El manantial del corazón… bajo el cielo del Mayab.
Esta obra tiene historia. Inició su peregrinar en junio del 2015 cuando fue estrenada en Mérida, Yucatán, en el auditorio del Centro Cultural Olimpo bajo el patrocinio del Fondo Municipal para las Artes Escénicas y la Música. Además, el año pasado, se presentó en la Muestra Nacional de Teatro en Aguascalientes y en la Ciudad de México.
Cuando tuve acceso a la información del 31 edición del Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami y leí la descripción proveniente de México, me embargó el orgullo, la alegría y una emoción especial. Pero a su vez, tuve cierto temor y algunas dudas.
Orgullo, por ser mexicano. Alegría, por ser yucateco de nacimiento. Emoción, por ver anunciada una obra con mensajes mayas en español que me remitieron a mis vivencias infantiles. Y temor, por la suerte que pudiera tener en taquilla.
Protagonizada por la compañía independiente Saa’s Tun de Mérida, la obra es una pieza costumbrista. Ofrece una puesta en escena testimonial que narra los rituales del embarazo, parto y post-cuidado de las mujeres mayas. Y utiliza la herbolaria y las tradiciones populares de la península yucateca en la atención y protección de sus “nenés”(1) .
La corta introducción promocional de la obra la hacía ver, quizás, como una pieza didáctica de hechos maternales que no están escritos en los libros, pero que ocurren en la realidad cotidiana y que son aun trasmitidos oralmente de generación en generación.
Sin embargo, Conchi León, dramaturga, directora y actriz en la obra superó esas visiones y tomó el riesgo de mostrar un teatro testimonial con mensajes universales basados en una investigación que realizó por más de tres años con comadronas, parteras y mujeres yucatecas de los municipios de Chacksinkan, Maní, Uman, Tunkás y Huhí. Así como de colonias ubicadas en la periferia de la ciudad de Mérida, las cuáles, a través de confesiones, recuerdos y anécdotas dieron a la autora elementos para crear una pieza teatral con historias únicas que rescatan las tradiciones y costumbres de la vasta y milenaria cultura maya.
Mis cuestionamientos sobre cómo recibiría el público de Miami un mensaje tan íntimo y matriarcal pasaron por formularme las siguientes preguntas: ¿Qué pasa cuando un “nené” nace en las tierras del Mayab? ¿Cuál es la responsabilidad de una comadrona frente al parto? ¿Qué ocurre cuando un nené llega a este mundo como un niño especial? ¿Cuál es el sentir de una madre maya, y yucateca, al perder un hijo? Cómo es ese desgarre interno femenino de la pérdida que solo se revela en los relatos orales? ¿Qué actitud tomarían los espectadores al ser testigos de esos dramas y además intervenir en una ceremonia ritual, es un decir, en un “Hetzmek” (2). Con esa mezcla de sentimientos me adentré por más de una hora en esta pieza. Sumergirse en el universo Del manantial del corazón implicó estar bajo el cobijo del cielo de Mayab.
Una sonaja con semillas marcó el inició de la obra. En silencio, entraron el elenco integrado por la autora y directora Conchi León (La partera/comadrona), quien hace de hilo conductor en la obra; la cantante y titiritera Andrea Herrera (Aurora), Salomé Sansores (Doña Betty), la actriz Lourdes León (Una Mujer) y la infante Estrella Borges (la Niña). Las tres actrices, en sus dimensiones y sus roles protagónicos, mostraron sus capacidades histriónicas a la perfercción y lograron varios registros que fueron de lo cómico a lo trágico y viceversa.
La escenografía incluye unos módulos de madera que sirven en múltiples funciones diseñados bajo la técnica maya del uso de la fibra de “petatillo”. En el vestuario se expone la tradicional vestimenta yucateca: bellos hipiles/huipiles bordados a mano por las indígenas de Maní, así como coloridos rebozos tejidos y simples sandalias que protegían los curtidos pies descalzos de estas mujeres. El uso, tanto los bordados de los ropajes como el tejido de los muebles, son reconocimientos teatrales a la labor artesanal que hacen cientos de indígenas que se dedican a estos menesteres por décadas en el estado de Yucatán.
Con ironía, picardía y humor los diálogos hacen reir a la audiencia y la obra toma matiz, agilidad y calor humano. Un texto muy bien estructurado que narra tres breves pero intensas historias llenas de tormento y amor con un lenguaje poético. Desde la comadrona, pasando a la del “Chino”. Un relato de un niño con síndrome de Down que vivía escondido en una hamaca, o la de Socorro. Una mujer indígena abandonada y golpeada por su marido.
A través de esta obra se descubre el fuerte arraigo entre lo divino y lo terrenal de la civilización maya. El mestizaje yucateco nos lo ofrece desde una perspectiva femenina y así mismo deambulamos por temas que van desde la petición de matrimonio, la infidelidad, la fecundación, la reproducción de la vida, el parto, la violencia doméstica, el sometimiento, el abandono de la pareja, el bautizo, la llegada de un “nené” con necesidades especiales, el ocultamiento y la vergüenza por su apariencia, la discriminación indígena, el amor y su libertad infantil, la muerte de los niños y de las mujeres comadronas de Yucatán. A lo largo de todas estas miradas entre lo religioso y lo ancestral, nos hizo discurrir Del manantial del corazón.
En esta puesta en escena, varios miembros del público fungieron como los padrinos de un niño de tres meses que fue bautizado. Tanto la mamá como el nené fueron escogidos y aleccionados previamente para cada función.
El “Hetzmek” le da un plus; un extra a la obra . El público se entusiasma con la idea de experimentar ese momento. Al festejar la vida, también se habla de la muerte y eso, ocurre en el escenario cuando la “Señora Muerte”, elegantemente vestida de blanco, viene por la vida de un niño y la comadrona intercede mientras ofrenda su propia vida para salvarlo.
La obra se cierra cuando la talentosa y creativa Conchi León comparte la dedicatoria a una niña de nombre Celeste, quien falleció a los seis años en circunstancias poco claras. Esta mención se hace en cada montaje como un memorial a la pequeña. Y se convierte en la representación de todos aquellos infantes que han sido víctimas inocentes de los adultos.
La magia del teatro testimonial, eclipsó a la audiencia que asistió en buen número. Los rostros de felicidad, las palabras de agradecimiento, y las sonrisas radiantes del público fueron los premios a la calidad de un trabajo sencillamente perfecto. La alegría, la candidez en las actrices y la inocencia de Estrella Borges, hace de su presencia un símbolo de las niños del universo del Mayab.
Las tres funciones julio 8, 9 y 10 dentro de la 31 edición del Festival Internacional de Teatro Hispano en Miami fueron el debut de esta obra en Estados Unidos y eso se le debe agradecer a Mario Ernesto Sánchez, productor artístico del festival, y al Teatro Avante…Organizadores de este importante evento y el haber presentado Del manantial del corazón en Miami.
Una pieza que toma una dimensión tal, que pone la emotividad a flor de piel y provoca lágrimas y risas por medio de un reparto que lleva de la mano al público por los diferentes pasajes de la vida, de la muerte…y de la vida después de la muerte.
Fotos-Cortesías (Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami/Teatro Avante/ General Google photos).
Notas
- a los niños del Yucatán, se les denomina así desde su nacimiento hasta la ceremonia del bautizo.
- vocablo maya que significa bautizo, y compartir el ciclo de la vida, la muerte y el renacimiento), en el cual es requerido la participación activa del público
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Jorge Herrera-Monroy Periodista, Blogger, Productor, presentador y locutor de TV/Radio. Nacido en Mérida, Yucatán, México. Con más de 30 años de experiencia en medios de comunicación en México, Estados Unidos, Chile y Guatemala. Egresado de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Anáhuac Norte en la Ciudad de México.
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