Es lo que hila, lo que empuja, de una forma sostenida, sin saber si algo se oculta en la prolongación de una sed (acaso onírica) desde la palabra y sus conflictos, estas luces y estas sombras y estos peces y esta sed hacen un repaso (¿autobiográfico?) de señales y cicatrices, las de Silvia Goldman -poeta, docente e investigadora- y protagonista sin dudas de todos estos versos y de toda la sed que guarda este libro.
Un libro estructurado en tres partes: (I) Yo me tomo tu sed (II) Miedo a decir agua sin peces (III) Eran pájaros. Tres partes de un libro que no se puede leer a media luz porque corres el riesgo de no poder comprimir las emociones -sobre todo el dolor- que es la espina dorsal que va hacia un pasado o un presente no como mandamiento y no como dogma sino como rasgo traído desde el vientre y más allá del propio contenido estricto del poema.
–A veces pareciera despedirse– ya la autora nos había mostrado signos de un viaje iniciático en sus libros Cinco movimientos del llanto (Ediciones de Hermes Criollo) en el 2008 y luego en el 2016 con su No-one rises indifferent to sorrow (versión única de la primera sección de su libro “Cinco movimientos del llanto” traducida al inglés por Charlotte Whittle) es, sin dudas, algo interesante en el mundo que construye como una ceremonia de adioses a veces bruscos y otros anticipados y que le da, a la vez, una libertad tremenda a la hora de escribir. Y mientras se mueve en el poema lo hace con esta trágica flor que nos contempla y con asombroso tedio de todo lo rodeado:
la soledad es un piso suave
es un piso suave la soledad
hay que pisarla
dejar que el pez haga frío que caiga
que entregue su dureza a las sábanas
que la lengua se amarre a su celo
y la oración que haya en el gesto se relaje
que el dolor no sea rezo sea roce
que sea roce el dolor en un piso suave
sea verso
que ate los labios con hambre
que empuje hacia arriba
con piernas
que van hacia otra parte
un olvido definitivo es otra parte
un lugar es más no es otra parte
una puerta
los hijos que entran a la madre
el pan que pasa bajo el brazo
esa paz…
Es una voz que se dibuja en contraste con el otro construyendo su «yo» en la poesía, desdoblándose hacia «otra voz» que renace que es a la vez sujeto y objeto de deseo y es en la nostalgia que hay en sus letras donde se adivina una urgencia por vivir, más allá de ese constante sabor a pérdida, a abandono, a despedida.
Lo mejor de este libro son los ruidos de fondo: gritos que se hunden, cuando el miedo a decir es tan real, una voz que es el pozo donde se tiran las madres, es un pedazo de vidrio que nadie ve caer, la punta del iceberg y es ella lo que se hunde.
Lo mejor de este libro es la madre: la niña que es su madre en la cubierta de este libro a punto de ser agua a punto de ser madre a punto de ser palabra y donde la madre sostiene su juguete en un gesto que no es inicio ni término de nada porque también ella sufre las mismas convulsiones y se anticipa esa mirada como el centro de las cosas tan al borde.
Proyectil lanzado en dos direcciones es su poesía que a su vez es vertical [i], es posible que prefiriera ser horizontal, como asegurara Sylvia Plath en un poema tampoco es un árbol con las raíces en la tierra/absorbiendo minerales y amor maternal/para que cada marzo florezcan las hojas, ni soy la belleza del jardín/de llamativos colores que atrae exclamaciones de admiración/ignorando que pronto perderá sus pétalos [ii]. Tal vez como Sylvia también escriba para conjurar sus fantasmas.
En sus versos la sed lo cubre todo, se siente el frío y el leve movimiento en el agua que es a la vez una puerta donde los peces en ocasiones también “eran pájaros” ya que actúan como espejos de su propio espejo donde las heridas de pájaro y pez hacen que su mensaje sea más claro y cercano al lector.
En total lo conforman (38) poemas que se conectan rápidamente para transmitir una angustia que interiormente es belleza porque de ellos supura todo cuanto hemos sido y seremos que es al final la naturaleza de todo ser humano que trata de sobrevivir cuando las olas se enroscan y se forman contra espigones es en el agua donde la espuma desaparece y es en el agua donde esta voz poética se desdobla para no perder de vista la realidad, (por ejemplo, en el poema “Bliss” ) Silvia Goldman apela a que:
la felicidad abre el pico del pájaro
la ves pasar con el entusiasmo del conejo
que no quiere ser visto
es que no lo ves a él
lo que ves son sus dos patas delanteras pidiendo al aire una dulzura
la ves caer
donde antes las palabras iban a caerse como platos
–A veces pareciera despedirse– porque cada poema suyo tiene su silencio, surgen de los magmas de un mundo interior en donde la autora imprime una posible primavera en pleno invierno, como una ruta alternativa de cómo podemos transitar sin pesadumbre (como los peces) hasta encontrar el camino de rotundidad en el paso del tiempo.
“De los peces la sed” plantea las heridas del tiempo como una celebración que estimula y a veces desconcierta, es un libro del cual nunca te irás indiferente porque tiene como objetivo la búsqueda que es, ante todo, entender la propia visión de esta vida como un privilegio y una hazaña.
un poema
un poema puede ser una casa
una cama donde echarse a leer o a descansar
un plato servido en la infancia
su tierra dura hasta las manos
la hondura con que caemos en él
un poema puede ser una boca cerrada
y el cielo adentro
un poema puede atravesar con nosotros un pueblo y dejarlo solo
o quedarse solo y sin el pueblo
un poema puede ser lo solo de ese pueblo
un poema puede ser una madre
y la forma en la que dice su catástrofe
su labio tenso
la manera en que nos miramos en él
la manera en que nos hacemos en él
un poema puede ser una mujer
y no saber qué hacer
puede ir hacia esa mujer
entrar en esa mujer
un poema puede esperar a esa mujer
tener manos y tocar las manos de esa mujer
tener cuello y rozar el cuello de esa mujer
un poema puede ser otra mujer
lo que va a hacer
lo que podría hacer si el poema la espera
si ella lo espera puede ser éste el poema
un poema puede tener piernas
y no poder correr
un poema puede ser alto
subir con nosotros o levantarnos
un poema puede tener techo
y puede ser lo único que quede de nosotros
antes de tocar el suelo
Silvia Goldman es poeta, docente e investigadora.
Poemas y artículos académicos suyos han sido publicados en revistas literarias de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. En el 2008 publicó su primer libro de poemas Cinco movimientos del llanto (Ediciones de Hermes Criollo). En el 2016, la editorial Cardboardhouse Press publicó la selección de poemas No-one Rises Indifferent to Sorrow, traducida al inglés por Charlotte Whittle.
Silvia Goldman es doctora en Estudios Hispánicos por la Universidad de Brown y enseña en la Universidad de DePaul en Chicago
© All rights reserved for the review Yosie Crespo
Yosie Crespo (Cuba/EEUU, 1979). Nació en Cuba, es una poeta y narradora que piensa en inglés y escribe en español, textos en los cuales se encuentran las culturas cubana y anglosajona en un terreno que nunca es neutral. Se interesa por la relación dentro del poema de aquellos elementos que hacen hablar a un yo distinto del escritor que asume el texto.
Con Solárium obtuvo en 2011 el Primer Premio “Nuevos Valores de la Poesía Hispana” convocado por las Ediciones Baquiana y el CCE (Centro Cultural Español) de Miami, Estados Unidos. Ese propio año recibió Primer Premio del IV Concurso Juvenil de Poesía Federico García Lorca y fue Premio Internacional en la categoría de Cuento Corto en la Feria del Libro de Buenos Aires, Argentina. Otro de sus poemarios Como si fueran grullas fugitivas resultó finalista del Premio Paz de Poesía 2016, convocado por National Poetry Series, en Nueva York.
Tiene publicados tres libros de poesía: Solárium (2011), La ruta del pájaro sobre mi cabeza (Ediciones Torremozas, España, 2013) y Caravana (Editorial Letras Cubanas, Cuba 2018 y El Quirófano Ediciones, Ecuador 2015). Reside en Miami desde los diez años