
Recuerdo aquel rostro, a esa criatura mutable adiestrada para la ocasión y el lugar, ese, a veces cercano y a la vez extraño; poco a poco se quebraba: Primero los ojos, luego la nariz, por último, los labios. Ya nada cubre al espíritu sangrante, al engendro frágil y cansado que se agita en … Continuado