saltar al contenido
  • Miami
  • Barcelona
  • Caracas
  • Habana
  • Buenos Aires
  • Mexico

Agosto 2023

31 DE OCTUBRE. Francisco Barrientos

Despierto siempre a la misma hora casi todos los días. El olor a orina impregna toda mi cama y no hay nada que pueda hacer para evitarlo. Cada noche es levantarme, quitar las sábanas húmedas, ir al armario y tomar el cambio correspondiente al día marcado en el calendario. Hoy toca el juego de sábanas del 31 de octubre.

Negar que se acerca esa fecha es un mecanismo de defensa muy útil el resto del año, pero cuando llega el día no hay para dónde correr. El reloj marca apenas la una de la madrugada, aún hay tiempo de preparar todo. Coloco el nuevo juego de sábanas y llevo las sucias a la lavadora. La ventaja de vivir en un departamento de una sola habitación es que la lavandería queda justo a lado de la cocina a solo un paso de la sala. Faltan dos horas para que Xavier llegue, tengo el tiempo suficiente para arreglar todo. Mientras la lavadora comienza su ciclo, entro en la ducha.

Conocí a Xavier a los 18, fue la primera noche que los dos pasamos en la capital. La universidad era solo un pretexto para escapar de un pueblo chico con la mentalidad aún más pequeña. Mi intención no era la de conocer al amor de mi vida peleando por una Carta Blanca, pero así resultaron las cosas. Una peda normal terminó con dos nuevos amantes fundidos en un mar de sudor y fluidos blancos.

Cierro la llave de la regadera justo en el momento en el que termina el ciclo de lavado. Me sirvo una taza de café mientras las manecillas del reloj cambian de posición a cada segundo. Descanso los ojos y pienso en la rutina noctura de Xavi: cerrar la barra, asegurar con doble candado las puertas, activar la alarma y sentarse en la banqueta a esperar un taxi.

Son las tres, regreso a la cama para colocarme en la posición con la que siempre lo espero: completamente desnudo, con las manos detrás de la cabeza y las piernas abiertas. Los tulipanes se encuentran en el mueble junto con el único condón comprado hace tan solo unas horas y un cirio.

Ambos dejamos la universidad; él cumplió su sueño de abrir un bar mientras que yo… digamos que nada ha sido suficiente para el talento que tengo, el cual, es nulo.

Escucho cómo gira la llave en la cerradura de la puerta y en pocos instantes Xavier entra en la habitación. Nuestra habitación. Se desnuda poco a poco y se abalanza sobre mí, toma de mis piernas, las pone sobre sus hombros y comienza a trabajar.

Xavier lame mis pezones, mientras yo tomo de su cabello negro y rizado. Siento cómo su sudor cae sobre mis labios, me preparo para que entre a lo más profundo de mí.  Mientras lo beso en el cuello, ambos lloramos.

Celebramos nuestro segundo aniversario inaugurando su bar, fue una fiesta de dizfraces donde todo el mundo debía venir disfrazado. Nos la vivimos de shots, cigarrillos y nachos rancios. Cerramos el lugar pasadas las seis de la mañana, caminamos tomados de la mano hasta llegar a la playa y aunque continuamos vestidos de militares, nos olvidamos del mundo y fuimos uno solo.

Ojalá hubiéramos puesto más atención.

Pudimos evitar encontrarnos con ellos.

Siempre pensé que el rojo no era su color.

Los primeros rayos de luz entran por la ventana al mismo tiempo que Xavier se viene dentro de mí. Aun jadeando y sudando comienzo a cerrar los ojos mientras escucho como me dice: “Siempre nuestro, Mario”. Despierto y él se ha marchado.

A mi celular llegan un montón de notificaciones. Odio el primero de noviembre, apago el móvil y vuelvo a meterme a la ducha. Es mediodía al salir de casa y es casi la una cuando consigo un taxi.

Entro al lugar donde año con año me reencuentro con Xavi, es una tradición que yo mismo me autoimpuse cada día después de su visita. Esquivo a toda la gente que hay por los pasillos evitando las aglomeraciones del día siguiente, tropiezo con algunas otras cuando lo veo: trae con la misma ropa de la noche anterior, un pantalón verde militar y una camisa verde, unas botas y un paliacate en la cabeza. Aún sigue con el maquillaje en la cara y la sangre en la frente.

Doy unos pasos hacia él, pero cuando llego ha desaparecido. Resignado dejo los tulipanes sobre su tumba y retomo mi camino a la salida pensando en las pesadillas que llegarán por la noche y que no me permitirán tener sábanas limpias hasta el próximo 31 de octubre.

 

 

 

© All rights reserved Francisco Barrientos

 

Francisco Barrientos nació en San Luis Potosí en 1996. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UASLP y es egresado de la Maestría en Educación por la Universidad Marista de San Luis Potosí donde actualmente cursa la Maestría en Desarrollo Humano. Es profesor a nivel secundaria. Ha formado parte de diversos talleres y cursos literarios en el Centro de las Artes de San Luis Potosí, el Instituto Potosino de Bellas Artes y la Casa del Poeta Ramón Lopéz Velarde. Actualmente forma parte de Abismos: taller literario, coordinado por Xalbador García.

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.