Visión de una vieja en harapos
Se extingue la bondad en los jardines privados.
A. Fonseca
Deja a los otros los trajines del Tiempo
y los vanos afanes que a nadie justifican
los desvelos de la víspera, los autos de lujo
las sábanas de 700 hilos, los triviales perfumes
el confort del baño y el desayuno puntual
las acolchadas pantuflas, las envilecidas marcas
y el altivo decir: Esto es lo mío y lo otro también.
La apropiación no se hizo para ella.
Bástale haber hallado un pedazo de papel mugroso
y una pluma abandonada en un basurero de un Banco
como si fueran un tesoro: el espejo de una fuente
de la que han de brotar sus versos desmedidos
su poema vital que quizás nadie entienda.
Más eso no le importa, si es el fruto desollado
de largas horas bajo el sol, bajo la lluvia y la ventisca
en una parada del ómnibus que nunca ha de tomar.
En una esquina del suroeste de Miami, bajo una sombrilla rota
–como único refugio del espíritu– brota la poesía
como un manantial enajenado, entre la turbulencia del tráfico
la contaminación, el reverberante asfalto, las luces de los semáforos
que rigen la premura de los otros, las miradas esquivas de los otros
de esos que, como yo, pretenden ignorar a una vieja harapienta
que nos ofrece, como espléndido regalo, su vida en esencias
con todo el fervor de los ungidos.
451
Arde la memoria en el patio de mi casa.
Sube el fuego avivado por el temprano aire,
por las páginas que una por una, o en montones,
lanzo hacia la hoguera
que pretende desafiar al Tiempo.
Este absurdo deshacerse de las cosas
de los libros amados en las aulas de ayer
de libretas envejecidas
de tantas páginas volteadas
con amor o desdén
a punta de dedo y de saliva.
Hoy dejarán de existir ya para siempre. Me voy.
Más digo mal, pasarán, quizá, al mejor de todos los archivos.
Ese que ya nadie pueda quitarme: el de la diáfana memoria,
y que ruego a Dios que me acompañe hasta el ocaso.
Como ofrenda fina de holocausto
hoy siento un olor a humo
todavía.
A R. Bradbury
Otra vez Narciso
Así el espejo averiguó callado…
J. Lezama Lima
Ni aún la timidez adolescente,
ni el mítico pudor, impiden admirar
tu propia hermosura ante el espejo.
De frente, de perfil, de frente,
de frente, de perfil, de frente;
otra vez, tu dolor y tu delirio.
Mas ese rostro amable del reflejo
se irá desdibujando con el tiempo:
eso lo sabes, y a eso le temes como
al destino mismo, del cual nadie escapa.
¿Por qué no has de amarte entonces,
impúdicamente, en el instante
eterno de la luz, que se derrama
sensual sobre tu cuerpo en flor?
Nadie más, Narciso, amará esa
imagen como tú.
Aunque no has de saberlo
hasta el día en que se quiebre,
en pedazos, tu ser.
a Chely Lima
© All rights reserved Félix Anesio
Félix Anesio. (Guantámo, Cuba, 26 de abril de 1950) Ingeniero de profesión. Ha publicado el libro de relatos Crónicas aldeanas (2009, 2011) y su versión en inglés A Tale of Two Villages (2012) Edit. Voces de Hoy.
Es coautor de la antología poética Bojeo a la isla infinita (2013) Editorial Betania, Madrid; Voces de Hoy, Miami(2013).
Sus cuentos y poemas han sido publicados en revistas literarias como “Linden Lane Magazine”, EE.UU; “La Otra Costilla”, Chile; “Conexos”, Miami (2013); “Cañasanta”, Toronto (2013). Su obra ha sido difundida en varios blogs de diversos países, así como en su propio blog www.cronicasaldeanas.blogspot.com
Aparece reseñado en el “Diccionario de escritores guantanameros” Edit. “El mar y la montaña”, Cuba (2010)
Reside en la ciudad de Miami desde el año 2000.