(Traducción de Benito Gómez Ibáñez)
Bloody Miami provocó en mí una reflexión contradictoria sobre una ciudad que visito dos veces al año desde hace diez, y que todavía me desconcierta. Los personajes de Wolfe son reconocibles y existen en el contexto social pero intuyo que el “alma mater” de esta ciudad está ausente en la novela.
Abrí la primera página del libro en un avión con destino a Miami. La persona de mi asiento contiguo miró de reojo la portada. Era anglo, y quise preguntarle si conocía al autor. Pero desistí al comprobar que iba a iniciar un best seller fascinante de Stephen King. No había leído la famosa obra de Tom Wolfe, La Hoguera de las Vanidades y esperaba que Bloody Miami fuese una novela que trascendiera la leyenda tópica que existe sobre esta ciudad.
Los tres capítulos iniciales me ratificaron que los personajes de Tom Wolfe eran la expresión de los estereotipos étnicos que conforman la población miamense. Cubanos, haitianos, blancos anglosajones, afroamericanos y rusos muestran su idiosincrasia cultural y cotidiana, al dictado del canon postizo que un escritor “wasp” tiene sobre la ciudad. Nota para los lectores que viven fuera de EE.UU (las siglas wasp corresponden al perfil del americano blanco, anglosajón y protestante en este país )
Wolfe realizó trece viajes a Miami utilizando como informadores al periodista Oscar Corral que le presentó a su suegra de Hialeah y a un viejo conocido, el jefe de policía de la ciudad. Se documentó a fondo y mantuvo entrevistas con muchas personas distintas antes de escribir la novela. Sin embargo, en el trabajo de campo sobre Miami y sus habitantes, no consigue superar el cliché. Y su obra, a mi entender, se convierte en una divertida y tópica crónica sobre la ciudad… nada más.
La novela, a pesar de lo dicho, atrapa al lector en una trama vertiginosa que provoca el deseo de leer sin tregua. Los personajes centrales, el policía de origen cubano Néstor Camacho, y el periodista americano de El Miami Herald, John Smith, descubrirán la estafa del mafioso Sergei Korolyov aclamado por la alta sociedad tras donar obras de arte falsas al Museo de Arte de la ciudad.
Néstor Camacho representa la primera generación de cubanos nacidos en Estados Unidos y John Smith el típico americano rubio y estudiante de Yale que siempre va impecablemente bien vestido y con los zapatos limpios. Los “secundarios” que aparecen en la obra componen un censo poblacional arquetípico del Miami actual: Magdalena es la guapa novia cubana de Néstor Camacho. Aparece también como jefe de la policía un afroamericano; el alcalde es latino. Ghislaine es una chica de origen haitiano. Norman Lewis un psiquiatra especializado en enfermedades sexuales. Maurice Fleischman, un multimillonario adicto al sexo. Y Edward T. Topping, otro “ wasp”, como director del periódico The Miami Herald. Sorprende la escasa originalidad con la que describe la apariencia física y la historia vital de todos estos personajes, dignos protagonistas de un culebrón televisivo.
Los escenarios de la novela muestran el microcosmos de diferentes espacios de la ciudad: Hialeah, Owertown, Brickell, Fisher Island, Wynwood. El autor demuestra un conocimiento sociodemográfico importante de cada zona aportando datos concretos sobre la arquitectura, los locales de ocio, o el argot de los residentes y su estatus social.
Los enfrentamientos entre las diversas comunidades quedan reflejados en la lucha de poder entre el alcalde latino que la rige y el jefe de policía afroamericano ante dos sucesos distintos que protagoniza el policía cubano Néstor Camacho. El primero de los dos se produce tras la detención de un inmigrante ilegal cubano y la posterior condena de los residentes hispanos ante la actuación policial. El segundo estará motivado por la grabación de un video en el que aparecen Néstor Camacho y su compañero apaleando e insultando a dos traficantes de crack afroamericanos en el Overtown, uno de los barrios marginales de la ciudad. En ambos sucesos, el alcalde intenta convencer al jefe de policía de la necesidad de imponer un castigo a los que intervinieron en los hechos que pueda satisfacer a la comunidad cubana y a la afroamericana al mismo tiempo.
Wolfe refleja el poder político conseguido por la inmigración cubana en el estado de La Florida como un caso excepcional en la historia de los Estados Unidos. Y utiliza su ironía no solo para la política o el arte contemporáneo (una de sus obsesiones) sino que ambos se convertirán en la diana de sus críticas. Wolfe ridiculiza la famosa feria de arte, Art Basel, en uno de los capítulos del libro en los que arremete contra los críticos y la falsedad de los movimientos artísticos.
Pero déjenme que concluya sobre la “falta”. ¿Dónde están los vagabundos y los locos que deambulan por el Downtown?, ¿Qué le sucedió a la señora cubana poseída por la artrosis que sonríe en la caja del supermercado Navarro cuando te atiende?, ¿Por qué está triste la mujer que se contonea en Miracle Mile hacia la tarde?…. Y así podría continuar con infinidad de personajes de carne y hueso a los que siempre intento mirar desde la sabiduría ancestral de una ceiba y la sensibilidad que brota en junio a través del flamboyán.
Ángels Martínez.