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Septiembre 2024

BOTERO, HOMENAJE AL MAESTRO. Adriana Bianco

Conocí al artista colombiano Fernando Botero en la Galeria Nohra Haime, en New York, el día de la inauguración de las obras de Sophia Vari, esposa del pintor.

Mientras Sophia y Nohra terminaban detalles de la exposición, tuve el privilegio de conversar con el maestro. Comentábamos el trabajo que significa montar una exposición, yo habia trabajado en el Museo de Bellas Artes de Argentina y luego como comisario de colecciones americanas (La Escuela del Rio Hudson y George Catlin), enviadas por la USIS (United States Infomation Service), que itineraron por América Latina y que llegaron a Colombia. al Museo de Arte Moderno que dirigía Gloria Zea, la primera   mujer de Botero.  Para el maestro, en cambio, el montaje era parte de su oficio y le daba deleite ver sus obras expuestas. Me platicó entonces, de la donación de sus trabajos al Museo de Antioquia, en su tierra natal y de la donación de obras a Bogotá.  En el 2000, se inauguró el Museo Botero en Bogotá, en el histórico barrio de La Candelaria, y cuando fui invitada al Festival de Cine, en uno de mis viajes, pude ver la colección donada por el maestro y recordé nuestro encuentro en New York.

Hablamos también de “nuestras patrias”, como se lleva el país con uno. Le comentaba al maestro, que sus cuadros reflejaban la Colombia de sus amores, como yo mi mundo del cine argentino. Botero me dijo: “Imposible separarme de las imágenes de mi país”. El arte se nutre de vivencias, recuerdos, emociones, lecturas y hechos, es muy complejo el proceso creativo y coincidimos que la patria va con uno. Ese pensamiento y sentimiento se refleja en su obra.

Botero encontró un estilo, que elaboró en sus años de estudio y con sus viajes, hasta lograr consolidarlo como algo único y personal. Los recuerdos de Colombia aparecen en sus grandes telas, grupos familiares, la arquitectura colonial, esa luz semidorada, las plazas, los bodegones y frutas. Un mundo entre risueño y plácido, con irónica crítica a la burguesía Latinoamericana. Sus figuras regordetas nos ofrecen una imagen de complacencia y bienestar, pero también nos conducen a la reflexión. ¿Acaso el hombre no persigue la felicidad? ¿Dónde se encuentra ese mágico elixir?  Para Botero, según me dijo esa tarde, la felicidad era pintar.

En su obra se revela su formación clásica y humanista, el apego a la figuración, la armonía entre color y línea, cierta angustia al espacio vacío, exuberancia tropical, sensualidad latinoamericana, visión post-colonialista, costumbrismo, volumetría, ensoñación…

En obras posteriores aparecerá la violencia de su tierra natal, la muerte de su hijo Pedrito, la Guerra de Irak y su serie “Abu Ghraib”. Su reencuentro con la escultura lo llevara a presentar personajes en bronce de gran tamaño en diversos escenarios del mundo.

Botero es el primer artista latinoamericano con mayor cotización en el mercado del arte y cuyas obras se han expuesto en todo el mundo, en museos, parques y paisajes urbanos. Los parisinos ya se acostumbraron a sus bronces en los Campos Elíseos, y los neoyorquinos disfrutan sus esculturas en Park Avenue. Sus esculturas se encuentran en China, Rusia, Japón, los países árabes, Argentina, México, España.

Los españoles han admirado “La mano” de Botero en el Paseo de la Castellana, “La Mujer del espejo” en la Plaza Colon y el famoso “Gato” que se encuentra en la Rambla del Raval, en Barcelona.  El vínculo de Botero con España es de larga data, fue el primer país que escogió para estudiar cuando llego a Europa, donde arribo en 1952 a Barcelona y luego se trasladó a Madrid. Se inscribe en la Real Academia de Arte de San Fernando y como estudiante bohemio, para mantenerse, hace dibujos en el atrio del Museo del Prado.

La galería estaba tranquila y Botero no perdía el accionar de Sophia mientras hablamos de su estancia en New York, en Europa y sus viajes a Colombia, los artistas son los primeros globalizadores, en sus viajes a cada país que llegan aportan al medio artístico y cultural, sus visiones y también reciben las influencias del lugar.

Botero ha influido, sin duda, en el arte contemporáneo, ha colocado a Latinoamérica en el mapa internacional, ha puesto en relevancia nuestra cultura y arte y ha dado una vuelta de tuerca al concepto de “figuración”.

A partir de la década de los 80, Botero comienza una serie de exposiciones en todo el mundo y aunque viajaba mucho, me reitero que su mayor felicidad era cuando entraba a su estudio y pintaba.

Empezó a llegar gente a la galería y quedamos que la entrevista la haríamos más adelante o tal vez iría a Pietrasanta, donde vivía.

Botero nació en Medellín, Colombia, el 19 de abril de 1932, murió el 15 de septiembre de 2023. El artista de las figuras voluminosos nos dejó un enorme legado, que se encuentra en colecciones, museos, avenidas y parques del mundo y nos deja su inconfundible estilo donde el encanto, la critica y la reflexión se unen en un extraña “obesidad” emocional y pictórica.

¡Gracias querido maestro por su legado!

© All rights reserved Adriana Bianco

ADRIANA BIANCOAdriana Bianco. Profesora de Filosofía y Letras, con Postgrado en la Sorbona de Paris. Ejerce actualmente como periodista y colabora con la revista de la OEA, la agencia EFE, Carátula, la revista de la Academia Norteamericana de la Lengua Española-ANLE, Radio Nova y Radio Miami Internacional. Ha publicado varios libros, entre ellos: Borges y los otros, y Miami Habla (2013).

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