Cuando te espero me da por nombrar las cosas que has dejado conmigo. Entonces las caricias o los besos, el silencio o la tarde de tus ojos se convierten en palabras. Escribo y callo para escuchar la muerte. No es tu ausencia la que incomoda, sino la manera que tienes de tranquilizar el mundo y que en tardes que son costra hace falta.
Toco así, de esta manera, el tiempo. Ignoro si en otro lugar se percibe cómo las calles se van quedando endosadas a los recuerdos. Los caminos que hicimos nuestros. Tal vez ni siquiera esos pasos nos pertenecen. Hay noches para perderse en los intentos por saber quién nos mira. Por eso te voy rastreando en las manos que tú has tocado. Te tomo por la cintura y te llevo a la memoria que siempre tiene asideros para volver a tu rostro.
Algo pasa en los recuerdos. Vuelves a ser aquella que siempre eres, pero con más fortuna. Llenas de sonrisa el café que suaviza mis ansias. Tu cuerpo es el que le da forma al universo, mientras las sombras van encaminándose a recrearlo todo. Tú me miras y piensas en un futuro que no existe. Yo te veo y no puedo amedrentar las ganas de tenerte otra vez tan cerca de mí que se marchite el miedo.
Las hojas de los libros que no leímos, el viaje detrás de los párpados. Yo me iba. Siempre me estoy yendo. Y te miré caminando a un costado de la gente. Si en las primeras veces siempre hay incertidumbre, en las últimas lo que reina es el desconsuelo. Los vinos que no tomamos, la música que no se anidó entre tus piernas. Sorbo de la taza y me sabe a tu nombre.
Por eso hago de ti las palabras. Para acercarte un poco. Miento si escribo que no hay nostalgia. El frío es un pájaro que va partiendo el cielo en gajos que luego se acomodan entre los dedos. A veces existo porque sé que me nombras. En la sala hay un rumor que repite tus sueños. Espero un poco. Quiero comprender las huellas de tus labios a mitad de la hoja.
Y con todo me preguntas sobre las razones de mi soledad y me compartes las tuyas. Por las calles puedo escuchar cómo gotea de a poco la vida. Y con todo dicen que la noche es gris y no regala más lamentos. En la garganta de los perros se nubla el silencio. Todavía hay peces que mueren en el pórtico y mujeres que rezan antes de percibir el polvo.
Lo escribo para no perderte. Las grietas del dolor se palpan cuando el hombre ha dejado y se niega a salvarse a sí mismo. Hay una posibilidad de parir mi sonrisa en tu mirada. No te pierdo. Lo escribo. Acá te espero con todas esas cosas que te nombro. Los límites. Tu cuerpo que llegó antes que el tuyo y deshizo la madrugada.
Acá te espero, en silencio, junto a las palabras, junto al secreto que te hace niña. Te espero, mirando a la otra que ha crecido conmigo y salvó mi ayuno y me acompañó cuando viajaba al otro lado de la muerte. La mujer que te espera aquí para ligarse a tu torso y ser solo una en ti. La palabra que se susurra a media tarde, el juego que sólo desnudos se juega, el sabor que nace cuando el otro vive dentro de nuestros labios, el mundo que cabe en una cama.
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XALBADOR GARCÍA (Cuernavaca, México, 1982) es Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y Maestro y Doctor en Literatura Hispanoamericana por El Colegio de San Luis (Colsan).
Es autor de Paredón Nocturno (UAEM, 2004) y La isla de Ulises (Porrúa, 2014), y coautor de El complot anticanónico. Ensayos sobre Rafael Bernal (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Ha publicado las ediciones críticas de El campeón, de Antonio M. Abad (Instituto Cervantes, 2013); Los raros. 1896, de Rubén Darío (Colsan, 2013) y La bohemia de la muerte, de Julio Sesto (Colsan, 2015).
Realizó estancias de investigación en la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos, y en la Universidad del Ateneo, en Manila, Filipinas, en la que también se desempeñó como catedrático. En 2009 fue becado por el Fondo Estatal pJara la CulturPoesía, ensayo y narrativa suya han aparecido en diversas revistas del mundo, como Letras Libres (México), La estafeta del viento (España), Cuaderno Rojo Estelar (Estados Unidos), Conseup (Ecuador) y Perro Berde (Filipinas). Fue editor de la revista generacional Los perros del alba y su columna cultural “Vientre de Cabra”, apareció en el diario La Jornada Morelos por diez años.
Actualmente es colaborador del Instituto Cervantes de España, en su filial de Manila y mantiene el blog: vientre de cabra.