Madre, si vieras como han crecido las isoras.
El rosal tiene dos rosas.
(A Nicolás le han salido los dientes y ya gatea).
También tiene luz el sol, anochece, llueve, escampa
y los autos se detienen —casi siempre— en las luces
rojas.
Madre, llega correo a tu nombre
y lo coloco en tu escritorio, nítidamente,
como si fueras a regresar de unas vacaciones.
Aún me salta el corazón si suena el teléfono
de madrugada o si escucho en las calles
la sirena de una ambulancia.
Me apuro en las tardes para llegar a tiempo a la cena
y hay tantas cosas que a cada rato
te quisiera contar…
Madre, la casa está llena de tus pasos y tu voz,
y hasta el tintineo de aquellas medallas
que prendías a tu ropón cuando yo era niña,
hiere el silencio.
La vida sigue y no estarás ya nunca más.
Yo misma cerré tus ojos
e hice que te vistieran bien elegante
para el viaje final.
Te vi en tu ataúd, serena y hermosa.
Y llevo flores todos los sábados
a la tumba donde descansas junto a mi padre
y que tantas veces visitamos las dos.
Todo es tan confuso, Madre.
Sé que no volverás y todo te espera.
Todo está dispuesto para tu regreso.
Lavo con esmero las cazuelas
para que las encuentres relucientes.
Y riego las malangas y las arecas.
Si vieras, Madre,
como han crecido las isoras.
Y el rosal tiene dos rosas.
Cuando marcho me despido
y le tiro besos a tu foto
cuando llego, al igual que tú hacías
con tus muertos, y yo me reía entonces
tanto como ahora te comprendo.
Todo es tan confuso, Madre.
A veces me siento sola,
perdida, huérfana,
con el cordón umbilical
cortado de tajo, sangrante
y largo, al punto que me enreda;
otras veces recuerdo tu último suspiro
—el largo suspiro de la muerte—.
Me pareció entonces,
y ahora a veces aún me parece,
que me tragabas,
que me devolvías a tu útero
a tu centro.
Madre, la vida sigue.
A Nicolás le han salido dos dientes.
Ya se sabe parar y gatea.
No sé si nos verás, Madre,
parecemos unos náufragos
sin barcos ni velas.
Voy al trabajo, me levanto, me acuesto,
como, bebo, escribo, hablo, rezo.
También lloro, Madre.
Es un llanto tonto y bueno.
Por tantas cosas que quisiera decirte
y no puedo, como, por ejemplo,
lo hermosas que están las isoras y las rosas.
Y que ya han cambiado la hora
y nadie ha encendido las luces
cuando regreso a la casa
oscura, y sola.
29 de octubre de 1997
© All rights reserved Uva de Aragón
UVA DE ARAGÓN (La Habana, 1944), periodista, narradora, ensayista, profesora universitaria, promotora de la cultura, reside en Estados Unidos desde 1959.
Doctora en Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Miami. Ha publicado más de una docena de libros y mantenido una amplia producción periodística. Algunos de sus cuentos, poemas, ensayos y artículos aparecen en diversas antologías, algunos en traducciones al inglés. Es miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua (ANLE). Fue profesora y subdirectora del Instituto de Investigaciones Cubanas (CRI) de la Universidad de la Florida (FIU), hasta su jubilación en 2011. En 2010 inauguró su blog Habanera soy https://uvadearagon.wordpress.com/