Las citas que inician los libros son puertas que se abren a la persona lectora, pistas que nos avisan de lo que nos vamos a encontrar. En El arqueólogo, de Román Piña Valls, esto se cumple a rajatabla. La cotidianidad que se menciona en la cita inicial de Ramiro Pinilla, pero con las formas del aburrimiento, es lo que vertebra este relato autoficticio, como se puede leer en el pasaje de la página 78. Pero no es para nada un libro aburrido. Al contrario, la lectura ha sido muy amena, intensa, por momentos frenética, como se destila de la otra cita que acompaña el inicio, una mención a CSI Las Vegas.
En un autor (también editor, columnista y profesor) tan pródigo en practicar diferentes géneros: la sátira, lo fantástico, la poesía, sorprende un texto donde se hace uso de la autoficción. Que se trata de una autoficción se descubre desde el primer momento. La acción transcurre en los alrededores de Nápoles, y no de la Palma de Mallorca natal de Piña. Pero del canto a la cotidianidad junto al entrañable Claudio Bersani, el viejo arqueólogo, profesor universitario, protagonista de la novela junto con su familia, se reconocen rasgos y anécdotas pertenecientes al universo del padre del autor; como en el personaje de Carlo, amante de la cultura pop y de las novelas (pp. 38-39), se reconoce, aunque borrosa, la figura de Piña. Claro que también son evidentes los elementos ficticios, como el proceso de redacción de Villa Ariadna, la novela histórica escrita por Claudio, o el papel que juega la camorra en el escrito.
Por tanto, no solo de cotidianidad vive el texto, también de una serie de tensiones que anudan el escrito, como la que se construye en torno al pasado de Claudio en su juventud en el Amazonas. Podría pensar en un momento epifánico cuando, interesado por el libro, me comuniqué con el autor y confundí el nombre, titulándolo El antropólogo. Lo digo porque el peso de los antropólogos es muy importante en ese punto de la narración (p. 74). Pero temo que se trató de una más de mis meteduras de pata.
La de los antropólogos no es, sin embargo, la única de las tensiones. Hay más. La de María, la cuarentona que ha perdido la custodia de su hijo y a quien Claudio quiere ayudar es aún más intensa: las informaciones cruzadas, los vacíos, el coqueteo, los desequilibrios de ella… Pero se trata de otro vehículo narrativo más. La verdadera intención del libro consiste en engarzar, una tras otra, una serie de historias y anécdotas, pertenecientes al patrimonio familiar de Piña, como la terrible riada que se describe en la página 152, y que tanto recuerda a las riadas que tuvieron lugar en Mallorca en 2018. Se trata de una colección de narraciones, a cual más disparatada y entretenida, de las que yo destacaría, con Silvia, la nieta de Claudio, y con el narrador que se nos revela al final en un giro magnífico, la del árabe Haj Mahid (pp. 101-105). Esa metodología de lo narrativo se entiende a las mil maravillas en el proceso de creación del mismo Claudio, mientras redacta la novela histórica que le reportará prestigio y fama al final del texto: “la idea es poner en boca de un personaje varias historias reales, de personas que yo he investigado y cuyas biografías ya tengo escritas” (p. 135), pero potenciando también la anécdota, lo cotidiano y la ficción.
SA todo lo aquí expuesto se añade el uso de un estilo contenido, la mayor parte del tiempo en presente, pero con evocadoras alternancias al pasado de Claudio en pretérito, y la mención sutil a elementos culturales del lenguaje castellano, que se esconden tras una supuesta sencillez muy difícil de imitar, como la voz coloquial proveniente del árabe: “Halaaa” en el diálogo que introduce la historia de Haj Mahid (p. 102), muestra del contrastado oficio del autor, se llega a la conclusión de que El arqueólogo es una excelente excavación de los cimientos de la literatura autoficticia.
© All rights reserved Carlos Gámez Pérez
Carlos Gámez (Barcelona. 1969), es escritor y profesor. En 2012 ganó el premio Cafè Món por el libro de relatos Artefactos (Sloper, 2012). En 2002 publicó el relato de no ficción Managua seis: Diario de un recluso (Instituto de Estudios Modernistas). Sus relatos han sido seleccionados para las antologías: Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos (Candaya, 2013); Presencia Humana, número 1 (Aristas Martínez, 2013); Viaje One Way: Antología de narradores de Miami (Suburbano, 2014); y para la revista de creación Specimens (Septiembre, 2014). Colabora con las revistas literarias Nagari, Suburbano y Quimera, además de colaboraciones puntuales con Rocinante y Agitadoras. Acaba de finalizar su tesis sobre ciencia y literatura española en la Universidad de Miami. Malas noticias desde la isla es su segundo libro de ficción.
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