Le decías a todo el mundo que te gustaba echarme aceite, gota a gota hasta vaciar el frasco, porque así sabías que podías llevarme hasta los límites y que yo te iba a responder al máximo. Ese comentario estaba de más, pero a vos te gustaba repetirlo para hacerte el importante frente a tus amigos. Sentía tus manos aferrándome como quien no quiere perder el control sobre algo, para luego rendirte ante ese vértigo que te llenaba de placer y te hacía sentir que estabas vivo.
Después de lo que pasó, nunca entendí esa obsesión que tenías de lavarme centímetro a centímetro, minuciosamente, como queriendo borrar todo vestigio que delatara nuestro vagabundeo por las calles en busca de esa persona que jamás encontraríamos.
Era extenuante querer hallar ese rostro entre una multitud, un rostro que existió, sí, pero que ya sabíamos no estaba más entre nosotros. Y luego, la desazón, el sabor amargo con que se llenaba ese hueco cuando después de horas de infructuosa búsqueda terminábamos recogiendo a una cualquiera que pasaría la noche junto con vos arriba mío, porque a esa altura, ya te daba lo mismo.
Después, con el tiempo, conociste a Susana y pensaste que te podría hacer olvidar, pero ahí escondida estaba esa morbosidad tuya, esa cuestión enfermiza de querer lastimarte, y por esa razón, – aunque lo niegues – la alejaste.
Susana, que no era “ella”, pero tan dulce, tan suave, que me traía su recuerdo a pesar de que jamás podría reemplazarla. Me hacía recordarla encendiendo mi radio con esos dedos largos y finos que tantas veces me habían acariciado en esa acción. Ella jamás lastimó un milímetro de mí, por el contrario me cuidaba tanto como vos a pesar de que no le pertenecía.
Yo sé que lo del accidente fue lo que desestabilizó nuestras vidas. De ahí en más siempre fue primero ella mientras estuvo internada, hasta que pasó lo que pasó. A mí venías a verme de vez en cuando y sólo de pasada, claro que lo mío no fue tan grave, aunque con un golpe como ese, dándome de lleno era como para desbaratar a cualquiera.
Yo estuve lista enseguida, pero ella estuvo un año en coma y sólo yo sé lo que sufriste, y lo que seguís sufriendo al saber con certeza que no la vas a tener nunca más.
¿Pero sabés qué es lo que más me duele? Que después de tanto tiempo de su muerte, pienses que yo fui la culpable, cuando el que manejaba eras vos, y por salir ileso, de repente quieras lavar tu culpa y tu responsabilidad descargándola en mí, con esa obsesión con la que me estás jabonando y lustrando para luego ponerme el cartelito con el que te vas a deshacer de mí para siempre y que dice: MODELO ‘92 perfectas condiciones $3500 .- o mejor oferta.
Alejandra Ferrazza. Nació en Buenos Aires, Argentina. Cursó los primeros años de Arquitectura y Urbanismo en la UBA (Universidad de Buenos Aires.) Actualmente reside en Miami. Cofundadora de Proyecto Setra, Inc. (organización sin fines de lucro dedicada a promover el arte y la literatura) y de la revista Nagari (Arte y Literatura). Codirige un Taller Creativo mensual en la librería Books & Books de Coral Gables desde el año 2004. Fue elegida para formar parte de la selección poética “La ciudad de la unidad posible” que se presentó en la Feria Internacional del libro en Miami en el 2009.