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Marzo 2024

CHARLANDO CON JULIA NAVARRO. UNA HISTORIA COMPARTIDA. CON ELLOS, SIN ELLOS, POR ELLOS, FRENTE A ELLOS

 

Estoy en el estudio de mi casa, con la biblioteca atestada de libros a mi espalda, pendiente del reloj. Es la tercera vez que entrevisto a Julia Navarro (Madrid, España, 1953) en nombre de la revista Nagari, pero en esta ocasión es diferente. La primera fue con motivo de la publicación de su novela Historia de un canalla (Plaza y Janés, 2017); luego, el siguiente título, Tú no matarás (Plaza y Janés, 2019) me brindó la segunda oportunidad. Sin embargo, a diferencia de aquellas veces, hoy charlaremos de tú a tú, viéndonos las caras a través de la pantalla de un ordenador, hoy en día el modo más sencillo de salvar cualquier distancia.

Nos citamos el 15 de febrero a las once de la mañana y Julia, haciendo gala de una puntualidad exquisita, se conecta a la sesión de videoconferencia a la hora exacta. Tras ella, una pared blanca. Se trata de una de las oficinas de la editorial, donde han preparado la conexión. En cuanto Julia llega, aprecio su elegancia, su distinción, su cordialidad. Habla con voz dulce y su dicción es clara y precisa.

Nos saludamos y le agradezco, en nombre de Nagari y en el mío propio, su generosidad al acceder a realizar esta entrevista. Sabemos que su tiempo es muy valioso. Ella, cortés, responde que lo es para todo el mundo. Sus ademanes y sus palabras fluyen con naturalidad.

A modo de preámbulo le recuerdo cómo fue su incursión en la narrativa de ficción veinte años atrás, casi por casualidad, durante unas vacaciones de verano con su marido y su hijo en la playa, tras leer la noticia de un obituario en un periódico. Ella sonríe. Esa fue la chispa que prendió en su mente para crear la primera de sus novelas, La Hermandad de la Sábana Santa, publicada en 2004. El éxito fue enorme de inmediato, tanto en España como internacionalmente. Editada en 30 países, Julia Navarro pasó a convertirse en una autora de best sellers, con más de un millón de ejemplares vendidos en todo el mundo. Me comenta, orgullosa, que este mes de febrero se cumplen los 20 años de su primera edición y que para celebrar la efeméride la editorial ha preparado una edición conmemorativa, ilustrada. Me enseña algunas páginas y no puedo dejar de mostrar mi admiración. La felicito.

Después de dos décadas de labor creativa ininterrumpida, con ocho novelas publicadas y una de ellas convertida en guion cinematográfico (Dime quién soy, 2010), Julia Navarro rompe esta tendencia y en 2023 sorprende a sus lectores con un libro de no ficción: Una historia compartida. Con ellos, sin ellos, por ellos, frente a ellos. A lo largo de esta entrevista averiguaremos el porqué. Su editorial de cabecera sigue siendo Plaza y Janés.

Julia no se reconoce en la etiqueta que algunos le han asignado como autora de novelas históricas, pero lo cierto es que hay mucha historia en sus libros. Para ella, ese trasfondo es imprescindible para dotar de verosimilitud y contexto los argumentos que arma con detalle y precisión. No obstante, insiste en que el peso de sus tramas recae siempre en los personajes y en sus vicisitudes.

Volviendo al tema de su última publicación, Una historia compartida, no debiera extrañarnos el cambio de registro, tratándose de alguien que procede del periodismo político. Se lo comento. Su currículum como periodista mediática en prensa, radio y televisión desde los años 70 y sus publicaciones sobre la transición española y su marco político, de 1995 a 2001, avalan que en ella confluyen intereses no solo literarios. Con estos antecedentes, podemos definir a nuestra autora como una escritora polifacética, una mujer observadora, preocupada desde sus inicios por entender y dar testimonio de la realidad en la que vive.

Confiesa Julia Navarro que, tras el éxito de La Hermandad de la Sábana Santa, intentó compatibilizar su profesión periodística con la literatura. Fue una lucha que se prolongó durante dos años, pero al final se vio obligada a elegir. Me explica que le resultó duro y que aún experimenta cierta nostalgia por estar −como ella misma expresa− al otro lado de la noticia. La literatura acabó por ganar la batalla y gracias a eso hoy es una autora reconocida, cuyos lectores esperan con impaciencia su próxima novela.

Dicho esto, centrémonos en su último título.

 

 

D: Julia, ¿cómo definirías Una historia compartida? ¿A qué género pertenece?

J: Una historia compartida es ensayo, también es una obra muy personal y una reivindicación del papel de las mujeres en distintos ámbitos a lo largo de la historia, papel que de alguna manera ha sido opacado o simplemente ignorado. Durante la pandemia no tenía la cabeza para escribir novela con todo lo que pasaba a mi alrededor y una vía de escape fue recordar historias de mujeres.

También es una reflexión acerca de la historia vista por los hombres. Siempre se ha contado desde la perspectiva masculina y ha opacado, ignorado el papel de tantas y tantas mujeres. Lo que yo hago es una relectura de la historia.

Por ejemplo, con Cleopatra. Parece que cada vez que Cleopatra ve a un romano se enamora locamente de él, pero no. Cleopatra era una reina, estaba defendiendo su trono. Ella necesitaba las legiones de Roma para mantenerse en el poder, que amenazaba su hermano. César necesitaba a Egipto para defender su posición en Roma, por tanto, era una unión entre iguales. Que, además, tienen una relación amorosa, eso es lo de menos. Lo que cuenta es que eran dos gobernantes que se necesitan para mantenerse en el poder. Hago una relectura distinta, no de una Cleopatra muerta de amor, sino la historia de una reina, de una gobernante. Luego, cuando muere César, Cleopatra sigue necesitando a Roma y llega Marco Antonio. Depende de las legiones romanas y por su parte, él, Marco Antonio, necesita a Egipto para mantener el triunvirato. Lo que hago es enfocar la historia de otra manera.

O con Medea, que ha pasado a ser una malvada y una bruja, que sí, que fue capaz de las mayores atrocidades, pero todo lo hace por Jasón, el héroe. Todo lo que consigue Jasón es por Medea y lo que ella hace está encaminado a favorecerlo, por amor, por locura de amor.

D: Sí, claro, es como si hubiera un doble rasero a la hora de valorar las acciones de hombres y mujeres, ¿no crees, Julia?

J: Claro y yo quiero reivindicar el papel de la mujer porque la historia es una historia común, para hombres y mujeres y no se puede contar la historia sin hablar de una de las partes. Nosotras tenemos padres, tíos, amigos, hijos, vecinos, amantes. Las mujeres están rodeadas de hombres porque son la mitad de la población. Igual que la vida de ellos está rodeada de mujeres. Tienen madres, tienen tías, hermanas, hijas… No se puede contar la historia de unos sin las otras.

D: Estoy totalmente de acuerdo, Julia. Por ello, a lo largo del libro te declaras inequívocamente feminista y has recopilado más de doscientas semblanzas sobre mujeres relevantes de la historia a las que rindes tributo. Abordas el tema del feminismo desde una perspectiva constructiva, integradora para hombres y mujeres, y eso en una época en la que cierto tipo de feminismo se ha vuelto beligerante, incluso ha asimilado la cultura de la cancelación.

J:  Eso es porque soy demócrata y porque soy demócrata soy feminista. Te lo digo en serio. No se puede ser demócrata y no ser feminista. No puede ser que la mitad de la población no tenga los mismos derechos que la otra mitad. La calidad de una democracia se mide por los derechos de sus ciudadanos, por tanto, el feminismo es una cuestión de democracia, de calidad de la democracia. Mientras haya una niña que no tenga acceso a la educación por ser niña, que no tenga los mismos derechos y oportunidades a mí no me queda más remedio que estar dando la batalla, porque es una batalla por la democracia.

La cultura woke me parece algo fascista y reaccionario. Así de claro lo digo. Yo creo en la igualdad y en la diversidad dentro de una sociedad de iguales. Y no aquello de “como no me gusta lo que usted dice, le cancelo”. Me parece absolutamente reaccionario y fascista. ¿No se pueden contrastar ideas porque algunos se sienten “ofendidos”? Lo que no se puede hacer es escribir una historia a la medida de cada colectivo, según sus preferencias. Muchas veces no me gustarán las posiciones que escucharé, pero lo contrario sería atentar contra la libertad de las personas y la libertad de expresión. En las universidades de EE.UU. se crean índices de libros: este se lee, este no se lee, cuando la universidad debería ser un espacio para poner en valor las diferencias. A mí me hiere la sensibilidad este tipo de comportamientos. Si somos demócratas, debemos tener una sociedad demócrata.

D: Corren vientos retrógrados que nos devuelven prácticas que creíamos superadas para siempre en los países llamémoslos “avanzados”. Y enlazándolo con ese tema, ¿crees que hace falta recordar lo que suponía ser mujer hace cincuenta o setenta años atrás? Tú lo haces en tu libro.

J: Es que aún no hemos llegado a la meta. Tenemos que saber de dónde venimos para saber a dónde vamos y a dónde queremos llegar. Quedan muchas batallas, incluso en nuestra sociedad confortable occidental. La sociedad tiene que ir ensanchando ese espacio de igualdad a través de la educación. Si no, las leyes de poco sirven. El papel de las escuelas es muy importante.

D: Por cierto, Virginia Woolf es una de las escritoras a la que dedicas más páginas en Una historia compartida. Su vida, marcada por los abusos sexuales en la niñez, en el seno de su propia familia algo que es doblemente terrible y su fragilidad mental, junto a su talento literario, hicieron de ella una mujer singular. En relación con ella, te refieres al círculo de Bloomsbury como a un espacio de desinhibición y libertad, donde se rechazaba la moral burguesa del momento. Allí Virginia y otras autoras como Dora Carrington hallaron un espacio, una “habitación propia”, pero la libertad y la igualdad entre hombres y mujeres del círculo de Bloomsbury no dejaban de ser excepcionales y solo al alcance de una clase privilegiada, como la de Virginia y sus amigos. Dentro de ese contexto, ¿qué legado crees que ha dejado Virginia Woolf al feminismo?

J: Virginia Woolf ha ampliado nuevos espacios, se ha atrevido a cuestionar las normas. Es cierto que ella pertenecía a una clase privilegiada y podía hacerlo. Ella sí tenía una habitación propia, pero, al mismo tiempo, está reivindicando una habitación propia para todas las mujeres. Virginia Woolf ha ayudado a abrir esos espacios, a romper las costuras en una sociedad preparada exclusivamente por y para los códigos masculinos.

D: Julia, manifiestas abiertamente en la introducción del libro que sigues tus predilecciones y que Una historia compartida no es un decálogo exhaustivo de mujeres eminentes, que hay muchas más. Una de las que más elogias es Mª Teresa León, esposa de Rafael Alberti.

J:Sí, sí, claro, son las mujeres que me he ido encontrando a través de mis lecturas. Con unas simpatizo más, con otras menos. Mª Teresa León era una mujer con una gran potencia intelectual que volcó su vida en Alberti, al que admiraba muchísimo, dejando casi de lado su obra.

D: Un caso más flagrante todavía es el de María Lejárraga, de la que también hablas, casada con Gregorio Martínez Sierra, el autor teatral. En realidad, ella era la creadora de las obras de teatro firmadas por su marido. Es un patrón que a menudo se repite a lo largo de la historia. Parece que se produce una simbiosis: mujer talentosa busca marido talentoso y luego ella queda subsumida en la obra de él. En ocasiones mediante engaños.

J: Sí, es algo que se ve en la generación de las mujeres de la posguerra. Son mujeres muy potentes intelectualmente, como Mª Teresa León, que tienen parejas también muy potentes. Entonces ellas dan un paso atrás, para proyectar la carrera de ellos. Es fácil criticarlas con la perspectiva de hoy en día, pero tampoco tenemos que caer en la trampa. Era otra época y si no valoramos sus condicionantes, estamos condenados a no entender nada. Aun así, eran mujeres con presencia y su obra, su manera de estar en el mundo, su manera de relacionarse abrió espacios. Mª Teresa es una mujer con un talento enorme, sin embargo, canaliza toda su energía por amor a su marido y ella acepta quedar un paso atrás para que solo brille Alberti.

D: ¿Tú crees que esa postura tiene que ver con el famoso “techo de cristal”? Me da la sensación de que a lo largo del libro quieres advertir a las nuevas generaciones de ese peligro.

J: La generación de Mª Teresa León y sus coetáneas tenían presencia, transgredían, iban a la universidad. Tenían unos valores y abrieron espacios que luego han seguido abriéndose. Creo que no hay techos de cristal, que somos nosotras mismas las que tenemos que abrirnos. Luego te encuentras en la realidad de la sociedad en la que tienes que vivir. A mí me educaron con la idea de que podía ser lo que yo quisiera, pero es verdad que luego ves que tienes que superar el síndrome de la impostora: “¿estoy yo preparada para eso, realmente valgo para hacer lo de más allá?” La organización social no nos había puesto un techo de cristal, sino una barra de hierro en la cabeza.

D: En otro momento de Una historia compartida hablas de la importancia de la labor pedagógica de Josefina Aldecoa en los años setenta. Fue maestra tuya y también de tu hijo en el colegio Estilo de Madrid. Hablas con mucho cariño de ella.

J: Josefina Aldecoa era una gran pedagoga, heredera de la Institución Libre de Enseñanza. Estudiar con ella y con el resto de maestras era como estar en un oasis, en aquella España en blanco y negro, y aprendí mucho con ella. Mi hijo estudió en el colegio Estilo, que hizo una labor encomiable.

D: Cuando abordas el tema de la Generación del 27, haces hincapié en la pintora Margarita Manso, quizás la única mujer a la que Federico García Lorca amó. A ella le dedicó Lorca el poema “Muerto de amor” (recogido en Romancero gitano). Junto a la también pintora Maruja Mallo y otras formaron el grupo de las “sin sombrero”.

J: Fíjate cómo era la sociedad entonces, que quitarse un sombrero era una transgresión, porque se quitaban el sombrero para poder pensar. Esas mujeres convertían la imagen de “me quito el sombrero” en un acto contestario. Ellas, que convivieron y compartieron tiempo y espacio con poetas eminentes, también lo eran. Eran mujeres singulares y les aportaron mucho a los hombres con los que compartieron tertulias, con los que vivieron.

D: Pero estas mujeres que tuvieron una obra relevante, singular, como tú dices, con una gran personalidad, han quedado relegadas en el canon literario y artístico. ¿No crees que estamos haciendo algo mal como sociedad?

J: No ha habido ningún plan de estudios, ni de derechas ni de izquierdas, que se haya planteado recuperar la memoria de mujeres destacadas que, por justicia, deberían compartir ese canon, establecido por los hombres desde una perspectiva exclusivamente masculina. Los libros de texto, cuando hablan de escritores, artistas, científicos, como mucho, incorporan el nombre de una mujer, como un hecho aislado, no en la proporción que debería ser justa. Por tanto, yo les diría a los ministros de Educación, presentes y futuros, que en lugar de aprobar planes de educación, cada cual peor que el anterior, se centrataran en incorporar masivamente a las mujeres que aportaron tanto al desarrollo de la humanidad en todos los campos: literatura, política, etc. Sencillamente con que las incorporen habrán hecho algo que valga la pena.

D: Pero lo mismo que pasa con las mujeres de la Generación del 27 ocurre con la Generación del 50, de la posguerra española. Cuando piensas en el nombre de un poeta de esa época nunca se te viene a la cabeza el de una mujer y hubo bastantes, algunas realmente excepcionales.

J: Es que habría que incorporarlas masivamente, ya te digo. No puede ser que la mitad de la población no tenga presencia en los planes de estudio, habiendo hecho aportaciones tan y tan importantes.

D: Claro, de ahí el título de tu libro: Una historia compartida. Otro de los temas que tratas paralelamente al feminismo, es el racismo y el apartheid y hablas de mujeres tan destacadas como Nadine Gordiner o Nelle Harper Lee. Es un tema que, lejos de estar superado, sigue siendo una lacra en nuestras sociedades. ¿Merece que hagamos una reflexión?

J: Es que asuntos tan relevantes tienen que estar continuamente en la conversación pública para que se entierren de una vez por todas situaciones que no hacen más que discriminar a determinadas personas, por las razones que sea. Pero eso es un problema de democracia: una democracia plena significa una democracia de iguales.

D: Hablemos de las poetas del área de la antigua Unión Soviética. Muestras una clara preferencia por Anna Ajmátova.

J: Anna Ajmátova es, para mí, una de las mejores poetas del siglo XX. Tuvo una vida fascinante y trágica. Las dictaduras y también las autocracias son enemigas de los intelectuales y, cuidado, que en Europa nos estamos deslizando, como quien no quiere la cosa, hacia formas de autocracia. Anna fue víctima de la dictadura del comunismo, que enviaba al gulag a todo el que fuera crítico con el estalinismo. El comunismo fue una ideología tentadora, pero acabó convertido en un gran monstruo. El dirigismo cultural que ejerció fue brutal, porque los intelectuales cuestionan, plantean dudas, y hacia ellos va la represión, contra aquellos que no van por el camino que marca el que manda. Anna Ajmátova fue, como tantos y tantos intelectuales rusos, víctima del estalinismo, del comunismo.

D: ¿Tú crees que en situaciones de conflictividad y violencia, las mujeres son doblemente víctimas?

J: Las mujeres son doblemente víctimas desde la guerra de Troya y aún antes, siempre han sido botín de guerra. Y ahora seguimos sufriendo esa violencia. Piensa en África, donde Boko Haram va a los colegios, se lleva a las niñas y se las da a sus soldados para que abusen de ellas. Secuestran y violan niñas. Hay un ensañamiento contra las mujeres y las niñas mediante la violación como forma de poder.

D: La violación se convierte en un acto de sometimiento contra la mujer, desde siempre, ancestralmente.

J: Es ancestral, sí, sí.

D: Julia, nos centramos ahora, si te parece, en España, nuestro país. En tu libro dedicas un comentario pormenorizado al tema de la transición española, que tuviste el privilegio de vivir en primera persona, como periodista acreditada en las Cortes Constituyente, en el año 1977. Se incluye dentro del último capítulo, dedicado a la periodista Oriana Fallaci, a la que admiras como gran profesional que fue. ¿Crees necesario recordar, ahora que el panorama político y social español se ha polarizado y se sitúa en la crispación perpetua, lo que supuso este período que pretendió por encima de todo el consenso y la concordia entre los españoles?

J: La transición la hizo la sociedad. La población española quería cerrar la época del franquismo y quería iniciar una etapa nueva, recuperar la democracia, las instituciones democráticas y un clima, un hábitat de convivencia donde todo el mundo tuviera su lugar. Fue una obra colectiva, una obra de la sociedad. No es la obra de cuatro señores que se encierran en un despacho y deciden cómo quieren que sean las cosas, sino que reciben el impulso de toda una sociedad, que quería que este país dejara de ser una anomalía en el conjunto de Europa. La transición no fue una época de vino y rosas. Al principio estaba la amenaza golpista, la amenaza de la extrema derecha y la amenaza de ETA, que mataba cada semana. No fue un camino fácil, pero sí había una voluntad mayoritaria de los ciudadanos por reencontrarse y reconstruir un espacio común. Por tanto, nos podemos sentir satisfechos de la transición como sociedad.

Algunos jóvenes parece que acabasen de descubrir el Mediterráneo y consideran que las cosas se tendrían que haber hecho de otro modo. Tengo clarísimo qué habría hecho yo en el siglo XV, pero en cada momento, en cada contexto, con los condicionantes existentes, hay que actuar en consecuencia. Creo que la transición española fue una obra importante que creó espacios de consenso.  

D: También aludes al 23F, el golpe de estado perpetrado por el teniente coronel del Ejército español Antonio Tejero, el 23 de febrero de 1981, que atentaba contra el estado de derecho recientemente constituido. Detallas con pulso de narradora experimentada lo sucedido en la tribuna de prensa. Describes tu miedo y el de tus compañeros periodistas. Es un relato vívido que transmite la incertidumbre y el temor que todos los que presenciasteis el golpe experimentabais. También cómo en unas horas, el jefe del Estado, el entonces Rey Juan Carlos I, abortó el intento golpista.

¿Has pretendido con ello hacer una defensa a ultranza de la Constitución española?

J: Por supuesto, yo soy una defensora de nuestra Constitución. Es una Constitución moderna, una obra razonablemente bien construida, que da cabida a las diferentes inquietudes, que proporciona unas normas de convivencia comunes para todos. Naturalmente, las sociedades van cambiando y, por tanto, las leyes siempre tienen que estar pendientes de lo que ocurre a su alrededor. Por ejemplo, la Constitución española dice que el heredero del trono da prevalencia al hombre frente a la mujer.

D: Eso es completamente obsoleto hoy en día.

J: Claro, es algo que hay que cambiar, y otras cosas también, pero yo creo que el grueso de la Constitución se ajusta al espacio común de la sociedad.

D: Vamos llegando al final de esta conversación, Julia, pero antes, dime: ¿este libro supone un giro en tu escritura? ¿No habrá más novelas?

J: No, de ningún modo, pero de vez en cuando va bien hacer un alto en el camino. Sigo siendo una observadora pertinaz de lo que ocurre a mi alrededor y siento la necesidad de contarlo y plasmarlo en un papel.

11-Perfecto, Julia, así no hay por qué alarmarse. Por último, ¿qué se siente siendo la Duquesa de los Navíos del Reino de Redonda? Fue el escritor Javier Marías, fallecido en 2022, quien te nombró.

J: Pues te digo que, de las dos cosas más bonitas que me han sucedido desde que emprendí mi carrera literaria, la primera fue el día en que Javier Marías, sin venir a cuento porque él era así, pero ya se sabe, él era el rey y los reyes hacen lo que quieren, me ofreció si me gustaría formar parte del Reino de Redonda. Yo estaba emocionada y le dije: “Sí, claro, para mí sería un honor”. Entonces me propuso qué título quería tener y yo me quedé pensando y, tratándose de una isla, rodeada de mar, dije: Duquesa de los Navíos. Fue algo conmovedor. Javier siempre fue muy generoso conmigo. Éramos vecinos y nos encontrábamos a menudo, en la calle, cuando yo salía de paseo y él sacaba a su perro. Nos veíamos y de repente parábamos y charlábamos sobre cualquier cosa: criticábamos al alcalde por cuestiones urbanísticas o hablábamos de política, de libros. Podían ser diez minutos o una hora. Después de ofrecerme el título del Reino de Redonda lo medité y le dije, “oye, que si te lo has pensado mejor y me retiras el título, no pasa nada”, como los reyes son arbitrarios…

El segundo regalo que me ha dado la literatura sucedió cuando el Instituto Cervantes me invitó, con motivo de la publicación de Tú no matarás (2018), a una visita organizada a la gran biblioteca de Alejandría. Diferentes países han contribuido tras su reconstrucción enviando libros. Yo estaba maravillada y al finalizar el recorrido me dijeron si me gustaría dejar un ejemplar de mi libro allí, en la biblioteca. Imagínate. Yo le dije: “Bueno, les dejo mi libro y mi persona, si quieren”.

Solo por estar en la biblioteca de Alejandría y ser Duquesa del Reino de Redonda han valido la pena todos estos años de escritura.

D: Julia, podríamos seguir hablando sobre muchas cosas más a raíz de Una historia compartida, pero va siendo hora de acabar. Dejamos a tus lectores que descubran tu amor por Alejandría, como acaba de quedar patente, y la huella de un sinnúmero de mujeres extraordinarias, mujeres rompedoras e imprescindibles en el mundo del periodismo, la literatura, las ciencias, el arte. Tras leer tu libro da vértigo pensarlo.

 

 

Antes de finalizar la conexión agradezco a Julia de nuevo su tiempo y me explica que este año irá a la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara con motivo de su próxima publicación. ¿Quién sabe? Tal vez volvamos a coincidir y tengamos ocasión de charlar sobre su nuevo libro, esta vez, me ha asegurado, una novela. Se tratará, sin duda, de otra historia trepidante, otro hito en la carrera literaria de una mujer elegante en fondo y forma, cuya escritura aúna afán de aventuras, espíritu constructivo y concordia. Y es que Julia es así.

 

 

JULIA NAVARRO: Una historia compartida. Con ellos, sin ellos, por ellos, frente a ellos, Plaza y Janés. Barcelona, 2023.

 

 

Dolors Fernández Guerrero

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