En Chromatic Aporias, el último proyecto de Rafael López-Ramos (Cuba, 1962), expuesto recientemente en el MOCA de Miami, el autor retoma estrategias y métodos aplicados con anterioridad en su serie Aporías del alma cubana, proyecto emprendido en los años 90, cuando aún vivía en La Habana.
Aquellas piezas recreaban alegorías que evocaban el espíritu de lo cubano a través de códigos apegados a la tradición pictórica nacional. No ha sido el único de su época en hacerlo, Pedro Álvarez (1967), otro importante talento cubano, también se apropió de un repertorio de signos arquetípicos que se repitieron en la historia del arte insular desde la academia hasta las últimas vanguardias. Tanto Rafael como Pedro, fieles a estilo y generación, revisitaron la imagen católica, la naturaleza muerta o el acervo afrocubano con el espíritu revisionista que despertó el movimiento renovador del arte cubano surgido en la década de los 80 del pasado siglo.
En el caso de López-Ramos, su nueva serie de Aporías ha ido añadiendo elementos provenientes de la propaganda política cubana, elementos kitsch y representaciones extraídas de la cultura popular estadounidense. Con estos contrapuntos la propuesta ha ganado en fluctuaciones de sentido que hacen dudar que la simultaneidad de alusiones a diferentes contextos y épocas implique hibridez. Al contrario, bien por espontaneidad o por estrategia expresa del autor cada icono de la serie irradia una energía soberana al margen de la coexistencia espacial con otros signos. La relación entre imágenes es más evocadora que lógica y más asociativa que integradora. Funcionan como fragmentos del rompecabezas subconsciente donde se ha intentado replantear una identidad disuelta y definitivamente irresoluta.
La praxis poética en estas obras no intenta vestir de cosmopolitismo platónico la crisis de reconocimiento que se cierne sobre la cubanidad. López-Ramos parece enfrascarse en una reconstrucción de la memoria sesgada, transitando de la introspección a una redefinición de lo nacional. El sarcasmo, el lirismo o el choteo son recursos que se escurren entre los pinceles para advertir sobre la actual precariedad del alma cubana dada la ingravidez de sus asideros. Frutas, cenefas, jeroglíficos yorubas, trademarks o logotipos políticos, superhéroes y rumberas, caricaturas, cartografía e imagen patria…todos componentes de un discurso donde valiéndose de parodias y antinomias entre los símbolos, el pintor bordea un proceso social que fue tornándose caótico y surrealista hasta perder localización territorial y, lo más triste, la progresión lógica para sus protagonistas.
Nada de lo que intenta comunicar López-Ramos pudo haberse expresado sino es desde el diagnóstico postrevolucionario. Su discurso es el de ese “hombre nuevo” forjado alguna vez por la “revolución cubana”, ahora encanecido y despojado de utopías, que se ha propuesto reseñar el disparatado laberinto recorrido hasta extraviar la viabilidad de orden racional.
Chromatic Aporias refleja acrisolamiento de información y oficio. Se confirma en las soluciones a la sucesiva sobreimposición de elementos triviales sobre fondo abstracto que irá generando la construcción simbólica final. El dibujo es preciso y apela a la pulcritud del hard edge importado del Pop Art. El uso del color juega un rol fundamental como motivador o manipulador de la lectura, y sus contrastes complementarios, a la par que incentivan la retención de la mirada, refuerzan la coherencia discursiva. López-Ramos apostó por esa apropiación desinhibida de estilos precedentes que, según Frederic Jameson, caracteriza al historicismo posmoderno. El resultado es un breve compendio de alegorías, carnavalizadoras del acontecer histórico, que a fuerza de ironía y cuestionamiento logran comunicar dos desconciertos: el de una identidad que ha dejado de ser inconmovible y el de la encrucijada ideológica de una nación.
© All rights reserved Jesús Rosado
Jesús Rosado (La Habana, 1957); historiador, crítico, curador y periodista cubano radicado en Miami desde 1996. Graduado de la facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana en 1981. Ha cursado varios posgrados sobre museología. Terminó estudios en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos como asistente de dirección de cine. Es cofundador del Museo Memorial El Hurón Azul (casa del pintor Carlos Enríquez), así como del Museo Máximo Gómez (Quinta de los Molinos), ubicados en La Habana. Fue especialista principal del Museo Ernest Hemingway y del Museo Nacional de Bellas Artes, ambos en Cuba. Es autor de varios textos para catálogos y monografías sobre artistas visuales. Colabora con publicaciones especializadas como ArtNexus, Arte al Día y ArtPulse. Sus trabajos aparecen también en Diario de Cuba, Encuentro en la Red y Herencia Magazine.