Despierta el primero de enero y no entiende la existencia. La incertidumbre no lo conmociona, sino más bien la fecha. Ha estado sintiendo el tufo de la muerte en el cuello por casi dos años. Colegas, conocidos, amigos, gente cercana y gente lejana, que se revela en cifras oficiales, alimentan la nómina del desconsuelo. Muerte como forma de vida; paradoja: sol negro de los melancólicos. Y con la melancolía viene el silencio, la soledad, la locura, pero también la verdad: hay cicatrices en los ojos de los ángeles.
Escribe: hay cicatrices en los ojos de los ángeles. Sobre el papel, las palabras, el tiempo marchito. Ahí la clave: en el tiempo. El tiempo también envejece, las épocas se acaban, los sueños terminan oliendo a rancio. Piensa en la mácula, en las enseñanzas de la mácula disfrazada de peste, disfrazada de pandemia, disfrazada de virus. La mácula que muestra la caducidad del tiempo. Nadie puede soportar el tiempo zurcido con las costras de las pequeñas muertes diarias. Así que hubo que escapar, que romper lazos, que tapiar recuerdos y abandonar las sonrisas que prometían futuros desabridos.
Afuera, otros tiempos roídos. Más violentos y más vertiginosos… como huellas de un día roto a mitad de la inocencia. El tiempo se acelera. Se ha venido acelerando desde la invención de la máquina de vapor. La velocidad como el heraldo de la época moderna. Y en el posmodernismo, la aceleración continúa. Los tiempos ya no pertenecen a tiempos humanos. Tweets como tempestades en los ojos. Post como una sucesión de vidas inexistentes. El tiempo acelerado que muere al instante. El mundo virtual nace viejo. La novedad, nutrida de velocidad, es la esencia de los nuevos tiempos. No hay momentos de espera. Hay que continuar sin destino. El nuevo Renacimiento, el Renacimiento Digital, se resuelve en vértigo. Mientras caemos en el abismo la aceleración continúa.
Él que se llama Edwars o Federico o Cuitlahuac o Abdalla no comprende el tiempo, su tiempo que no es suyo. Las palabras se le revelan en abandono: no temas por las promesas en las camas con sangre tersa. Son las palabras que se revelan en las horas más oscuras de la noche. Lo sabe. No hay retorno para la raza humana. No hay esperas, pero tal vez sí otro tiempo. Aquel que rehúya a las exigencias de la virtualidad. Un tiempo de reflexión, de soledad, de encuentro. El tiempo eros frente al tiempo cronos que se ha tejido de muerte y desesperanza. Hay que intentarlo. Habrá que intentarlo como el último refugio ante el llanto. No es que no haya muerte en ese tiempo, sino que la muerte sigue significando. Deja de ser datos o cifras, intereses de las farmacéuticas o discursos políticos que vacían las palabras.
Las lenguas tenues saben a sal como un mar alebrestado… frente al oleaje, en medio del desierto, entre la marea verde de la selva, las palabras abren otro tiempo, saben a otras manos. Él que también es ella y se llama María o Xóchitl o Amal o Jenny se deja sentir en el cuerpo ajeno. El tiempo se abre en este nuevo tiempo. El tiempo brama y se detiene por fin…
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XALBADOR GARCÍA (Cuernavaca, México, 1982) es Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y Maestro y Doctor en Literatura Hispanoamericana por El Colegio de San Luis (Colsan).
Es autor de Paredón Nocturno (UAEM, 2004) y La isla de Ulises (Porrúa, 2014), y coautor de El complot anticanónico. Ensayos sobre Rafael Bernal (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Ha publicado las ediciones críticas de El campeón, de Antonio M. Abad (Instituto Cervantes, 2013); Los raros. 1896, de Rubén Darío (Colsan, 2013) y La bohemia de la muerte, de Julio Sesto (Colsan, 2015).
Realizó estancias de investigación en la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos, y en la Universidad del Ateneo, en Manila, Filipinas, en la que también se desempeñó como catedrático. En 2009 fue becado por el Fondo Estatal pJara la CulturPoesía, ensayo y narrativa suya han aparecido en diversas revistas del mundo, como Letras Libres (México), La estafeta del viento (España), Cuaderno Rojo Estelar (Estados Unidos), Conseup (Ecuador) y Perro Berde (Filipinas). Fue editor de la revista generacional Los perros del alba y su columna cultural “Vientre de Cabra”, apareció en el diario La Jornada Morelos por diez años.
Actualmente es colaborador del Instituto Cervantes de España, en su filial de Manila y mantiene el blog: vientre de cabra