Ático
El arrullo de palomas despertándose.
Me imagino un polvo extraño
Que cae como la nieve
Por el cristal roto.
En el ojo del ave
Somos seres sin gracia,
Torpes en el aire matinal.
Inconscientes de nuestros cuerpos
Vestigiales.
Empujan el azul hacia abajo.
Se hinchan.
Abanicos el color del desdén.
Se atreven con los helicópteros.
Nos cubren de migas
Que buscamos en la acera
Como oro en la arena
De un río
Poco profundo.
El cielo
Quiere alzarse/ El cielo se alza/
Dejándonos
En un vacío
De luz impura/ de claridad.
La muerte y la flor
La somnolencia del domingo.
La estática se palpa en la atmósfera
de la tormenta que se avecina.
La lluvia bajo órdenes de romper
la tregua que las nubes pactaron con el mar
de no cruzar la línea que el viento demarcaba.
Y dos mormones del Oeste van puerta a puerta
realizando una encuesta.
Me informan que los parques quedan segundos,
después de los campos de golf,
como Imágenes del Cielo.
La casa en la montaña
Entre el mar de nubes
Hay islas de color ceniza.
El cielo es una vidriera pálida
Que refleja la tierra sumergida en una neblina azur.
Grietas chasquean como cohetes.
Es la superficie de un cielo que cede
Ante la presión apenas contenida en los valles.
Cada estela de avión que deja la marca del látigo
Es otra fisura en el resplandor.
© All rights reserved Joseph Wilson
Joseph Wilson nació en Chicago y vive en Barcelona desde el 2000. Es corresponsal de la agencia de noticias The Associated Press y estudiante del posgrado en humanidades de la Universitat Pompeu Fabra.