Casualmente hace unos días en internet vi esta frase que captó mi atención y coincidentemente en esos días me encontraba leyendo la novela de Rossana Montoya, “Caminar en el Horizonte”. La frase es de Isabel Allende y dice así:
“Aprendí pronto que al emigrar se pierden las muletas que han servido de sostén hasta entonces, hay que comenzar desde cero, porque el pasado se borra de un plomazo y a nadie le importa de dónde uno viene o qué ha hecho antes”.
Caminar en el Horizonte es una novela con la que muchos nos podemos de una u otra manera identificar, quienes hemos emigrado a otro país en busca de una segunda oportunidad sabemos lo que eso significa y lo que significa comenzar desde cero, casi sin pasado, sin referencia.
En mi caso la identificación con el libro fue más allá puesto que Flor – la protagonista de la novela- es peruana como yo y se hace referencia a lugares y otros aspectos incluso de época, muy peruanos, muy de Lima, mi ciudad. Podría decir que me identifico por tercera vez, porque Flor estudió teatro, como yo lo hice alguna vez en mi vida y las referencias de técnicas y puestas en escena son partes de la novela que disfruté mucho pues sé perfectamente a lo que se refiere. Habla de esa capacidad del director o actor de teatro de llevar al escenario lo que acontece en la realidad cotidiana que vive o en la realidad creada en la obra y trasladarla de manera única para que el espectador a través no sólo del texto oído, sino a través de todos sus sentidos pueda entender de manera integral; es un proceso romántico, casi mágico, diría yo místico y de mucha entrega.
Esta novela está ambientada en los 90’s, años todavía difíciles para Perú en lo que respecta al terrorismo; en 1990 Alberto Fujimori había sido elegido presidente del Perú y el grupo terrorista “Sendero Luminoso”, no tenía idea que pronto se extinguiría su luz, la cual mantuvo a muchos pueblos del interior viviendo en el terror; en los 90’s, la capital se vio afectada directamente – y como sucede en todo país centralizado – recién ahí muchos de sus pobladores tomamos consciencia en carne propia del terror que vivía el Perú entero.
Me sorprendió la narrativa de la escritora, podría decir, a manera de diario personal, una manera bastante original, pero a la vez necesaria de contar esta historia. Yo ingenuamente buscaba un hilo conductor, ese hilo narrativo que girara en torno a la historia y a todos los involucrados en ella logrando talvez un trabajo de historias entretejidas a los que estamos acostumbrados, pero me di con la sorpresa de encontrar algo diferente y más sorprendente aun, justificable. Cada historia por separado es la historia con cada persona que Flor conoce y que le dan un motivo a su vida, un aprendizaje, dejan una huella diferente en ella, exactamente como sucede con los que emigramos a otro país; encontramos en nuestro camino a un sinfín de seres de los cuales aprenderemos algo, bueno o malo, pero siempre dejaran un aprendizaje. Aprendizajes que nos van fortaleciendo y que nos van construyendo como esa nueva persona que está empezando otra vez, la que está viviendo su segunda oportunidad en un país que no es el suyo.
Por otro lado, muchas partes de la novela me obligaron a releer ciertas páginas, donde encontré textos riquísimos, de una filosofía profunda, como las teorías sobre el amor de Flor y Doménico; los textos sobre el amor en el departamento de Minerva- los cuales disfruté mucho- o las conversaciones entre los puentes sobre la relación entre Sarita y Jaques, los cuales me trajeron a la memoria algunos diálogos algo absurdos de alguna novela de Juan Rulfo. Lo que disfruté más fue para mí el clímax de la novela, la carta del padre de flor, que hasta cierto número de páginas estaba en el peor de mis conceptos, para luego elevarse como una espuma de valentía y ternura, que, lo confieso, me robaría más de una lagrima. La imagen de Alejandro Pons, se transformó en mi cabeza y sentí esa carta como un bálsamo necesario para curar heridas y distancias entre él y Flor. Los recuerdos de infancia, las lecciones dadas que ella tal vez había olvidado con el tiempo, pero que su padre nunca había tenido la oportunidad de recordarle, hacen de esas páginas de la novela a mi criterio, las más estremecedoras.
Caminar En El Horizonte es una novela que toca un tema que viene ocurriendo hace muchos años atrás y que sigue ocurriendo a nivel mundial. Flor sin temor a equivocarme lleva mil nombres en mil idiomas diferentes, pero todas y todos tienen algo en común, su deseo desesperado por lograr caminar en paz y con seguridad por ese nuevo horizonte que les ofrece la vida.
© All rights reserved Dotty Vásquez Mantero
Dotty Vásquez Mantero nace en Lima, Perú en 1967. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Lima y fue profesora de Lenguaje Cinematográfico y Guión. En la actualidad ejerce como formadora, periodista y escritora de literatura infantil en la ciudad de Miami.