
Ni falta, que nuestra preciosa sangre no se creó para ser derramada, ni hay ideal humano ni divino que autorice o justifique el sacrificio de una sola vida… ¡El patriotismo! ¡El honor nacional! ¡La bandera sacrosanta! Ésas eran las socorridas muletillas de nuestros bisabuelos, ésos eran los pretextos con que encubrían sus grandes crímenes colectivos. … Continuado