Contra Todo Pronóstico
Pusiste una distancia y la distancia quedó.
Los parques se mezclaron con la vida.
Extraña música: calles donde no sabe uno distinguir
la procesión del funeral, donde los grises prevalecen
y las gentes olvidan cómo era eso de volver al deseo.
Uno o dos gestos por considerar,
una pasión retráctil porque claro, estaba ese abismo
del que hablan los desafortunados.
Dos o tres besos se acurrucaron
bajo el manto del pecado cortés.
Contra todo pronóstico: he ahí tu imagen,
objeto de delicada reverencia, tibia, inclasificable.
de “Poemas de la treintena”
Boleto de ida
Uno no está de vuelta,
sigue con varios boletos en la mano,
pretende barajarlos
antes de que en la próxima estación
un guarda verifique las leyes del azar,
y uno le encostra el número justo,
el horario preciso,
y la frente arrugada también,
como esos viejos cowboys de Hollywood
que parecen haber pensado asiduamente
en sus feroces destinos
Ventanas
Tres ventanas se abren a la playa
y dejan ver el mar.
Entre ventanas ventana
hay dos espacios de pared pulida
donde la imaginación proyecta
el movimiento lento de las olas,
y el conjunto adquiere
un aspecto de pantalla gigante.
Los sectores de mar imaginado
dependen del grado de atención
del observador: saben ser inestables.
A reces se completa el horizonte
y otras veces el mar no tiene la entereza
de ocuparlo todo.
Al caer la luz suponemos que triunfa el mar:
lo dicen la rompiente y el silbido del viento
(en el oído se ocultaban).
Las ondulaciones de la playa,
el tempo de las olas, ya afrontan lo oscuro.
Pronto sería tierra de nadie,
arena marginal: ausencia.
Debemos convertir en música
este comienzo de la noche.
Muerte de Adán
Ha comenzado la derrota de los nombres.
Sólo hablo de mí, de mi distancia.
Los animales pasan, me lamen, pero yo no recuerdo
qué sonidos interpuse una vez entre sus cuerpos y el mío.
Pasan y me abandonan, conocen la proximidad del invierno.
El más hermoso de ellos permanece.
Con dedicación moja mi frente, sostiene mi cabeza,
despacio me besa los labios.
La escucho sollozar,
presiento que ella cerrará mis ojos,
de ella será mi última palabra olvidada.
En invierno
No preguntés
qué fuego
encender
ni para qué
los álamos
se llenan
de fuga
consentida
hay por debajo
pétalos
lúcidos huesos
cuya estirpe
es la rabia
caminos
soledades
extramuros
corazón corazón
de “Ese espacio que tiembla”
EL GRAFFITI
Chorreante,
rústica insolencia de amores.
Plebeya es la pared
del callejón que atraviesa la noche.
(Los muchachos publican
su feroz discusión con la muerte.)
Escena familiar
Sé que negamos algo, hijo,
y nos reímos:
jueguitos de video hasta las doce.
Una madeja de reflejos antes de dormir
y, claro, tu deseo es quedarte,
como yo, en el living,
a la espera de algunas palabras.
Me pregunto qué rostro considerarás
del tipo que lo impide.
Fría, la noche enciende imágenes estables,
y este vistazo rutinario
me demuestra que en sueños todavía ríes,
como si desde lejos te arrullaran
los callados objetos de la habitación
y los asuntos de tu alma.
de “El arreo y la fuga”
© All rights reserved José Emilio Tallarico
José Emilio Tallarico (Bs.As.1950-2019) Ha publicado: Huésped y testigo, 1986, Poemas de la treintena, 1987, Siglonía, 1988, Ese espacio que tiembla, 1993, El arreo y la fuga, 2000, Andariveles, 2006, Creés mirar lejos y otros poemas, 2011, El enroque es conmigo, 2016, En torno a un simulacro y otros poemas (Selección 1986-2019) 2019.
Formó parte del grupo de videoconferencias de poesía Argentina-Francia: Travesías poéticas http://travesiaspoeticas.com.ar., codirigió el ciclo de lecturas y entrevistas El Orate y la Musa junto a los poetas Alejandro Méndez Casariego y Gerardo Lewin.
Ha presentado innumerables libros de poesía de autores argentinos y fue un destacado lector de poesía y estudioso en la materia.
Publicó artículos y poemas en varias revistas literarias del país. Fue traducido parcialmente al portugués, al catalán, al italiano, al francés y al neerlandés.