La presente entrevista se realizó en el año de 2012 y forma parte del libro Tras las huellas del Demiurgo, inédito hasta la fecha. El objetivo era charlar con quienes estuvieron alrededor del llamado “último poeta maldito”, pero al mismo tiempo que la conversación sirviera como excusa para compartir las palabras, la poesía, la vida. El académico, músico y escritor Túa Blesa es el experto en la obra de Panero y justo a su lado Xalbador García empezaba esta aventura que, hace más de 10 años, lo llevaría al Insituto Psiquiátrico Juan Carlos I de Las Palmas de La Gran Canaria para entrevistarse con el poeta.
Xalbador García
—La literatura es sobre todo azarosa, porque triunfan unos que son unas mierdas y hay escritores extraordinarios que no tienen ningún lugar —me dice Túa Blesa.
—Es extraño el mundo de la literatura. Parece que la humanidad se ha extraviado. En el camino se van perdiendo cosas. Pocos son generosos como tú lo has sido conmigo desde hace años. Sin conocerme, cuando apenas estaba terminando la licenciatura y te escribí pidiéndote tus textos sobre Leopoldo María Panero. Fíjate, en México se juega mucho a ser farsante. Quienes son farsantes casi siempre son aquellos escritores que saben que su trabajo no vale mucho. Los verdaderamente grandes no tienen que ocultarse bajo la máscara de nada, no tienen que demostrar nada a nadie. Son muy generosos.
—Hay complicidades que funcionan en la vida. Me ha pasado con mucha gente de muchos sitios del mundo que se interesa por Panero y pues siempre he respondido hasta donde he podido colaborar. Si yo creo en la escritura de Panero y de otros autores, y si otros me muestran interés para mí, ya somos cómplices de una misma conspiración.
Y reímos aquella tarde en el Parque de San Francisco a las afueras de la Universidad de Zaragoza. Era sábado. Al llegar a la pequeña ciudad española parecía como si el silencio se hubiera enroscado en la estación del tren. Algunos pasajeros bajaron igual que yo, pero casi de inmediato los perdí. Subí las escaleras. El tren se marchaba. Sentí nostalgia. Los pasillos guardaban recato y pesadumbre. Era sábado, parecía como si nadie quisiera viajar en sábado. Avise por teléfono que había llegado a Túa Blesa, el máximo conocedor de la poesía de Leopoldo María Panero y a quien sin miramientos esa tarde le confesaría:
—A final de cuentas vas a encontrar que mi libro Las máscaras del tarot tiene a tus investigaciones como faro de creación.
—Todos decimos algo que al final está dicho por alguien más, pero siempre hay maneras diferentes de montarlo todo.
Luego de la llamada me dio algunas indicaciones y salí a la vida. El sol era tan sólo una estampa en el cielo. Las reminiscencias del invierno venían con el viento. Mordían el rostro y se iban. Entonces Zaragoza fue abriéndose en el camino del autobús. Se hizo la vida poco a poco. La ciudad guarda esa elegancia europea, con tintes de surrealismo. El metro anuncia su destino: El Mago de Oz. Se trata de un nuevo suburbio cuyos habitantes han decidido bautizar la zona y sus calles con nombres de películas. En este mundo se han muerto los héroes, pero aún tenemos a los poetas:
—¿Cómo conociste a Leopoldo?
—Hace muchos años. Primero lo traté un poco en Madrid en algún momento muy raro y muy loco. No me acuerdo bien. Hubo un tipo que nos presentó que no recuerdo su nombre. A mí me pareció imposible tratar con Panero. Era demasiado peligroso, pero no sé por qué siempre le guardé mucho afecto. Cariño, pero de verdad. Eso también importa. Te encariñas con una figura literaria. No sólo con unos textos. Eso de la muerte del autor no existe. Mi afecto hacia él también influye en el trabajo que realizo de su obra.
“Luego lo rencontré en Mondragón en los ochenta. A mí me empezó a dar mucha pena saber que estaba recluido ya en un manicomio, porque había estado en otros, pero entraba y salía. Cuando lo mete su madre a Mondragón es que ya no tiene ningún sitio a dónde ir, ni nadie lo iba a recoger, ni nada. Me dio entonces una especie de piedad, así un poco cristiano. Viajé a Mondragón alguna vez, pasaba algunos días, le compraba tabaco, las cocacolas y le llevaba algunos libros. Luego lo traía aquí a dar unas conferencias, le daba un poquito de dinero y se lo pasaba muy bien. Esos años son donde más relación tuvimos. Cuando se fue a Canarias sólo ha venido una vez y no creo que vuelva a haber otra. Lo que es increíble es que con la vida tan horrorosa que ha llevado esté vivo. A mí es algo que no me lo puedo explicar.
“Una vez en Mondragón yo me alojaba en un hostal que estaba al lado del manicomio. A las nueve de la mañana Leopoldo ya podía salir, ya había pasado el desayuno, el reconocimiento médico y tenía el día libre, luego regresaba a cenar. Pasaba por él y nos íbamos al pueblo y ahí estábamos hablando de bar en bar, comprando tabaco y libros. Llegó un momento que quiso comer.
“—¿A dónde quieres ir a comer, Leopoldo?
“—Quiero ir al Hogar extremeño.
“Me acuerdo perfectamente de la historia. Llegamos a un restaurante popular, nada exquisito ni nada.
“—¿Tú qué quieres, Leopoldo?
“—Yo quiero un gazpacho.
“El gazpacho que ponían en ese sitio era de medio litro. Se bebe el medio litro de gazpacho de golpe después de las 40 cocacolas que ya se había tomado por la mañana.
“—Yo quiero otro gazpacho.
“—Pónganle otro gazpacho. Y de nuevo de un trago lo bebe.
“Al minuto abre la boca y el litro de gazpacho que se había tomado salió todo vomitado como una fuente. Cosa increíble. Manchó a todo el mundo. Yo no sabía dónde meterme. Y la gente:
“—Panero me cago en tal.
“Porque lo conocían todos en el pueblo. Al final no pasó nada. Se queda pensativo un rato:
“—Ahora quiero un Kínder Sorpresa.
“Había un bar de Batasuna, pro etarras. Le gustaba mucho e íbamos todos los días. Entraba gritando:
“—Los vamos a fusilar a todos hijos de puta, los vamos a matar.
“Yo pensaba: a nosotros es a quienes nos van a fusilar. Pasaba por el pueblo insultando a todo el mundo. Siempre ha sido muy insultón, le ha gustado insultar a todos a gritos. En otra calle, donde estaba el Partido Socialista se ponía en la puerta:
“—¡Cabrones, hijos de puta, los vamos a matar!
“En Madrid era así. Provocar a gente, generar momentos de violencia. No me extraña que le hayan dado un par de palizas en la vida. Es que Leopoldo es insoportable.
“Una vez un grupo de teatro montó aquí un espectáculo que era con letras de Leopoldo y de otros dos poetas más. Trajeron a los tres poetas al estreno. Era el momento en que estaba Leopoldo en Mondragón. Él se alojó en una casa de los del teatro. Tenía que beber una serie de pastillas, entre otras, unas para no beber alcohol. Aquí Leopoldo dejó de beber las pastillas y empezó a beber. Un día me llama un amigo:
“—Túa, que Leopoldo se está muriendo; corre que salimos ahora mismo hacia el hospital Provincial, acude tú también.
“Salgo de mi casa, cojo un taxi y voy al hospital. Llevan dos personas a Leopoldo con una cara destrozada. Cuando ve que entramos al hospital se suelta:
“—Hijos de puta, me habéis traído al manicomio.
“—No es un manicomio.
“Lo convencimos y llegamos con el médico. Empieza a palparlo y dice que se tiene que quedar ingresado.
“—¿Yo ingresado? ¿Yo aquí? Cabrones me habréis traído con la Guardia Civil.
“—Si no se quiere quedar ingresado, a mí me firma un papel de que se va y no pasa nada, pero tiene el hígado muy inflamado, se debería quedar ingresado.
“Nos quedamos en la sala mientras el médico había ido a hacer el papeleo:
“—Hijos de puta, por qué me habéis traído aquí. Vendrá la Guardia Civil y me llevará al manicomio…
“Y vueltas y vueltas a ese asunto de la Guardia Civil. Pero lo que no sabíamos es que en ese hospital llevan a los presos de la cárcel cuando tienen que hacer algún tratamiento. Estando ahí pasa un tío con las esposas y dos guardias civiles.
“—¡La Guarda Civil! ¡Me cago en la puta!
“Los guardias civiles se desentienden del que llevaban y se van sobre Panero:
“—¿Qué le pasa a éste?
“—¡Cabrones, hijos de puta!
- —Es que está loco —le decíamos.
“Hasta que se fueron. El médico que no venía. De repente Leopoldo se echa a correr por el pasillo. Todos detrás de él. No había manera de alcanzarlo. Sale a la calle. Cruza y enfrente del hospital había en aquellos años una ortopedia y había un escaparate con una pierna ortopédica, un brazo ortopédico, estas cosas. Fui el primero en salir y lo veo que estaba frente a la cristalera de la ortopedia, avanzo hacia él y veo que dentro de la ortopedia había una señora que lo estaba mirando con unos ojos así de grandes. Cuando veo que se había sacado la polla y estaba meando en el cristal.
“Entonces sí que lo visité en Mondragón y lo traje aquí a dar conferencias y lecturas, porque era más fácil, pero ya desde Canarias sólo lo traje una vez y la verdad es que fue todo un poco desastre. Para empezar le tuve pagar el viaje a otro que lo acompañaba para que controlase sus medicaciones y para que no se perdiera en un aeropuerto y todo lo demás. Entre los problemas de eso, en el hotel también armó unas broncas también ahí por las noches. Dije ‘oh madre mía, esto es la última vez que invito a Leopoldo’. Tampoco ha habido ocasión, pero se ha convertido un poco en problema. Ahora en estas semanas últimas que he estado hablando con él alguna vez, pues es casi imposible hablar con él, porque le dices alguna cosa y te cuenta tres chistes de locos, luego la CIA me persigue, luego no sé quién ha dado un millón de pesetas para que me maten.
“Ahora estoy preparando el volumen dos de la Poesía Completa de Leopoldo María Panero hasta el 2010. La tengo ya casi terminada. Porque como has visto las primeras ediciones de sus libros están llenas de erratas, mal cuidadas, nadie se hace cargo de controlar los textos, todas las citas en otras lenguas casi todas están mal hechas. Entonces he estado trabajando en eso, en limpiar un poco el texto, pero claro yo tampoco puedo tomar decisiones sin hacerle consultas a él, sin que tenga yo el permiso, porque si no la filología sería la leche. Pero algunas es imposible, cuando le pregunto sobre lo que escribe, muchas veces me dice:
—No me acuerdo, pero te voy a contar lo que me pasó hoy…
“Yo tengo el acuerdo con él de que puedo corregir lo que son errores de tipografía, como él escribe a máquina es imposible, te sale un texto loco al final. Luego los editores no se han ocupado en poner un poco de orden y han salido los libros hechos un caos. Cuando se lo consulto a Leopoldo sobre el poema que está en tal página muchas veces dice: ‘es que ese libro no lo tengo’. Este fin de semana voy a mandar el libro a la editorial y será un volumen tremendo como 500 páginas. Ha publicado una locura de libros en los últimos 10 años, creo que son 21 libros distintos, algunos muy pequeñitos.
—¿Los últimos los ha publicado en Valdemar?
—Ahí publicó Presentación del superhombre, Águila contra el hombre: poemas para un suicidamiento y Erección del labio sobre la página, entre otros. Algunos en otras editoriales. Me ha costado mucho encontrar uno que publicó en una editorial muy pequeña, en el que aparece junto con otros dos poetas, en donde hay una parte donde sólo es escritura suya, un libro que se llama Locos de altar. No sé por qué, pero no había manera de que la editorial te lo vendiese. Pero ahí había 12 poemas de Leopoldo y hay que ponerlos.
“Sobre Panero he escrito muchas cosas. Me interesa, porque esa poesía es la que yo empecé a leer de joven y con la que yo me identificaba. Ese era un mundo para mí que significaba cosas. Aunque tal vez muchas veces no entendía mucho, pero era ‘mi literatura’ y esa identificación pues ha funcionado. En la carrera académica he podido ir haciendo un poco lo que he querido. Esa es la gran ventaja que permite la universidad, porque te permite también hacer un poco lo que quieres. Esa libertad que te da el ámbito académico es una gran ventaja y eso hay que defenderlo hasta el final y ahí te lo juegas todo.
“Yo estudié aquí y me quedé a trabajar en el Departamento de Lengua cuando acabé la carrera. Trabajo en la Universidad de Zaragoza desde el año 78. Tengo 62 años. Algunos colegas míos ya se han jubilado, pero yo me veo con ganas de seguir trabajando y con ilusiones. Es un gran trabajo. Un trabajo que se puede hacer hasta en tu casa. Hay campos en la universidad como los de experimentación e investigación en laboratorios que requieren unos tiempos y unos espacios en los que tienes que estar ahí metido. Pero tú con tus libros en tu casa puedes estar haciendo lo mismo que puedes hacer allí. Además de las ventajas que se tienen también en la universidad, por ejemplo yo este curso no estoy dando clases. Estoy en una licencia sabática. ¿Donde te dan eso? No hay trabajo en el mundo en el que tú puedas seguir cobrando, escribiendo, teniendo todo tu tiempo para ti, y ahí estamos. No sé qué me pasará en la vida, pero yo me veo viejecito escribiendo… ya veremos”.
Pedimos otros dos gin-tonics. El café es muy agradable: personas que pasan, varias mesas en donde jóvenes españolas recrean la juerga del día anterior, un par de viejos amigos hablando del partido de futbol que hay esta tarde. El Zaragoza juega y los cánticos rumbo al estadio se van multiplicando. La vida, el tiempo, las golondrinas… Túa me habla sobre sus proyectos:
—Muchos de mis estudios están enfocados en la generación de los setenta. Desde estudiante había conocido las primeras publicaciones de Panero y desde entonces me pareció que era un poeta extraordinario, pero al mismo tiempo veía también que no tenía un lugar académico. Ese tipo de escritura era muy difícil encajarlo. De algún modo, mi proyecto de investigación en la vida ha sido también un poco político-cultural, de transformar un poco lo que es el canon, intentar hasta donde uno puede. Ahí empecé a ver qué se podía decir sobre la poseía de Leopoldo y otros autores de la misma época o territorio literario. Hace dos años saqué un libro sobre Pere Gimferrer, que me parece un gigante, es un poeta extraordinario. Tiene todos los premios del mundo y desde hace unos años se ha hablado de que será uno de los candidatos al Nobel. Había una cosa que estaba jugando mucho a su favor que era que estaba escribiendo en catalán durante muchos años. Cataluña quería tener un Premio Nobel, pero ahora ha vuelto a escribir en español. Los últimos tres libros de poesía son en español. No sé si con eso lo del Nobel se ha estropeado. Pues bueno, un grandísimo poeta.
“Escribí otro libro sobre un poeta desconocidísimo que había nacido en Zaragoza, se llamó Ignacio Prat. De ese libro no se vendió ninguno, porque él tampoco nunca había vendido ninguno suyo. Ya te mandaré un ejemplar porque es un libro curiosísimo. La verdad es que me divertí mucho haciéndolo y puse todo lo que me dio en gana.
“En los proyectos yo me la paso muy bien, pero siempre con la rigurosidad necesaria para que esos trabajos sean coherentes en la academia. Creo que es una exigencia que debemos cumplir. Transformar un poco el mundo académico. La literatura tiene que transformar la literatura. Un escritor nuevo debe de intentar transformar la literatura hasta donde puede, muy pocos lo han conseguido: Joyce. Pero salvando las distancias evidentemente, en el mundo académico también hay que intentar transformar ese mundo académico. Yo no puedo regresar el mundo académico que yo recibí, que era muy clásico. A mí nadie me habló de estas cosas. En clase nunca se habló de las cosas que a mí me gustaban. Ahora en mis cursos amplío el panorama. De todo, es decir, se estudian autores más canónicos, textos más canónicos, pero yo en la clase me la tengo que pasar bien. No puede ser sólo leerles a mis alumnos un libro, debe de ser una cosa creativa, donde cada día yo mismo aprenda un poco y poner a discutir los asuntos con la gente. Eso me parece que tiene que ser la clase. Dinámica, que funcione, que surja algo de ahí y también para mí. No sólo que a los estudiantes yo les dé algo nuevo, sino que también los estudiantes me acaben de dar algo nuevo a mí también. Que yo sé algo más que ellos, eso yo ya lo sé, si no además sería una vergüenza. Se trata de provocarlos para que se expresen. Y por supuesto todo lo que he publicado ha pasado por las clases en algún momento. Yo quiero ver cómo se recibe lo que digo, a ver qué respuesta me dan los estudiantes de lo que yo les cuento. Veo las caras, las respuestas que dan. Y algunas veces digo: ‘esto no funciona’ y eso lo ves. Eso es fundamental: ver que la clase funciona, porque la clase no puede ser que yo les señale algunas cosas y ellos las apunten en un papel. No puede ser sólo eso. Tiene que haber otra provocación, otras curiosidades.
“Hay un libro que quiero escribir que es sobre el postestructuralismo, porque Leopoldo lo que dice en sus prólogos en las traducciones, es que en vez de tomar y como si fuese una condena el texto original, él lo que hace es que lo lee y luego asume la posición de autor. No la posición de autor, sino la de traductor, y es lo que explica que pueda escribir lo que le pasa por los cojones. Que si Lewis Carroll pone una cosa y le pone otra y le da igual. Esto que el traductor ya no sea una especie de mecanismo que traslada palabras, sino que ahora escribe palabras; esto es posestructuralista porque la estructura “autor/traductor” que es una estructura clásica, que ha funcionado durante siglos, uno es el autor, otro es el traductor, y la estructura está muy clara: éste es el original y ésta la traducción y tiene más o menos valor según la lectura, pero si desplazas esos dos lugares y el traductor ahora es un auténtico autor pone en crisis toda la estructura, al estructuralismo en general, y tenemos que hablar de posestructuralismo.
“Lo que quiero escribir es un libro sobre posestructuralismo, pero no en plan teórico, sino sobre todo con textos, ir a los textos de los autores. Y vuelvo a ideas de logofagia: Que un texto se escriba para que no se pueda leer, esto no funciona, esto es postestructuralistas también. Iré reuniendo textos que yo ya he escrito y ordenarlas a partir de esta idea del postestructuralista. Un libro que es el hermano de este y que llevo varios años pensando es sobre Maurice Blanchot que me parece el sabio de los sabios, y tengo un libro que para mí es lo mejor que he hecho, pero que necesito unos cuantos meses para revisarlo todo al milímetro, porque es una propuesta bastante arriesgada, pero muy divertida. De Blanchot estoy enamorado desde estudiante. Me parece el tipo más inteligente que ha habido en la literatura contemporánea sin ninguna duda.
“El caso de Blanchot es curiosísimo. Es un tipo que ha tenido la atención de Derrida —hay dos libros enteros de Derrida sobre Blanchot—, Roland Barthes escribió sobre él, Foucault escribió sobre él, los más listos han escrito sobre él. Algo han visto. Yo leí un libro sobre por una alusión que hizo un profesor en clase. Un libro que se llama El espacio literario, y no entendí nada. Pero me pareció fascinante. Lo leías como literatura, aunque era un ensayo, y te lo pasabas muy bien. Al final decías: pero esto qué es. Era tan distinto en esa época a Roman Jakobson, a todo el formalismo ruso, que era lo que estaba de moda en esos años, y sólo hubo esa pequeña alusión de ese profesor a Blanchot y no cuadra en nada en lo que eran los estudios literarios canónicos en ese momento y esa fascinación ha seguido con el tiempo y fui leyéndome todos los demás libros y no entendía, pero hace como cinco años tuve como una revelación y de repente me di cuenta que lo entendía todo o por lo menos me hice una composición para mí de que yo podía entenderlo así y hay una originalidad siempre. Es un hombre que nunca dio una conferencia, nunca dio una clase. Es impresionante. Sin embargo, hay una adoración, una cofradía bastante reducida. En Estados Unidos algunos que publican libros y tienen cierto interés, pero minoritaria. Si te metes a leer sus libros realmente es fascinante que te lleva a quedarse colgado con él. Y lo que te digo, de repente un día sucedió algo milagroso y lo entendí. Todo se va encajando. Y me puse a escribir, y escribir, y escribir, y tengo un libro pero que hay que revisarlo todo de arriba y abajo. Es un libro un poco duro, muy teórico, pero creo que muy divertido también.
“Blanchot por ejemplo vive todo el tiempo del estructuralismo y es lo más antiesructuralista que se pueda ser, como si no hubiera habido estructuralismo para él. Por ejemplo Roland Barthes tiene un momento estructuralista y luego se aleja, en parte estoy seguro que por la lectura de Blanchot, se podría rastrear perfectamente y Derrida mismo, la gran deuda intelectual que tiene no es con Heidegger o con cualquier otro, sino con Blanchot también. Además, tiene unas páginas de crítica maravillosas sobre Kafka, sobre Mallarmé. Si se publica ya lo verás.
“Como con Blanchot, yo creo que es muy importante elegir los autores sobre los que vas a escribir. Si escribes sobre un mediocre es muy difícil decir algo de algún interés. Tiene que ser algo sobre lo que sea problemático. Eso se lo digo a mis estudiantes de doctorado, pero luego ellos acaban haciendo tesis sobre lo que quieren. No se puede obligar a la gente, pero hay que ir a buscar donde está lo difícil, intentar una respuesta para ello. Para lo sencillo ya vendrán otros. No puedes perder el tiempo en autores que hayan tenido mucho éxito, pero que no sea verdadera literatura lo que hacen. La literatura no está ahí, está en otro sitio. Para mí, la literatura está donde hay un problema, un problema de comprensión, donde hay un problema de aceptación misma del texto y es el caso de Panero. Al principio te genera problemas: ‘Capitán Marvel, ¿dónde estás?’ Y qué pasa con eso. Para estos casos hay que intentar una respuesta, ¿por qué esta frase funciona como poema?
“Hay muchos colegas que se niegan a entrar a ese laberinto. Uno de ellos dijo con la mejor intención: ‘está mejor lo que escribes sobre los autores que la obra de esos autores’. Fíjate si era cariñoso, la intención era buena, pero además dices: me cago en la puta, no ha entendido nada. En fin ,lo de Blanchot es una locura mía. Pero Bataille decía: Nunca he conocido a nadie más inteligente que Blanchot. El que haya leído a George Bataille sabe algo de lo que esta declaración significa”.
—Tu concepto de “logofagia” es muy interesante:
—Sí, es un libro que publiqué. Está muy bien. Yo venía recogiendo raros, con tachones, textos que escribe por ejemplo José Miguel Ullán, textos que no se pueden leer, están impresos pero no se pueden leer. Venía recogiendo un poco curiosidades. Entonces pensé que se tendría que dar respuesta crítica a estos textos. Me inventé entonces esta teoría de la “logofagia” y es un conjunto teórico. Al final todo me cuadraba.
—Mencionas a José Miguel Ullán…
—Ullán era un tipo extraordinario. Fue muy amigo de Octavio Paz. Ha muerto hace cinco o seis años. Qué pena la muerte de la gente.
—Háblame de estos vasos comunicantes que encuentras entre la poesía y el arte.
—Para mí es una continuidad todo. Al hacer ese libro, trabajo cómo las letras están en el arte. Eso es lo que me interesaba a mí. Por supuesto existe el arte figurativo, pero que la letra esté presente en el cuadro o en la instalación es realmente una cosa extraña. ¿Qué hace la letra ahí? ¿Es una letra para leerse o es una letra para estar ahí sin más? Eso establece precisamente ese puente, esa presencia de la letra en el arte, hace que hay un puente que hace que no hay un punto a partir del cual se rompe y establezca hasta dónde llega la literatura, sino que todo se continúa.
“Esa idea me gusta. Me gustaría poderla mostrar. Ullán tenía, era buen dibujante además, en muchos de sus libros hay cosas gráfica, visuales, que ya no son para leer, sino para mirar y leer a la vez también. Esa doble función que está teniendo eso ahí es una pregunta que no la tengo bien resuelta. Por ejemplo los cuadros de Magritte: ¿qué hace una frase ahí puesta? Eso es algo que me intriga y quiero escribir algo más sobre lo del arte, porque me han quedado muchas cosas pendientes. Por qué Magritte pinta unas figuras, pone un título al cuadro, título que está afuera pero que pertenece al cuadro a la vez, pero al mismo tiempo dentro del cuadro él ha escrito otra frase. Desde el famoso ‘esto no es una pipa’ cómo está funcionando. ¿Por qué debemos de leer una frase en un cuadro? Y aún en ese caso hay un pipa. Está el libro que escribió Foucault y otros sobre esas cuestiones, pero llegó un momento en que Magritte en todos los cuadro ponía una frase y bien escrita, para que se lea bien. ¿Hacer un cuadro para leer una frase? Eso no tiene ni pies ni cabeza. Algo tendríamos que decir más. Preguntas. Esto es un mundo de preguntas y qué pocas respuestas vamos teniendo… algo vamos diciendo.
—Muy interesante tu trabajo.
—Yo me la paso muy bien.
—Pasión pura, como tu banda de punk: El Doctor Túa y los graduados.
—Yo y mi banda nos lo pasamos muy bien. No tenemos ningún éxito eh. También en internet hay alguna cosa de la banda. Los estudiantes la han subido. Quién no quiere pasársela bien, si luego no habrá nada. También hay algo muy importante en la vida que es vivir el amor. A mí me parece fantástico estar enamorado y vivir eso con pasión. Yo vivo con una poeta. Llevamos viviendo juntos más de treinta años y seguimos tan ilusionados como el primer día y eso me parece fantástico. Eso justifica una vida.
“Ella fue profesora mía. Desde el primer día estuvimos enamorados el uno del otro. Estuvimos juntos luego, cuando ya las circunstancias lo permitieron. Eso pasa. ¿Por qué pasa? No lo sé. Cuentan los que se dedican a estudiar el amor desde un punto químico y neuronal que el enamoramiento es algo que dura tres o cinco años y yo digo, pues a mí no. A nosotros no nos ha pasado. Es un compromiso para siempre y yo estoy convencido que eso no se va a acabar nunca y no puedo pensarlo de otra manera. Ella igual. Porque estamos implicados el uno en el otro. Seguimos tantos años después enamoradísimos y colaborando en todo el uno con el otro. Eso es maravilloso. Eso es muy importante en mi vida., porque en ocasiones cuando hay proyectos que quiero dejar como lo del grupo, me dice: ‘No, hombre, no, que tienes que hacerlo’ y me empuja ella y así vamos. Vivir la vida del otro y vivir la tuya para el otro. Hay un poema muy bonito de Octavio Paz que se llama “Custodia”, es un poema visual, que termina diciendo: “el uno en el otro, el uno para el otro, el uno junto al otro…” y es eso, esa unión. La unión de lo separado.
—¿La pasión antes de todo?
—Yo no escribo para ganar dinero, en general las editoriales te estafan. Yo no tengo ninguna pretensión económica. Yo hago las cosas porque me apetecen, me gustan, me apasionan hacerlas y luego si me dan algo de dinero, pues muy bien, y si no, pues tampoco me importa. Con Visor lo que hago normalmente, él me comprará mis derechos para siempre por una cantidad. Y lo que le voy a decir es que no me dé ni un euro, que me lo dé en libros, para poderlos regarlas a mis amigos a personas que me dé la gana. A mí me parece bien. Con Visor estoy muy contento.
“Y con Valdemar, con El último poeta, hicimos un contrato. El primer año me pagaron una cantidad que supongo corresponde a los libros que había vendido, pero creo que nunca me han pagado más y el libro seguía existiendo. Compraba alguno y no me daban las regalías por el que había comprado… otra cosa son los grandes escritores que garantizan un volumen de negocio tan extraordinario que lo cuidan mucho. Pero parto de una cosa, que yo no he escrito nunca nada para ganar dinero. Yo ya lo gano y hacer estas investigaciones forma parte de mi trabajo académico: escribir, publicar, las revistas. Otros compañeros míos serán más listos o más ambiciosos, no sé. Yo me conformo tal como está. Lo que es sorprendente es que se agotase la edición de El último poeta y sólo me pagasen un año.
—Ese libro es inconseguible.
—He pensado en reditarlo junto a otros textos que he escrito sobre Leopoldo, pero se repiten cosas. Habría que trabajar tanto todo otra vez que prefiero escribir otras cosas.
—El título de El último poeta podrías explicarlo…
—A mí me pareció que ese era la clave: el final de la poseía. Es decir, hasta aquí llega la poesía, escribiendo “culo”, “pedo”, como lo hace Leopoldo. Y luego aprovechando que tiene algunas referencias a lo “último”, al “fin”, “el último hombre”, “last river together”. En el prólogo que escribo ahora digo que hay que rectificar esa idea y hay que llevarla más atrás. Hay que llevarla, no a la idea del Apocalipsis, sino al mundo del Después. Como Leopoldo dice muchas veces en su poesía que está muerto, su poesía no se entiende muy bien si no se parte de la idea de que el mundo ha muerto, dios ha muerto, el hombre ha muerto y, por lo tanto, la poesía ha muerto, y entonces hay que reinventar la poesía. Agustín Fernández Mallo escribió hace algunos años un ensayo que se llama “Postpoética” y la idea es que la poesía como la conocíamos se acabó y que hay que hacer otras cosas. Él es un científico de formación, así que mete unas fórmulas increíbles en sus libros. De vez en cuando hay dos líneas que te las tienes que saltar porque no hay quien entienda aquello, bueno los que somos filólogos y tal no le entendemos. Es un hombre interesante y listo. Esa palabra “postpoética” yo la había utilizado alguna vez en relación con Panero en el sentido de que es un poeta marginal, raro. En el libro pongo que la palabra la utiliza también Fernández Mallo.
“La idea de ‘el último’ es que la literatura se acabó y hay que empezar. Con la idea de ‘Yo Panero he muerto’ todo vuelve a recomponerse un poco. Dios ha muerto, la idea del humano ha muerto, la idea del autor ha muerto, la poesía ha muerto. No es que estemos en un Apocalipsis, sino que nos encontramos en el momento del ‘Después’. Y con eso ha muerto todo un mundo de valoraciones, de valores críticos, de valores estéticos que ahora no pueden ser los mismos porque el Todo se ha muerto y hay que iniciar otra vez a barajear el mundo. Yo publiqué un ensayo sobre Gimferrer titulado ‘La poesía de Pere Gimferrer la re(fundación) de la literatura’, aprovechando que este autor está fascinado con la experiencia de Rambaud, quien escribió unos poemas dentro de la normativa de la poética francesa, los hace perfectos, las rimas, los ritmos, pero de repente escribe esos dos libros que son: Les Effarés y las Iluminaciones, que eso no tiene que ver con lo anterior. Es inexplicable cómo el mismo escritor dice: esto se me ha ocurrido como poesía y también lo pongo en circulación. No circuló, por todo esto que ya sabemos. El caso es que hay algunos momentos en la historia de la literatura se ‘refunda’. No puede fundarse porque ya está fundada y hay una continuidad cultural que no puede negarse, pero siempre hay gestos de ‘refundación’ que por lo menos el ‘re’ tiene que ir entre paréntesis. En época moderna lo hizo Rambaud. A partir de esos dos libros fueron posibles todas las vanguardias, todo el surrealismo, fue posible todo lo que te quieras imaginar. Sin esos dos libros no nos podríamos explicar todo lo que ha venido después.
“Pere Gimferrer tiene la idea de que cada libro tiene que hacerlo distinto. Él no puede repetir las fórmulas que haya utilizado en el libro anterior. Él asume esa idea de Rambaud. Dice en unos de sus versos: yo ya no leo a Rambaud, solo entrecierro los ojos, veo sus libros en la biblioteca y tengo suficiente… es tomar la esencia de aquello. Entonces él lleva ese gesto de refundación en su propia escritura, él emprende un proyecto, da lugar a un libro y ya está. Eso está terminado, se clausura en ese momento. Para el próximo libro hay que refundar las cosas otra vez.
“Eso es un poco de lo que vuelvo con esa idea a Leopoldo. En Panero lo que hay desde el principio es un decir: ‘yo voy a refundar la literatura’. Su primer libro oficial se llama Así se fundó Carnaby Street es una refundación. En este libro hay textos que no se parecen en nada a la literatura en general. Esas prosas breves que la mayoría de la gente las califica como ‘bobadas’, pero puesto a circular como poema, eso adquiere otra dimensión totalmente distinta, porque modifica nuestra idea de la poesía. Pues ese refundar me explica lo que había escrito. Lo de ‘el último’ es pues el refundador.
“Ahora las traducciones de Leopoldo son maravillosas. Él se inventa todo. Le da igual lo que aparece en el texto original. Hay hasta una canción de los Rolling Stones, Jumpin Jack Flash, traducida por él. Yo creo que en España no hay comparación de la poesía de Leopoldo con ninguna otra. La gran comparación quizá es Artaud. Además con toda la biografía de internado, etcétera, que hace que el paralelo sea perfecto. Pero yo en España no encuentro a nadie que hay escrito una obra parecida, donde esa transgresión y esa violencia del lengua continua que hay en él yo no la ve en ningún otro”.
—¿Por qué un poeta tan maravilloso está, si no olvidado, sí aislado?
—Es que son dos cosas. Una que está loco evidentemente y esto condiciona mucho las cosas. En el prólogo del Tomo II de Poesía Completa de Panero yo digo un poco esto: El ser un loco ha hecho que tenga un difícil encaje en el mundo cultural. Es decir, los políticos no se atreven a darle un premio a Leopoldo María Panero porque tienen que llevarlo a un acto y en ese acto Leopoldo va a decir las mayores barbaridades. Se puede cagar en el Rey de España o lo que sea o sacarse la polla y ponerse a mear dentro de donde sea. La locura que es una realidad, que es su realidad, condiciona al lugar que él tiene el mundo cultural. Así como tiene multitud de lectores, esa red de gente interesada por él, etcétera. Luego no es la figura del escritor tópica que puedes llevarlo a dar conferencias a tal. Panero ha dado conferencias pero la verdad es que acaban siendo muy problemáticas. La última vez aquí armó un follón tremendo. Era un congreso sobre las poéticas novísimas que teníamos en el orden de 700 personas en el congreso. Entonces yo estaba de organizador, encargado de varias cosas de la organización. Pues en el momento en el que le tocaba dar la conferencia a él dijo: ‘ah no, yo hasta que no venga Túa Blesa yo no empiezo a hablar’. Y entonces ahí la gente sorprendida y Panero diciendo disparates. Me tuvieron que ir a buscar: ‘que dice Leopoldo que si no vas por él, no habla ni lee poemas, ni nada’. A mí todo eso, no es que se lo perdones, sino que ya sé que forma parte de la relación con él. Pero claro para mucha otra gente eso es inaceptable. Si a él le toca a hablar a las cinco de la tarde tiene que hablar a la cinco de la tarde y esté o no esté Túa Blesa o esté o no esté quien sea. Todo esto genera esa distorsión.
“Luego aparte los propios textos son violentísimos. Algunos textos muy problemáticos porque hay cosas que empieza hablar impresentables; por ejemplo él ha tenido una querella hace algunos años por insultos, por difamaciones contra Claudio Rizzo, con quien hizo un libro y fue quien se lo llevó a Canarias, pues luego Leopoldo ha escrito que Rizzo es un don nadie, que es un mierda y cosas peores, diciendo que le ha robado. Cuenta en un libro que le ha robado un millón y más. En otro libro, que es un epistolario que se llama Los héroes inútiles que escribe junto a Diego Medrano pues Leopoldo en algunas páginas pone que los hijos de Claudio Rizzo no son suyos y éste le puso una querella en los juzgados. Pero claro, a un loco no le puedes poner una querella, pero ahí hubo un lío que al final se resolvió que no se ratificó en la querella Claudio Rizzo, no sé quién le aconsejaría que lo dejase, pero de momento fue al juzgado. Además fue muy divertido, porque un día me llama un psiquiatra de Canarias y me dice: ‘oye mira yo soy un psiquiatra que atiende a Leopoldo y sé que tú tienes mucha relación con él y hay este problema: que le ha puesto Claudio Rizzo una querella y Leopoldo no quiere ir a los abogados a firmar que le representen, porque él dice que todo le da igual y te llamo a ti para que hables con Leopoldo y le convenzas de que vaya a los abogados’. Dije: ‘¿yo?…’ Bueno lo llamé cuarenta veces y él decía que no, que él no iba a ir a los abogados, que le daba igual y decía yo, pues tienes que ir porque debes de tener una defensa, en el juicio alguien te tiene que defender. ‘Ah no ya iré yo’, contestaba. Le digo: ‘No, no vayas tú que será peor’. Al final yo le prometí que todos los gastos que fuesen de abogados, de lo que fuese, yo promovería una especie de apoyo mundial de gente que con un poco de dinero cada uno pagaríamos esos gastos:
“—¿Entonces yo no pagaré nada?
“—Que no.
“Porque él decía, en una de aquellas llamadas:
“—No importa nada porque como me van a dar el Premio Nobel yo pagaré con ese libro todo lo que tenga que pagar.
“Pues bueno total que con esa promesa mía fue a los abogados y firmó. Llegó el juicio y el otro no se llegó a presentar para ratificar que efectivamente le pedía no sé cuánto dinero. Debido a todo ello son textos que, si bien genera mucha literatura, son difíciles porque no mide, por loco, dónde está la injuria, dónde está lo que ya no se puede llegar a decir, entre otras cosas”.
—¿Tuviste relación con la familia Panero?
—Nunca conocí a Felicidad Blanc, pero me hubiera encantado. Estaba como enamorado de ella. Cómo habla. En la película El desencanto tan lúcida, tan elegante. A Juan Luis sí que lo he tratado un poquito. Una persona más o menos normal. Una vez que vino aquí a un acto que se llama “Conversaciones con…” Me encargaron a mí ser el que conversara con él. Salió muy bien, no la pasamos muy bien, la gente se lo paso estupendo. Todos los Panero son muy conversadores. Hablan, cuentan cosas. Pero me hizo mucha gracia, cuando me llamaron los organizadores que él ya había llegado y que nos veríamos antes del acto en un bar para así preparar un poco la charla. Llego al bar y estaba Juan Luis que lo habían operado de un cáncer de la garganta y estaba fumando y bebiendo: ‘Hombre, ¿tú eres Túa Blesa? Una cosa, ni una pregunta sobre mi hermano Leopoldo’. Es que el otro junto a Michi no paraban de insultarlo.
“Michi era muy divertido. Lo traté un poquito. Con él te reías porque ingenioso. Siempre burlándose de alguien. Pero era tan ingenioso que aunque el ataque fuera contra algún amigo tuyo o que lo quisieras que te reías. Le hice una visita que al salir de su casa se me soltaron las lágrimas y me fui llorando por la calle. Aquel día fue horroroso. Estaba en Madrid, había conocido a Michi y lo había tratado muy poco, en algún café donde me lo encontraba y ya. Siempre me decía: cuando vengas a Madrid, llámame. Un día, no sé, por los noventas o finales de los ochenta. Lo llamé y me dijo: ‘estoy en casa, pero estoy malísimo, tendrás que venir a verme’. Llegué a Ibiza 36 con una botella de vodka que me había pedido. Estaba paralítico, no podía moverse, tenía una poliomielitis creo que me dijo que tenía. Fue novelesco. Llego a la puerta y me abre un tipo. Soy el biógrafo de Michi Panero. Hostia, ¿pero Michi Panero tiene un biógrafo? Parecía que me habían montado el teatro para cuando yo llegara. Pasamos, nos sentamos en el salón a beber vodka los tres. En aquella época él hacía crítica de televisión y hubo un momento en que la conversación se quedó en silencio. Estábamos ahí los tres y le dije, por sacar otro tema señalando la televisión: ‘ah la tele de tus críticas‘. ‘Ah sí, pero sólo se oye no se ve’.
“Y de esta manera hacía crítica. Era acojonante. Muy divertido. Un tipo alucinante. Tenía una perra, una cóquer y, como él no la podía sacar a pasear, la perra se cagaba en casa y nadie recogía las cagadas. Había como cinco mil cagadas de perra por toda la casa. Tenías que ir pisando por ahí cuidando. Era pavoroso. Yo vi tal miseria, una vida destruida totalmente, porque así no podía vivir. Pobre hombre. Salí a la calle y empecé a llorar.
“Terminó pues siendo personaje literario también. Hay un disco, una canción y una novela que se llama Los últimos días de Michi Panero, de Miguel Barrero. Y el biógrafo ahí estaba, pero yo nunca he sabido de la biografía. Tal vez es el autor se esa novela, no lo sé.
—Ahora sin su madre sin Michi, ¿Cómo funciona la manutención de Panero?
—Yo creo que en su caso él tendrá una pequeña pensión vitalicia que se cubrirá algo. En cualquier caso Leopoldo no puede estar en ningún sitio, no tiene con quién estar. Entonces la labor asistencial del Estado también es eso. Recoger a quienes no pueden estar en ningún sitio, porque Leopoldo ni siquiera es un indigente, es un loco que es mucho peor. Porque un indigente pues está en una banca y pide limosna, pero Leopoldo no. Todo esto lo sabe perfectamente Benito J. Fernández. La biografía de Leopoldo que hizo es extraordinaria y además todo lo tiene documentado por escritor. Es muy buena persona, Benito.
“El Hospital Juan Carlos I de Las Palmas Canarias es público. A Leopoldo lo metió su madre en Mondragón que lo manejaban unos religiosos que son Los Hermanos de San Juan de Dios, un hospital público también y lo metió allí como una cuestión sanitaria social. Ella ya no se podía hacer cargo de él, entonces lo ingresó. Y cuando se marchó de allí, se marchó a casa de Claudio Rizzo y Claudio lo aguantó un poquito porque es difícil. Mete a Leopoldo a tu casa. Claudio yo no sé qué idea tenía de lo que iba hacer con Leopoldo, pero fue imposible. De ahí que Leopoldo le guarde rencor y lo insulte y digas esas barbaridades, pero también con razón. Lo echó de casa y Leopoldo se fue al hospital. Sabía que ahí lo cogerían.
—Ahora la gente lo va a ver al Hospital y hay esta especie de seguidores de Panero que se acrecientan a cada segundo. En internet se ve este fenómeno.
—En internet es una locura. Hay cantidades de cosas, sobre todo de videos, una cantidad de material gráfico con Leopoldo. Entrevistas, éstas que son un disparate. Panero leyendo. Muchísimas muchísimas cosas. Bunbury hizo un disco que a mí no me ha acabado de gustar ese disco. Yo creo que los textos de Panero hubiesen requerido una música un poco más violenta, un poco más fuerte.
—Sobre la poesía y vivir la poesía, tú tienes publicados algunos poemas.
—Dos cositas en una revista. Desde jovencito yo quería ser poeta, luego uno descubre que no puede. Eso me hubiera gustado mucho: ser poeta. Hoy me daría vergüenza pensar la posibilidad de ser poeta. Sin embargo, sigo escribiendo poesía. Normalmente sátiras contra la gente, bromas, sin ningún interés. Pero no puedo evitarlo. Hay momentos en que me viene una frase y no puedo evitarlo y lo escribo. Tengo una carpeta tremenda de papeles, pero no vale nada, no tiene ningún interés.
—Existen poetas que nunca han escrito nada, que su propia vida es poesía sin verter nada en el papel.
—Es verdad lo que dices. Hay una acción poética en el mundo, una acción de intentar hacer algo en la vida que no sea con palabras o que las palabras sean en otro tipo de textos.
De pronto la silueta de un hombre, enfermo con la vida arrastrándose casi junto a él, cruza la plaza acompañado de dos mujeres que lo auxilian. El hecho llama la atención de Túa Blesa:
—Ese que entra en el coche fue compañero mío en los años que yo estudié Derecho.
—Todos tenemos un pasado oscuro. ¿Cuánto tiempo estuviste ahí?
—Tres años. En tercero decidí que yo ya no me presentaba a ningún curso. Hasta aquí hemos llegado. Dije: estos libros son un horror y lo peor es que, cuando acabe, esto será mi vida. Una equivocación, pero me lo pasé muy bien. Como no estudiaba nada, tenía todo el tiempo para hacer lo que me daba la gana. Fueron años de juerga. ¡Qué años! Años muy complicados en España también. A finales de los sesentas, años de convulsión social. Casi nunca había clases, siempre había huelga o estaba cerrada la facultad, pero yo me divertía muchísimo con otros amigos, aperitivos, juergas, a escuchar música. Qué divertido y qué jóvenes éramos entonces.
“Creo que fue importante que yo empezase a estudiar filología con una especie de sentimiento de fracaso anterior. La facultad de derecho era una facultad muy fascista. Los profesores eran todos franquistas, menos uno que era muy divertido y con él no la pasábamos muy bien. Iba yo a un seminario que había organizado el sábado en la mañana, lo cual era insólito porque no había clase nunca los sábados por la mañana y nos convoca a quienes quisiéramos ir a las reuniones a las 11 de la mañana que era un seminario y donde cada quien decía lo que quería. Yo me la pasé fantástico. Lo otros profesores eran una cosa asquerosa. No se podía hablar con ellos, eran todos fascistas. No te hablaban, tú eres un mierda para ellos. Y cuando cambié a Filosofía y Letras aquello fue como entrar en el paraíso. Los profesores eran más o menos normal, bueno había de tos, pero muchos eran muy normales. Se estudiaban cosas de literatura, de lengua, de gramática que a mí me gustaba mucho y yo me la pasaba todo el día muy bien. Bien dentro de la estructura de la facultad. Haber tenido esa experiencia en Derecho, así como estar un poco mayor con más experiencia de la vida, otra visión, todo eso fue importante. Qué lejos todo.
“Ese hombre, hoy decrépito, iba de poeta un tiempo. Pobre. También se volvió loco. Se trastornó…. Qué horror la vida…”
© All rights reserved Xalbador Garcia
XALBADOR GARCÍA (Cuernavaca, México, 1982) es Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y Maestro y Doctor en Literatura Hispanoamericana por El Colegio de San Luis (Colsan).
Es autor de Paredón Nocturno (UAEM, 2004) y La isla de Ulises (Porrúa, 2014), y coautor de El complot anticanónico. Ensayos sobre Rafael Bernal (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Ha publicado las ediciones críticas de El campeón, de Antonio M. Abad (Instituto Cervantes, 2013); Los raros. 1896, de Rubén Darío (Colsan, 2013) y La bohemia de la muerte, de Julio Sesto (Colsan, 2015).
Realizó estancias de investigación en la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos, y en la Universidad del Ateneo, en Manila, Filipinas, en la que también se desempeñó como catedrático. En 2009 fue becado por el Fondo Estatal pJara la CulturPoesía, ensayo y narrativa suya han aparecido en diversas revistas del mundo, como Letras Libres (México), La estafeta del viento (España), Cuaderno Rojo Estelar (Estados Unidos), Conseup (Ecuador) y Perro Berde (Filipinas). Fue editor de la revista generacional Los perros del alba y su columna cultural “Vientre de Cabra”, apareció en el diario La Jornada Morelos por diez años.
Actualmente es colaborador del Instituto Cervantes de España, en su filial de Manila y mantiene el blog: vientre de cabra.