
A Àngels Martínez No hay aceras ni transeúntes bajo un semáforo. Ni alrededor vemos a una mujer salir a tender la ropa y tomar el sol a media mañana. Tampoco escuchar el grito del niño creyéndose un pequeño dios, mientras juega en la terraza. Menos aún, los edificios ascienden como el rascacielos, si bien … Continuado