Hace algunos días participé de una reunión de fin de año en donde salieron los típicos temas de culminación del ciclo: vivencias del 2013 y deseos de cambio para el 2014. Entre los propuestos se encontraban metas que tienen que ver con renovaciones externas como bajar de peso, hacer más deporte, dejar de fumar, viajar, comprarse la tan ansiada vivienda. Pero, asimismo, se propusieron cambios más profundos como el mejorar la relación con ciertos seres queridos, comenzar terapia, ir por los deseos vocacionales postergados, encontrar el buen amor, en fin… ser más feliz.
Escuchando las respuestas, muchas de las cuales eran repeticiones del año anterior, me cuestionaba sobre mis propias propuestas de cambio y sobre qué es cambiar. ¿Por qué es tan difícil cambiar a pesar de que hay situaciones que nos hacen infelices?, ¿qué motivaciones generan cambio?, ¿por qué nos conformamos con poco?, y finalmente, ¿cambian las personas?
El cambio se parece a una puerta giratoria que da la oportunidad de entrar en contacto con opciones más sanas y positivas. Su recorrido habitualmente ofrece resistencia pesada, y es fácil ir en círculos si nos descuidamos. Su peculiaridad es la incertidumbre que sentimos durante la transición de lo viejo a lo nuevo ya que nos pone cara a cara con desafíos que nos eyectan de nuestra zona de confort, desaferrándonos de lo conocido que nos protege. Nos pide compromiso y constancia sin ofrecernos otra seguridad de la que “si lo logramos, vamos a estar mejor”.
No existen cambios verdaderos a corto plazo. Cambiar, hasta en las actitudes más pequeñas, es una tarea larga e incómoda, que precisa consciencia, voluntad y, frecuentemente, dolorosa introspección. Es tentador conformarse con poco, creyendo que es mucho; obrar por impulsos y distraerse con momentos que nos zambullen en un entusiasmo que se parecen a la sensación de felicidad y bienestar pero, que en realidad, al poco tiempo nos devuelven el ruido interno que produce insatisfacción, molestia, hasta hartazgo.
Mi abuela decía que las personas no cambian. Si bien es verdad, frecuentemente nos careamos con actitudes ajenas o propias que parecen inmóviles, creo que una de las características más únicas del ser humano es la capacidad de transformarse y cambiar. Todo depende de las motivaciones que nos impulsan o perseguimos. Estos estímulos nos revelan cambios genuinos, o por el contrario, falsos: ¿nos motiva “el momento” o “el futuro”?, ¿nos motiva “el salir de ésta” o “el ser mejor”?, ¿“lo que puedo sacar de la situación” o “el poder ofrecer algo más significativo”?, ¿“el miedo” o “lo que nos merecemos”?
Y, finalmente, ¿para qué cambiar? La investigadora, escritora y psicóloga chilena Pilar Sordo responde a esta pregunta de manera precisa: “Nos cuesta mucho entender qué es la vida y que el cómo vivirla depende de nosotros. Y, que el cómo enganchamos con las cosas que no queremos, depende sólo del cultivo de la voluntad. Si no me gusta la vida que tengo, deberé desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está en mi voluntad el poder hacerlo. Entonces, con estos criterios me preguntaba qué tenía que hacer yo para poder construir un buen año. Pues, todos estamos en el camino de aprender todos los días a ser mejores, y de entender que a esta vida vinimos a tres cosas: aprender a amar, a dejar huella, a ser felices”.
¡Feliz 2014!
María Inés Marino es argentina, radica en USA desde 2008 tiene una maestría en periodismo por la FIU