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Septiembre 2024

ALGO DE PIEL Y OTROS POEMAS. Miguel Rodríguez Otero

algo de piel

 

al volver de la guerra

casi no queda nada que contar

hay quien te pregunta

de dónde vienes

 

uno hace enemigos rápidamente

es lo que tiene la práctica

aprende los nombres de sus adversarios

y a batirse por motivos estúpidos

que después no recuerda

sólo sabe que los tuvo

el arma da un poco lo mismo

abrazo o espada

todos morimos un poco

para poder entrar en batalla

para querer a alguien

algo de piel

 

pero uno no vuelve

para hablar de las heridas

sino para poner a salvo

los mundos que inventa entre golpes

 

rehacer castillos de arena

que se desmoronan con cada ola

 

salvaguardar lo que dicen

que ni siquiera existía

antes de la guerra

 

 

 

 

 

de esos otros

 

definitivamente no soy de esos

ni tengo ánimo para ver

si salta una lucecita en el móvil

mientras trato de mantener a raya

mis momentos contigo

preferiría ir callado por las calles

 

callado

en lugar de gritar en los semáforos

y meterme rayas en los servicios de los bares

 

si alguna vez fui de esos

ya no quiero contártelo

 

hoy es lunes y hace frío

me he ido de las iglesias y las panaderías

y me he traído puestas las mareas

a esta casa en la que por las noches

los peces pasan rozándome las piernas

 

sueño que tal vez conozcan mi historia

la parte híbrida de mí

y que quizás ellos puedan vencer el código

encontrar las palabras que rompen

años estériles de periódicos

rescatar la luz que casi tocamos

 

como la que no salta en mi móvil

 

me sobresalto al pensarlo

me incorporo y lo apago

y me digo que yo soy de esos otros

de los que duermen con los pies llenos de arena

y de nombres comunes de peces

 

pero esto tampoco voy a contártelo

 

 

 

 

 

el ruido de las aceras

 

preferiría ocultar a mis hijos

el ruido de las aceras

a las dos de la mañana

el latigazo en el pecho

al volver de habitaciones y cuerpos

en los que juraré no haber estado

de juramentos cuya validez

caduca antes del desayuno

 

junto a la cocina

el camión de la basura

se lleva los restos de la noche anterior

de todas las noches anteriores

 

ella ultima los preparativos

de los niños para el colegio

tostadas y libros

un beso en la puerta antes de subir al bus

un cariño reglamentado que ya no me explica

mientras busca mi coche y mi cuerpo oscuro y

oculto a vuelta de la esquina

 

el bus sale de la calle

y yo

abrazo el ruido

maldito de las aceras

y pienso en mis hijos

en otro bus y en otras calles

 

y en los ruidos

que oyen por las noches

 

 

 

 

 

la mochila breve

 

supongo que éste soy yo ahora

el de los asientos anónimos en los trenes

y amigos que eligen no preguntarme

de dónde me han caído los golpes

 

me afeito

me cambio la camisa

leo el periódico

lo que hace todo el mundo

simplemente

hubo un tiempo en el que

yo no fui todo el mundo

 

llegar a casa

recoger lo que te fuiste dejando

algún lunes de miel

prendas y palabras mínimas

amuletos que al irte

sólo han hecho más rotundo

el ruido del frío

 

ignoro en qué lugar del cielo

o de tus gestos

me he perdido

estaciones que sólo marcan

los puntos de no retorno

saltar al vacío en la próxima parada

una mochila breve

mis huesos

lo que queda de mí

 

mis pies siguen mirando al sol

buscando nombres entre los trigales

 

 

 

 

 

tierra firme

 

mi vecina recorre selvas

que exploro tras la curva de su cuello

en un atlas que saco absurdamente

de la estantería

para provocar su risa

o al menos su extrañeza

 

ella lo abre al azar

lo extiende sobre mí

y señala un punto no determinado

entre el amor y el pasado

mi estómago se convierte

en el centro del mundo

 

en esta isla

en nuestra habitación

viven sólo dos mil personas

 

al momento se desactivan las corrientes oceánicas

y los habitantes de la isla

nadan entre la pasión y la duda

de la cocina a la cama o a la sala

 

por la tarde anda sumida

en la deriva de los continentes

de las migraciones

y vuelve del tsunami con un cuento

de brujas con Alzheimer

y enanos adictos a las vitaminas

personajes de otros mundos

a los que amo de inmediato

 

en esta tarde de terremotos

mi vida se repone de cartografías

en este lugar del pecho

que ya no admite puntos imprecisos

 

me envuelven los lugares sin nombre

de sus brazos

 

 

 

 

 

© All rights reserved Miguel Rodríguez Otero

Miguel Rodríguez Otero es profesor en programas de ELT y reside en un pueblito de Galicia. Es autor de la colección de relatos La mujer que huele a café y de El lugar del Norte.

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