Andamiaje
Una machi me enseñó cómo
retornar de las sombras desde eso que no se logró
los tambores sonaron lejos millas lejos lejos
las estrellas estaban demasiado esparcidas
quedé desgarrado en el intento abundancia de direcciones
hubo que terminar el día en sábanas anómalas
para que magia fuera posible la noche quedó fatigada
zozobraron tantas palabras avancé lento
en algún momento la nube dejó pasar una gota de sol
parecía una dendrita con demasiadas hilachas
Rulfo le hubiera dado textura y matices que yo no puedo
desconozco su fragancia anaranjada que pudiere
/exprimir mi intelecto
sólo espasmos triviales no se podrían respirar
me quedaría sin espectadores aunque Neruda venga en ayuda.
no basta condición amerindia para que la alfombra léxica
/cobre voz aliada
Lo dejo a la potencia del infinito observo de otra orilla
No vaya a ser que me oxide en lo para mi dispuesto
un punto en un espacio grande con una pluma que canta
con intento de pintar las muertes que no he visto
ahuyentando a los pájaros del mar que andan revoltosos
pueden hacer de todo alquitrán mi lengua quede trabada
/con mis ojos mirando a ningún lado y la poca ambrosía quede ilógica
Tengo que dejar que una paloma baile con sus atuendos elegantes
Para poder zurcir unas tribulaciones que imán del centro de la tierra
atrae y los ojos pueden no ver porque estén llenos de lágrimas
Queda tanto que colorear no sé si tendré suficiente tinta
Aunque los siglos siempre terminan goteando.
agua cristalina enciende al verso navega con sus dos remos
/nada bloqueando
Los secretos se desnudan sin vergüenza alguna
los canto por las noches para mi mismo primero
certeza para quien encuentre cada línea de esta sensibilidad versada.
Letras de una historia
(Cuando en las noches en la pantalla del cerebro los hechos
marchan hacia todos los recovecos gramo a gramo
cae cuerpo metálico humeante de historias)
La aguja del compás giró
memoria de lo finito sin sabor a oscuro
ni abismo insaciable ni eclipses que vagabundean
sosteniendo la palabra
se quisiera nunca ojos de tierra seca
ni ojos rotos ni lágrimas oxidadas
qué sentido tiene enarbolar fragilidad
siempre hay enigmas más allá del olor a incienso
o soledad de ermitaño apegado a un amuleto
demasiados trazos por recoger en finitud extensa
historia envuelta en papel café
y todo sin gritos ni escándalos
la geografía tensa de filamentos
se desprende y se ve debajo de la superficie
el paso de una habitación a otra sin candelabros ni velas
a tientas para salvar el rostro
una puerta se pone rígida y golpe en la sien
se ha vivido más allá de la necesaria sobriedad
justo antes de la señal del sonido
de la definición y de la oscuridad
cuánto se deja atrás pensando que no tenía razón
todo por hacerle caso a la sombra
el mar se inquieta quiere rescate de material recordatorio:
“así el día del casamiento hasta los vecinos se estremecieron
sé bueno conmigo dijiste escríbeme en tus ojos”
Se escoge lo esparcido en la brevedad de lo remoto, condenado
al inmutable destino que nos arrima a un antiguo olmo
líneas de una historia, hoy. Fue ayer.
Frenesí digital
Se han apagado las llamadas, dónde estoy, quién soy ya
no sé más de mí. En el visor se aleja donde estuve, allí permanecí, aunque fuera un instante,
el wi-fi transporta por ondas invisibles la carga
digital momentáneamente atesorada. Golpeo tu ventana digital: soy yo. ¿Me reconoces?.
Al otro lado se escucha
¡que rompe cabezas has armado!
Un ring tone suena, clama clemencia, quiere ser escuchado.
Cuántos pixeles de máscaras pestañean como
luces pornográficas. Muestran lo que se ve y lo que se dice sin decirlo. Canturreos solipsistas acompañan el viaje.
Frenética revisión de imágenes es el resplandor en medio del vacío. Lo instantáneo borra oscurece lo que podría durar.
Nada más existe. No hay plazas con estatuas, la tierra ya no se conmueve,
jardines florecidos no son el paisaje. Ya no hay viejos que se retiran a contarse su pasado.
Viste, no estoy tan mal.
Los recuerdos son destellos
de la cámara.
El espejo recuerda el pasado, ahora doble espejo.
Te miras, me miran. Me veo verme. Sí, eres tú inapelablemente.
Tú, no desde la oscuridad, sino del espectáculo que se hace.
A lo mejor encuentro lo que quiero ser. No lo tuve, ahora lo puedo tener. Necesito un fragmento de mi existencia para detener lo que se desvanece en ritual interminable.
Cámara lúcida,
pretenciosa, a veces obscena por el detalle, punzas. Atestiguas el semblante,
dices que hay algo, allí donde no hay.
Uno a uno caen los retratos íntimos que colgaban de la pared de los secretos. Queda vacía. La prehistoria ha sido borrada. Con armadura digital se negocia el mundo desde lo visible.
San Agustín tenía razón, lo visible y la nada van de la mano con pasión perversa.
Palo extendido hasta el infinito y más allá, busca retrato con look gótico, el retrovisor recuerda: los objetos están más cerca de lo que parecen.
El mirarse y el que me miren, el nuevo leviatán. La mirada no porta vergüenza, no habitan monstruos interiores. No es necesario que me busques para verme, te hago verme.
© All rights reserved Eduardo Escalante
Eduardo Escalante Gómez, nacido en Antofagasta (Chile, 1942). Escritor e investigador, magister en Ciencias Sociales (Universidad de Gales, Gran Bretaña). Ha publicado poemas en España, Argentina, Chile, Estados Unidos, Dinamarca. Forma parte de la red mundial El Poder de la Palabra (entre otras). Como investigador ha publicado artículos científicos en España, México, Nicaragua, Colombia, Perú, Chile, Argentina. En Amazon publicó su poemario Caminando la existencia con la voz.