Camino de Imposesión, Ediciones La Mirada, El Beisman Press, Chicago (2019).
Autor: Jorge Luis García de la Fe (Cárdenas, Cuba, 1954)
Poemario: 188 páginas.
Jorge García de la Fe nació en Cárdenas, uno de los puntos más cercanos a Miami de la isla de Cuba, el 25 de septiembre de 1954. En la isla estudiaría una Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas, en la Universidad de la Habana, para trasladarse en 2007 a Estados Unidos, donde ejercerá la docencia en diferentes Colleges en el área de Chicago, donde reside. Este poeta ha publicado en diferentes antologías y revistas de Cuba, Estados Unidos y México, además de tener en su haber varios libros, destacando hasta ahora su poemario Chicago es mi batey (parte de la antología En la 18 a la 1, Ediciones Vocesueltas, 2010) y su libro de sonetos Aunque la nieve caiga de repente (editado por el incombustible Miguel López Lemus en el año 2015).
Si algo destaca en la obra de Jorge Luis García de la Fe es su lealtad a su propio estilo. El autor caribeño, devoto de los sonetos, nos regala un ejemplar con 148 poemas llenos de voz, sal y aliento: Camino de Imposesión.
Este poemario está marcado por una palabra que siempre deberíamos escribir en letras mayúsculas: LIBERTAD. Aunque la mayoría de los poemas se materializan recientemente, el germen del libro se sembró hace ya muchos años, en una Cuba castrista, homofóbica y represiva hacia cualquier atisbo de conducta diferente a las enmarcadas dentro de las pautas heteronormativas y machistas del estereotipo de la época. Fue una imposición que marcó la necesidad de este escritor de hacer constar, a modo de muesca en la pared, primero, y a modo de nota recordatoria, más adelante, cada uno de sus momentos de iluminación. Son muchos los accesos de liberación, aprecio y descubrimiento que Jorge Luis García de la Fe ha experimentado desde aquellos años en los que se sintió reconocido en otras identidades. De entonces nos recordará García de la Fe el bernardalbismo de la época (palabra usada por él mismo cuando habla de aquellos tiempos y que a mí me encanta, por todo ese eco lorquiano que proyecta), bernardalbismo, decía, exacerbado en sentido negativo, por un gobierno que se adueñaba de la atmósfera que todo cubano debía respirar, incluyendo al por entonces joven escritor.
En Camino de Imposesión, podemos escuchar la voz de María Josefa, su abuela. Una voz sostenida en el interior del autor, a veces temida y siempre esperada, que acabó por salir para dar forma a las palabras de este bello poemario.
Este libro es LIBERTAD, la definitiva asunción de la sexualidad por parte de un hombre que ha madurado a través de los años tanto como a través de la lírica de sus composiciones.
Los contenidos de los poemas son eminentemente amatorios. El amor desde la sensualidad, desde la excitación, la picardía o la belleza, como revelación, que no confesión, pues no hay más temor ni culpa. Hay belleza en el acto libre de reconocerse, frente a todo y frente a todos. No hay tierra que pueda cubrir un espíritu, una identidad, ni la Palabra de la Poesía al servicio de una verdad.
El poemario basa su consistencia en dos poderosas columnas. Una, claramente reconocible, estructural. Poemas de estructura clásica, sonetos musicales y reverberantes. Y, dos, la más importante, relativa a esa cimentación inmaterial e inquebrantable que asociamos con la voz de su autor.
Un elemento destacado es el ordenamiento alfabético de los poemas por su título, dentro de cada sección. Me ha llamado poderosamente la atención la sucesión de epígrafes en un continuo en forma de declaración de intenciones: A darme vengo leve, Afuera está nevando, Available, Avalancha, Cacería, Cacharro, Dérmica, Desconocido vas y deseado, Duelo, El susto, y así un largo etcétera que dota al índice de una intencionalidad y estéticas decididamente particulares.
El amor vertido en los versos es auténtico y coherente con una asunción de identidad sexual que se ha edificado tras lenta construcción, si bien siempre ha estado presente, en leve vigilia. Lleno de matices y vaivenes, en Camino de Imposesión la realidad se impone a través de la lírica mística, con toques de humor y grandes dosis de amor. El sentido amoroso de los sonetos nos ayuda a comprender la vida, y sus reflejos humorísticos nos ayudarán a sobrellevarla, pues no siempre se nos hace sencillo el acto de existir.
En Camino de Imposesión se habla de la propiedad, de cómo nos apropiamos de la presencialidad de un cuerpo sin poder aprehender su esencia, y de cómo, sin siquiera tocarlo, este acaba siendo por entero parte de uno mismo. Lo que se posee acaba por no pertenecernos, mientras que lo que no se poseyó nunca, se adueña de nosotros convirtiéndonos en sus propietarios. La paradoja como concesión a una vida en la que el invisible dogal de la posesión se ha estrechado más, cuanto menos se ha usado.
El poemario bebe de algunas obras clásicas, como no podía ser de otra manera, con fuertes impresiones místicas.
Así nos encontramos con tres secciones: Vía Imaginativa, Vía Unitiva y Vía Evocativa, que recuerdan por estructura a La ausencia del ser amado, El Encuentro y la Entrega, de El Cantar de los Cantares. En la primera y tercera Vías encontramos un tono racionalista, pensativo, cuestionado desde lo pragmático y que nos trae más adelante, como consecuencia, a lo ascético.
En la Vía Imaginativa, la primera, por orden literal y especulativo, encontramos poemas repletos de deseo. Encontramos la carnalidad anticipada, la muestra de interés, el descubrimiento de un anhelo y la conquista de un estremecimiento que necesita respuesta, aunque esta no llegue. De hacerlo, lo hará en forma de explosión enfervorecida, en la sección Unitiva del poemario. No es la motivación de estos poemas el pensar en la consecuencia, sino el paseo por el alambre de un observador participante, interpelado por el afán y la apetencia.
De esta parte cito algunos de los sonetos, como, por ejemplo, el que abre el libro:
A darme vengo leve
A darme vengo leve, escurridizo,
con todo lo que en mí se va escapando.
Ampara este dolor en que agonizo
el tiempo que me va desbaratando.
Aférrame a tu cuerpo si es que puedes
por un instante desafiar a Dios.
Tócame el alma, pero no te quedes
anclado en la tristeza de mi voz.
Yo quiero que te lleves de mi sombra
la luz, el regocijo que te nombra
en cada célula que movilizas.
Convídame con todo el repertorio
a refutar reparos y premisas.
¡Invítame a que aplace mi velorio!
Otro de los sonetos que más identifico con el deseo anticipado es el que dedica el autor a un Heber de la Torre:
Avalancha
a Heber de la Torre
Tú llegas a instalarte con tus rosas
en este corazón desalentado.
¡Es tanto el fuego en mí que está apagado:
ya no soy vela para mariposas!
Y viene de Miami cada día
un ramo fresco que se me apantalla
cual amoroso dardo. Me desmaya
esa pasión enfática tardía.
Mas busco yo claveles y vicarias
para reciprocar tu henchido gesto,
tu prepagado envío, tu virtual
y dulce galanteo. Y estas diarias
inflorescencias súbitas me han puesto
en una grave trampa emocional.
Y, para finalizar esta trama del anhelo engarzado de sexualidad, me gustaría compartir otro de los sonetos de esta sección:
Recorrerte
Sacúdete ese encanto que me tiene
a punto de embestida sin permiso.
Provocarás que ya no me refrene
del hambre milenaria en que agonizo.
Yo te he comido tanto con los ojos
que tengo las pestañas como dientes
y todos los resortes están flojos
del corazón. Las manos delincuentes
no podrán resistir el insepulto
deseo de explorarte con insulto.
Caminaré la boca peregrina
por los parajes a que no llegaron
aquellos labios sin adrenalina.
¡Te sobraré de lo que te faltaron!
Permítanme la licencia de continuar ahora por la sección final del poemario, pero es que tiene su aquel. En la tercera parte, el cierre del libro, la Vía Evocativa, hace el autor un ejercicio de memoria sobre el momento del encuentro entre los cuerpos. No es un recuerdo nostálgico ni amargo, sino feliz y celebratorio desde la madurez personal. Es una celebración casi pulsación lírica, musical, por el ritmo tintineante de muchas de las estrofas contenidas aquí. En ella hay, como en el resto del trabajo, una interacción continua con la actualidad, con el momento en que vivimos y que hace de la lectura una suerte de guiño cómplice. Así ocurre con Agua pasada, poema a cuyo fin se cita la película que lo evoca:
Agua pasada
Los años han pasado, ya no hay chispas
y ni cenizas quedan de aquel fuego.
Molino y agua fuimos, no lo niego:
no encienden hoy mi sangre tus avispas.
Algo se ha derretido, yo no entiendo
esta exclusión de chocolate o fresa.
Perdóname si no mantienes esa
brutal manera de causarme estruendo.
Los tiempos han cambiado, los sentires
se han ido por las venas de otros gustos.
¡Pensar que ayer me diste tantos sustos
cuando éramos de un circo los faquires!
¡Son gajes del oficio de vivir!
¡Son gajos que un ciclón puede partir!
(Fresa y chocolate: film de Tomás
Gutiérez Alea y Juan Carlos Tabío)
Es sencillo caer en la nostalgia y la tristeza cuando uno evoca momentos de felicidad. No es así en el devenir de estos poemas. Aparece la aceptación, la narración dialógica, comprensiva y explicativa del momento, de la acción en su contexto. Es algo más que una anécdota lo que el autor comparte en cada soneto. Es una situación que cualquiera puede reconocer y por la que cualquiera podría haber pasado. La clave está en la mirada sosegada del autor, a través de la que una amable belleza se abre paso. Así leemos en el poema En vez de…
En vez de . . .
En vez de reprocharte el abandono
de que se quejan todos mis claveles,
en vez de deambular por los cuarteles
buscando soldadesca para el trono,
en vez de distraerme con jueguitos
virtuales en que nunca te sopeso
macizo y sólido y de carne y hueso,
en vez de acrecentar los leucocitos
que en sangre me combatan tu infección,
en vez de enajenarme por volver
al gesto precedente a tu invasión,
en vez de tanto afán por cometer
un acto lamentable de omisión,
en vez de condenarte a perecer…
Qué sencillo parece el componer un soneto, respetando métrica, cesuras, acentos. Nada más lejos de la realidad. De este reto sale Jorge Luis García de la Fe airoso. Traigo, en este caso, de ejemplo, el poema Los encuentros.
Los encuentros
Podría haber comprado cualquier libro
para sentir el roce de tus dedos
acariciando, seduciendo miedos
que me habitaban. Me desequilibro
–pensé–, estoy derrotado sin batalla.
¡Ya nunca volveré a la librería!
Pero tu voz de locutor tenía
el canto de sirena de un canalla.
Me cautivabas siempre, cada día:
Bulgákov, Solzhenitsyn y Kundera.
Te hubiera yo donado mi ceguera,
mi intelectual virginidad tardía.
Llevabas tanto fuego, que me ardía
el hambre de pastar en tu pradera.
En el intermedio del libro, La Vía Unitiva (la vía copulativa), el autor nos habla de la materialidad construida sobre el confluir de “el ser” y “el estar”. Es la intersección del encuentro, del abrazo, del goce puro y de contorno de una piel a otro contorno. Es la experiencia, en apariencia más carnal, y realmente, para el autor, la más mística de las tres. Esta es la parte más vital e intensa del poemario. Bajo mi punto de vista, este segmento experiencial es el que dota de realidad racional a los otros dos.
Cierro mis ojos
Voy a cerrar mis ojos por si acaso,
voy a cerrar mis ojos pues, ¿quién sabe
si al acoger tu amor se pose un ave
en el balcón vital de mi regazo?
Voy a cerrar mis ojos por si duele
la correría diestra de tu lengua
de víbora sin hueso que no mengua
hasta que loco gima y te interpele.
Voy a cerrar los ojos, pues más hondo
me llenas tú de música la médula.
Mi piel se ha vuelto débito en tu cédula,
parezco ya gitano en cante jondo.
Voy a cerrar los ojos, no respondo.
¿Quién dijo que yo era un alma incrédula?
El efecto musical al que me refería anteriormente tiene uno de sus mejores ejemplos en el siguiente poema:
Dueto
Llegaste, duende, y empezó la fiesta
en mi colchón propicio al traqueteo.
A todo el cuerpo vas dando respuesta
de este infiel prometido de Morfeo.
¿Adónde va tu lengua que no vaya
cada sinapsis de mi gozadera?
Pudor debía darme la batalla
de enredadera con enredadera.
Rodando vamos por la calentura,
coloquio de violín y violonchelo.
A punto casi estoy de caramelo
cuando tu sismo agita mi estructura.
De diablo gastas tanta travesura
que ya levito hasta tocar el cielo.
Y, para cerrar los ejemplos de esta sección central del poemario, uno de los poemas que más me han gustado, en el que podemos ver un compendio de todo lo que he venido comentando: amor, humor, ritmo y lírica honesta.
Invádeme
Invádeme con ráfagas de viento
–mi cuerpo es una isla que resiste–.
Invádeme esta carne que persiste
en combatir cualquier atrevimiento.
Invádeme, no pidas más permiso.
Invádeme café con miel de abejas.
Invádeme brutal todas las viejas
clavijas –¡ay, por Dios!– que me erotizo.
Invádeme con arte y con hechizo.
Invádeme –¡carajo!– sin cordura.
Invádeme con esa sabrosura.
Invádeme por partes y enterizo.
Invádeme, que no me traumatizo.
Invádeme y que empiece la aventura.
Cada una de las vías es un camino de reafirmación amable, aceptación amante y reconocimiento profundo, del autor en su propia autenticidad.
Este es el poemario más importante del autor hasta la fecha de hoy y, probablemente, el que más le complazca para ser recordado, puesto que hay mucho de él en cada verso. Desde lo personal y cotidiano, ha sabido proyectarse a lo universal y lírico.
Una alegría para la poesía en español de los Estados Unidos.
© All rights reserved Álvaro Hernando Freile
Álvaro Hernando Freile. (Madrid, 1971) Maestro y antropólogo, especializado en investigación del lenguaje. Autor de los poemarios «Ex-Clavo», publicado en España, en 2018 (Karima Editora), y «Mantras para bailar» (Ed. Pandora Lobo Estepario), publicado en Chicago, en 2016. Esta misma editorial prepara los volúmenes ya concluidos de poesía: «Chicago Express» (2017) y «Geografía del Alma». Recibió el premio Poesía en Abril 2018, dentro del Festival Internacional de Poesía de Chicago.
Durante su paso por el periodismo dirigió y presentó varios programas de radio en los que la literatura jugaba un papel especial («Cómo decirte, cómo contarte», «Este perro mundo»), colaborando además en diferentes medios, incluyéndose aquí la publicación de poemas y relatos en diferentes revistas. Ha participado en varias obras interdisciplinares, destacando la pieza musical contemporánea Leaving the confort zone, del compositor Enric Riu (Chicago, 2015) en la que se usa su poema «Gruta». Algunos de sus trabajos se han traducido al polaco, rumano, búlgaro, inglés y francés. En estos momentos continua ejerciendo su labor docente, trabajando para el distrito escolar de Harvard, en el Midwest de los Estados Unidos.