
Tenlo en cuenta, tenlo todo en cuenta, por si mañana te quedas sin el cielo.
© All rights reserved Ernesto Delgado
Ernesto Delgado (Placetas-1996) Poeta. Estudiante de Licenciatura en Español – Literatura. Ha obtenido premios y menciones en encuentros de Debate de Talleres Literarios .Ha publicado en revistas nacionales como Guamo y Cómo. Miembro de la AHS.