¿Han escuchado cantar a Elvis: «I can’t help falling in love with you»? Extrañamente esa noche se oía la voz del Rey en el taxi. La ciudad, esa ciudad en Oriente, pestañeaba. Yo escuchaba en silencio la manera en que muere el tiempo. Despedirme de ella significaba despedirme de las calles que me habían arropado, de esa ciudad maravillosa de tan extraña, azul de tan alegre, inmensa de tan íntima. Despedirme también de las palabras a mitad de la madrugada, de esos viajes que ahora se volvían imposibles de realizar, de la vida que se hacía vieja y no tardaría en desfallecer.
Las despedidas son así. No duele el porvenir, sino los pasos andados. El lugar al que nos será imposible volver. Recordaba la novela Lejos de Veracruz, de Vila-Matas. La nostalgia con la que el protagonista, Enrique Tenorio, afronta su nueva existencia y decide —después de explorar regiones inhóspitas, casarse, ver morir a su esposa de una enfermedad exótica en uno de esos viajes al fin del mundo, matar a un ladrón africano—, decide pues que su vida está acabada a los veintisiete años. Se vuelca hacia la escritura, porque sólo mediante el arte puede comprender lo vivido y extrañarlo de una manera elegante. Morir a través de cada palabra en la página.
Entonces todo se vuelve difuso, se desenfoca, y de pronto la cámara hace un paneo a una habitación en una ciudad mexicana donde me encuentro tratando de escribir todo el dolor del mundo en la hora más oscura de la noche. Tal vez Vila-Matas tenga razón. Para entender lo que nos ha sucedido debemos creer en la palabra. Sólo en el charco de tinta puede comprenderse lo que hemos vivido. Aferrarnos a esos recuerdos que son lo único real en una realidad de puto espanto como la que vivimos a cada hora, cada día, en esta pandemia que ha elegido a la muerte como su leitmotiv preferido.
Cantaba Elvis y el taxi avanzaba. Qué lejos está esa noche, pero el dolor ha florecido. Es como una afluente de tiempo que llega en esos guiños donde la escritura no es más que un intento de misericordia. En ocasiones me gustaría pensar que volveré a saborear el olor de sus piernas, la interminable sal de su cuello, el calor de su aliento cuando no había más que dos hiriendo la madrugada. En ocasiones la siento cuando tecleo su nombre. ¡La ficción me la pela! Ella es más hermosa que todos los sueños imposibles.
Entre el tráfico, mientras más me alejaba de su cama, me sentía más cerca de ella. Y sin embargo ya todo estaba escrito. Hubiera querido regresar, seguir el camino de las sábanas para dos. El sudor que provoca el tequila es tan sólo una excusa para no soltar el llanto. Fueron dos tragos agridulces en un taxi a mitad de la muerte de una ciudad oriental sin nombre, pero con alma. No quería olvidar, más bien traerla conmigo en ese viaje que terminaría convirtiendo los besos y la carne en recuerdos. Qué amarga es la noche cuando lo comprendemos todo. Pinche Lowry siempre lo supo: «Nadie puede vivir sin amar».
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XALBADOR GARCÍA (Cuernavaca, México, 1982) es Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y Maestro y Doctor en Literatura Hispanoamericana por El Colegio de San Luis (Colsan).
Es autor de Paredón Nocturno (UAEM, 2004) y La isla de Ulises (Porrúa, 2014), y coautor de El complot anticanónico. Ensayos sobre Rafael Bernal (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Ha publicado las ediciones críticas de El campeón, de Antonio M. Abad (Instituto Cervantes, 2013); Los raros. 1896, de Rubén Darío (Colsan, 2013) y La bohemia de la muerte, de Julio Sesto (Colsan, 2015).
Realizó estancias de investigación en la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos, y en la Universidad del Ateneo, en Manila, Filipinas, en la que también se desempeñó como catedrático. En 2009 fue becado por el Fondo Estatal pJara la CulturPoesía, ensayo y narrativa suya han aparecido en diversas revistas del mundo, como Letras Libres (México), La estafeta del viento (España), Cuaderno Rojo Estelar (Estados Unidos), Conseup (Ecuador) y Perro Berde (Filipinas). Fue editor de la revista generacional Los perros del alba y su columna cultural “Vientre de Cabra”, apareció en el diario La Jornada Morelos por diez años.
Actualmente es colaborador del Instituto Cervantes de España, en su filial de Manila y mantiene el blog: vientre de cabra.