De lo cotidiano
En la taza, se me ahoga el café de esta mañana.
No le extiendo una cuchara,
no lo miro.
Se endulza, pensativo,
con mi silencio.
Cómo le hago para brincar este cerco de palabras,
y al pasar la hoja, desnudarte;
y ya sin metáforas que estorben,
cómo detengo a los versos en su sitio,
los sustantivos, los verbos, los gerundios.
Si la rima choca a la mitad de la estrofa, como un pájaro sin cielo,
sin un semáforo crepúsculo,
o un motel de árboles
para hacerte el amor.
Sobre el tallo del día
sigue mi voz abierta, deshojada, temblando;
se adentra en el aire
y en la médula del vuelo
se sostiene, inmóvil cometa, de tu mirada.
Las nubes de tu boca, lo confirman:
lo único imposible es no volar.
Irremediable
Esta mañana de irremediables cabellos y superiores ojos,
me agiganta el alma.
Grandes e hinchados, también los brazos,
me estorban;
son tontos y aburren
con todas sus ganas de estrecharte.
Cómo me gustaría tener una fogata espontánea,
de esas que todo lo queman de manera impertinente,
para, al menos, calentarme con mi cuerpo tatemado,
mientras espero al tuyo.
Cómo me gustaría apoderarme del aire
con un brinco de gacela.
Pero así, lleno de alas, y sin tocarte,
esta mañana de irremediables cabellos y superiores ojos,
me acalambra:
a mí me sobra tu ausencia,
colma el vaso de mi cuerpo
y derrama mi alma, inútilmente.
La casa
La casa coja de ventanas tristes,
de fachada adusta,
de gallinero solterón, abandonado.
La casa tonta que no come sopa,
que camina imprudente sobre la barda,
que llora por sus cachoras muertas,
sus hormigas,
su hojarasca.
La casa mala que trató de ahogarte en su pileta,
que apedreó tu infancia,
que te dejó castigado en el cuarto.
La casa del cinto y los golpes,
del alcohol y el divorcio,
de la nariz rota.
La casa muerta o divertida del domingo que te presta sus paredes,
que se deja vomitar,
escupir.
Un día te sacamos a empujones de la casa,
porque te negaste a ser coherente.
Por suerte llevabas las manos vacías
y pudiste atrapar mariposas en el jardín.
© All rights reserved Rubén Manuel Rivera Calderón
Rubén Manuel Rivera Calderón. Lic. en Letras Hispánicas por la UAM-I y Medalla al Mérito Académico (1997). Obtuvo en tres ocasiones el Premio Peninsular de Poesía “José Alán Gorosave” (1988, 1997 y 1998); recibió el Premio Estatal de Poesía Joven “La Paz 1992”; ganó los Juegos Florales “Margarito Sández Villarino, San José, 2000”, y en mayo de 2004, el Premio Estatal de Poesía “Ciudad de La Paz”. Publicó Torera de las aguas (UABCS-SEP, 1996), Marina. Viaje por un cuerpo en ocho cantos (UABCS, Praxis y Cuarto Creciente, 2004), La Casa de Cortés (ISC, 2004), Poemas sueltos (El celta miserable, 2009) y Tal vez un Himno (ISC/CONACULTA, 2010).