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Agosto 2018

AQUEL PREMIO NOBEL LLAMADO NAGUIB MAHFUZ. Luis Benítez

“El arte debe ser gusto, diversión y alucinación.”

N.M.

 

En los lejanos tiempos en que la Academia Sueca tenía el saludable hábito de premiar a relevantes plumas internacionales con el galardón correspondiente a la trayectoria literaria -todavía hacia eso en el año que aquí nos importa, 1988- un autor egipcio lo recibió, poniendo en primer plano a las letras árabes contemporáneas.

Se trataba de Naguib Mahfuz, nacido el 11 de diciembre de 1911 como el menor de siete hermanos en la calle Darb El-Qirmiz, en el barrio El-Gamaliya, populoso distrito del viejo El Cairo. Fueron sus padres Mahfuz Abdul Aziz, pequeño funcionario del Ministerio de Educación cairota, y Fátima Mustapha, analfabeta, una condición de la mujer todavía habitual en aquellos tiempos y en aquel lugar. En la misma ciudad falleció nuestro prolífico autor en 2006, dejando tras de sí 34 novelas y algo más de 350 relatos, amén de su actividad como dramaturgo y guionista cinematográfico.

Durante su adolescencia nada hacía pensar que aquel joven aficionado al fútbol, el cine de aventuras, las salidas nocturnas en compañía de sus amigos del viejo barrio y las novelitas policiales fuera alguna vez a convertirse en el autor de fuste que recibiría el apelativo de “padre de la narrativa árabe moderna”.

Pero hacia 1930, ya cursando la carrera de Filosofía en la universidad Rey Fuad -fue por entonces un gran seguidor de Henri Bergson- comenzó a publicar artículos literarios en algunas revistas; mas sus primeras creaciones de ficción recibieron un sostenido rechazo por parte de los sellos editoriales. Graduado cuatro años después, fracasó en su intento de obtener una beca para continuar sus estudios en Francia, por lo que optó por aceptar un cargo académico en su misma universidad. Su tesis doctoral, que versaba sobre el concepto de belleza en la filosofía islámica, quedaría para siempre inconclusa: ya estaba atrapado por el vértigo de la ficción y había decidido consagrarse a ella.

Aquello no fue fácil para Mahfuz, sino el resultado de una larga pugna entre su inclinación filosófica y su tendencia hacia la literatura. Hay quien piensa que en el caso de la filosofía y la literatura, se trata de caminos que se interceptan y relacionan; sin embargo, en el caso específico de nuestro autor se confirmó una vez más la diferencia entre el filósofo y el escritor. Mientras el primero, al igual que el historiador, busca la verdad o la proximidad de la verdad, el segundo aspira a la construcción más elevada de la “mentira”: La perfección ficcional.

Definiéndose por las letras, no por ello dejó de lado, por completo, el trabajo filosófico. Así, mientras sus primeros relatos eran publicados en revistas como El Mayalla el Yadida el Usbuiyya, dirigida por el prestigioso periodista Salama Moussa, Mahfuz, quien en 1939 había conseguido un puesto como pequeño funcionario en el Ministerio de Asuntos Religiosos, no desdeñó escribir también ensayos de reflexión.

 

Nace el autor, se despide el filósofo

La flexión completa de la bisagra vendría con la publicación de sua primeras novelas, de índole histórica, una elaborada reconstrucción de la vida en el Antiguo Egipto, a partir del final de la década del ’30. En la etapa que vivía su país, la evocación de sus arcaicas grandezas era un modo de rescatar la propia identidad, buscándola en el pasado, aunque Mahfuz distaba mucho de ser el prototipo del “escritor de gabinete”. Afiliado desde su juventud al partido socialista egipcio, el Wadf, y habiendo recibido de su padre, un espíritu nacionalista, los ideales de liberar a su país del dominio del Imperio Británico, durante toda su vida fue además un ardiente defensor de la concordia y el buen entendimiento entre los pueblos, singularmente desde los inicios del conflicto entre las naciones árabes e Israel. Esta actitud comprometida le valió no pocos problemas y amenazas, a punto tal que llegó a sufrir un grave atentado en los ’90, cuando ya era un autor reconocidísimo y había recibido el Premio Nobel.

Un verdadero “obrero de las letras” como era, Mahfuz ofrece una obra dilatada que puede ser dividida en distintas fases creativas: en la segunda, iniciada a partir de mediados de los años ’40, deja de lado la temática histórica para consagrarse a registrar con originalidad y verosimilitud asombrosas el mundo contemporáneo, aquel que lo rodeaba en unn período de serias transformaciones políticas y sociales que sacudieron a su país y toda la región.

En sus novelas de este período Mahfuz registra las vivencias, los sufrimientos, las alegrías, las esperanzas y los pesares del pueblo egipcio, atravesando con su pluma desde los estratos más bajos hasta la burguesía. En este proceso, su obra se transforma en un sinónimo de la vida en El Cairo, sin que la representación del entorno sea un obstáculo para la irrupción en sus novelas del humor, el absurdo y la imaginación. Lo que logra el autor no es solo una atmósfera realista convincente, sino la plasmación de  los grandes conflictos humanos a través de personajes y circunstancias típicamente cairotas, universalizando el mundo árabe que lo rodea. De igual manera había operado en sus escritos Constantin Kavafis, el gran poeta de Alejandría, cuya esencia y sombra onmipresentes fueron tan magistralmente relevadas por Lawrence Durrell en su célebre “Cuarteto de Alejandría”. Podríamos afirmar que Mahfuz fue, en prosa y en El Cairo, el equivalente a Kavafis en poesía y en Alejandría.

A comienzos de los ’70 fue honrado en su país con el Premio Nacional, entre otras distinciones, y su novela “El Callejón de los Milagros” llevada a la pantalla grande por el cineasta mexicano Jorge Fons.

La consagración de la crítica y el público llevó a que sus obras traspasaran las fronteras nacionales y su fama como el “padre de la literatura árabe contemporánea” derivó en en máximo galardón de la Academia Sueca. No por ello, ya aclamado más allá de su lengua materna, dejó Mahfuz de producir al mismo ritmo de siempre y de involucrarse activamente en la realidad política y social de su tiempo, caracterizada por el conflicto desatado por la confrontación entre varios países árabes y el estado israelí. La victoria militar de este último se tradujo en un clima de cerrado pesimismo que involucró a seguidas generaciones y encontró su reflejo en nuevas novelas de nuestro autor.

Sin  embargo, como anticipamos antes, la actitud de reconciliación sostenida por el Premio Nobel cairota iba a tener sus muy graves consecuencias.

 

El atentado y después

Su popularidad y su talento no fueron un escudo: a mediados de la década del ’90 -cuando Mahfuz contaba ya 83 años de edad- un cobarde grupo de extremistas religiosos lo atacó de improviso, apuñalándolo en el cuello por catalogar a sus obras como blasfemas para el credo musulmán. Los autores del infame atentado fueron apresados, juzgados y ejecutados por ahorcamiento en marzo de 1995, pero las secuelas de si intento de homicidio fueron irreversibles. Mahfuz perdió casi por completo la vista y el oído, así como la movilidad de su brazo derecho, lo que obstaculizó para siempre el ejercicio de su creación literaria.

De todos modos su desgracia no fue obstáculo para que un año después, estando todavía convaleciente, otras organizaciones extremistas islámicas lo culparan de herejía y lo sentenciaran a muerte, obligando al anciano escritor a permanecer en su vivienda bajo estricta vigilancia y protección oficial.

Una década después de soportar esa vida, un fortuito accidente hogareño lo forzó a una  internación hospitalaria a la edad de 94 años. El procedimiento a seguir en el nosocomio era cosa simple y aparentemente no ofrecía mayor peligro: apenas darle algunos puntos de sutura. Mas su salud ya resentida conspiró y se volvió respirar algo arduo para el autor, a punto tal que hubo que asistirlo con un respirador artificial. A esta complicación, de por sí comprometedora para alguien de su edad y en tal estado, se sumó una hemorragia interna y una afección renal incontrolable. Naguib Mahfuz, quien había dado vida a tantos personajes, perdió la suya en 30 de agosto de 2006, en aquel mismo hospital de El Cairo donde lo habían internado para darle unos pocos puntos de sutura, tras tropezar en su hogar con una alfombra.

 

Principales obras de Naguib Mahfuz

Mañana de rosas (1930)

El nuevo Cairo (1932)

Susurro de locura (1938)

Rhadopis. Una cortesana en el antiguo Egipto (1943)

La batalla de Tebas (1944)

Jan Aljalili (1945)

El callejón de los milagros (1947)

El principio y el fin (1951)

Trilogía de El Cairo (1956)

La azucarera (1956)

Entre dos palacios (1956)

Palacio del deseo (1957)

Hijos de nuestro barrio (1959)

Muchachos de Gebelawi (1959)

El ladrón y los perros (1961)

Voces de otro mundo (1962)

El sendero (1964)

El mendigo (1965)

Miramar (1967)

La taberna del gato negro (1969)

Espejos (1972)

Amor bajo la lluvia (1973)

Café Karnak  (1974)

Un señor muy respetable (1975)

Detrás de la celosía (1976)

La epopeya de los miserables (1977)

Cuentos ciertos e inciertos (1980)

Festejos de boda (1981)

Charlas de mañana y tarde (1981)

El viaje del hijo de Fatuma (1983)

El café de Qushtumar (1984)

Akhenatón. El rey hereje (1985)

El día que mataron al líder (1985)

La maldición de Ra (1986)

La esposa deseada (2000)

Ecos de Egipto. Pasajes de una vida (2001)

Diálogos del atardecer (2004)

El séptimo cielo (2009)

Las noches de las mil y una noches (2011)

Los sueños (2014)

 

© All rights reserved Luis Benítez

Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido numerosos reconocimientos tanto locales como internacionales, entre ellos, el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro fueron publicados en Argentina, Chile, España, EE.UU., Italia, México, Suecia, Venezuela y Uruguay

 

 

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